Cala Mijas se coronó el pasado año como uno de los mejores macrofestivales europeos debutantes en mucho tiempo, con alma propia y piel electrónica, brindándonos una cuidadísima primera edición para el recuerdo (aún vibra el suelo del recinto Sonora Mijas y rebotan los ecos del majestuoso ritual con el que nos atrapó para siempre Nick Cave and The Bad Seeds). En su segunda celebración vuelve a conseguir un éxito rotundo de asistencia, con más 110.000 personas disfrutando a lo largo de sus tres intensas jornadas.
Como novedad este año hubo redistribución lógica de los escenarios pero, aunque sea más fácil desplazarse en la disposición triangular (Victoria, Sunrise y Sunset), ganando anchura el escenario central y principal (Sunrise), el público que queda más atrás, sufre el choque sonoro que viene del escenario/rave infinita La Caleta.
Otro aspecto a mejorar, que ya comentamos el pasado año, son los escasos metros de césped artificial (tan amplios en otros festivales) para poder descansar en cualquier momento y no terminar enharinado de tierra y polvo cada día. Y luego, aunque se ha mejorado considerablemente la oferta gastronómica, más numerosa y variada, la zona era tan pequeña para tantísimas personas que, en horas puntas, se hacía largo y pesado conseguir algo con lo qu e llenar el estómago.
Con todo (ya hablaremos del sonido de The Strokes), el festival sigue consolidándose y es ya una de las citas musicales más interesantes e ineludibles del panorama nacional e internacional.
Jueves 31 de agosto de 2023
Con el confeti del Canela Party aún pegado en la suela de nuestras zapatillas, cruzamos el ya icónico arco iris de bienvenida de Cala Mijas Festival, adentrándonos en el que quizás sea nuestro penúltimo gran baile y ritual del verano… Como el omnipresente sol sonriente del logotipo del festi, la tarde reluce en un cielo azul completamente despejado, con el Lorenzo, el de verdad, riendo y pegando fuerte con el brillante pistoletazo de salida nacional: las primeras y primeros valientes, disfrutan y sudan bajo la poética cotidiana y genuina psicodelia pop de los sevillanos Vera Fauna, alumnos aventajados de Kiko Veneno y Pony Bravo que estrenan el escenario Sunset, desplegando todos los colores y aromas de su último y luminoso “Los Años Mejores” (23). Una deliciosa brisa de pop lisérgico, naranjos en flor y funky expansivo que refresca y mece la tarde con temas ultra pegadizos y coreables, como “Martes”, “Casa Carreras” o “Mira lo que tengo”.
Del barrio de La Macarena, a l’Empordà (Girona), de la mano del explosivo dúo catalán Cala Vento, que nos abren de par en par su sobresaliente “Casa Linda” (23), ocasionando los primeros movimientos de placas tectónicas en el recinto, sobre todo con clásicos primigenios como “Isabella cantó”, “Isla desierta” o “Abril”.
Cupido comienza a reunir al mayor número de fans de la tarde, pero tenemos cita a la misma hora en el escenario contrario. Nos desplazamos a ritmo de “Sobredosis de amor” en el ambiente y nos quedamos prendados nada más llegar a Sunset, por la sensibilidad y fuerza de cada interpretación de Tamino, poseído por el espíritu del mismísimo Jeff Buckley. Caemos extasiados en la delicadeza envolvente del “The Longing” inicial, y ya no salimos del trance hasta muchos minutos después del espectacular colofón de “Habibi”, pasando por una “Indigo Night” que nos corta la respiración y los fuegos artificiales de “w.o.t.h.”, con la banda al completo quemando las naves y fundiéndose entre sí. El repertorio escogido por el songwriter belga de origen egipcio, que alterna y maneja con la misma maestría guitarra eléctrica y laúd, es mitad y mitad repartido entre sus dos álbumes, “Amir” (18) y “Sahar” (22), más dos canciones inéditas, una electrificante “Ashes”, con la banda explotando en un caos controlado al más puro estilo Wilco, y una bellísima “Bedford”, donde chelo y laúd llevan el peso de la pieza.
Siouxsie Sioux
Con la primera vida extra bajo el brazo, llegamos al escenario principal para ver a la jefa de la jornada, la siempre felina Siouxsie Sioux, diva punk y una de las artistas más influyentes del rock. Sin ir más lejos, Win Butler, cantante y líder de los cabezas de cartel del jueves, Arcade Fire, dirá horas más tarde durante su actuación, que vio a la leyenda británica por primera vez con 19 años, y que era un honor compartir escenario y cartel con ella. Así, con grandes gafas de sol y mono holgado y vaporosa turquesa, la pionera del post-punk y pop fantasmagórico, abre con dos disparos a quemarropa de su etapa dorada junto a The Bashees, “Israel” y “Arabian Knights”, metiéndose en el bolsillo a los fans y a los nuevos seguidores, dando patadas al aire y demostrando una clase y energía (a sus 66 años) abrumadora. El setlist de la velada es un continuo festín por lo mejor del cancionero de Siouxsie And The Banshees, pero también hay espacio para un par de ases ganadores de su notabilísimo trabajo en solitario, “Mantaray” (07): la hipnótica y cabaretera “Here Comes That Day” y el cierre con la vibrante y rocosa “Into a Swan”, con la portentosa banda que la acompaña (espléndida y potentísima durante todo el show), creando un muro sonoro que Siouxsie atraviesa con su canto una y otra vez.
Del “White Album” (68) de The Beatles, revisita la resplandeciente y ennegrecida “Dear Prudence” que hizo suya con The Banshees a mediados de los 80, un hilo de luz para salir de la tristeza que ilumina el cielo de Cala Mijas; seguida del ronroneo y la inquietante sensualidad de “Face to Face”, esa que hizo bailar a dos enemigos sin saberlo… Batman y Catwoman en “Batman Returns” (92). Se contonea, bailotea, grita y nos hechiza una y otra vez, con una voz por la que parece no haber pasado el tiempo. Rasga su mítica guitarra Vox Mark VI Teardrop en “Sin in My Heart” y fin de fiesta en el que destacan la efervescente “Happy House” y, antes, una esperadísima “Spellbound” con la que nos pasa por encima, más el pre-cierre por todo lo alto con la interpretación de “Hong Kong Garden”, desde esa fina línea post-punk que separa los sueños de las pesadillas.
Toca vuelta rápida y nos teletransportamos a tres escenarios: primero vamos a La Caleta, donde su sempiterna bola de espejos, entre árboles y colgando del cielo, brilla más que nunca con James Holden in da house, esculpiendo el aire a base de beats mágicos, mezclando jazz espiritual (apoyado por dos músicos que completan los paisajes con viento y percusiones), trance y electrónica minimalista y progresiva que crece como una enredadera de neón en la noche más oscura. Presenta varios temas de su flamante “Imagine This Is a High Dimensional Space of All Possibilities” (23) y nos dejamos llevar mar adentro por la ola infinita de teclados en “Trust Your Feet”. En un estado de conciencia vaporoso, aparecemos en el escenario Victoria, donde Baxter Dury, flanqueado por su imponente banda, teje líneas de ácido spoken word y rapeados de crooner tóxico, entrelazándose a la perfección con los coros y una cuidada instrumentación, con especial protagonismo a la marcada línea rítmica. De un soulero “Leon” que salvaguarda y desborda sus esencias, del flamante “I Thought I Was Better Than You” (23), a clásicos estelares de su carrera como “Cocaine Man”.
Amaia le gana la partida a Dury y, con un numeroso séquito de fans que se desgañita en las primeras filas, convence y sorprende (para bien) a los menos seguidores, con su eclecticismo sonoro y una sensibilidad propia y magnética. Así, llegamos y resplandece la noche debajo del “Relámpago”, pasando por una aterciopelada “Fiebre” de Bad Gyal, el folclore pamplonica, entre cerezos y primeros besos, de la hermosa sencillez de “Yamaguchi”, o ese irresistible clásico planetario de “Santo que yo te pinte”. Vamos en busca de los cabezas de cartel y, de camino, nos llegan los ecos de La Caleta, con Nicola Cruz desplegando su techno sin espinas.
Arcade Fire nunca fallan y, como quedará extremadamente remarcado tras finalizar este Cala Mijas Festival 2023, la actitud y la conexión entre artistas y público lo es todo o nada… Y de eso van sobrados Win Butler y los suyos, con llegada épica incluida al ring y dejándose la piel en cada interpretación de la casi docena y media de hits que nos brindan como si no hubiera mañana. La banda mantiene (en vivo, no en estudio) la llama intacta de sus inicios y se agiganta en directo cada vez más, demostrando armonía, virtuosismo colectivo, complicidad y pellizco a partes iguales. El concierto “para todos los públicos” más celebrado del jueves y una de las indiscutibles cumbres de esta edición.
Arcade Fire
Como Alicia, corremos tras el conejo y caemos por la madriguera al “país de las maravillas” desde la “Age of Anxiety II (Rabbit Hole)” inicial, pero, tras una vibrante “Creature Comfort” que gana enteros en vivo, la verdadera aventura comienza con la primera dos piezas seguidas que nos caen encima (como meteoros multicolores) de “Funeral” (04), obra maestra de la banda y, sin lugar a dudas, uno de los mejores debuts de las dos últimas décadas: “Neighborhood #3 (Power Out)” y “Rebellion (Lies)”. Cala Mijas al completo patas arriba, con Win Butler como frontman total (Bowie bailando y sonriendo entre sus cuerdas vocales), saltando y bajando del escenario, subiéndose a la valla y desgañitándose entre el público. Dos incontestables masterpiece de “Reflektor” (13) para que brille la inmensa bola de espejos que cuelga del escenario más que mil lunas, la titular, con “El Duque Blanco” (ay, como duele) siempre en el aire, y esa “Afterlife” que es pura magia a borbotones.
Cogemos aire en “The Lightning I” y vuelven a acelerar las pulsaciones en “The Lightning II”, ambas del muy justito “WE” (22), del que también sonará la prescindible “Unconditional I (Lookout Kid)”. Pero poco importa ese desliz cuando nos hacen volar por los aires con una “No Cars Go” a tumba abierta, única pieza de su magnífica segunda obra, “Neon Bible” (07), seguida de dos más de “Funeral” en las que el mundo se podría haber acabado y nadie hubiera puesto ninguna pega: la maravillosa “Neighborhood #1 (Tunnels)”, que jamás puedo escuchar sin que se me haga un nudo en la garganta y se me humedezcan los ojos (todo sea dicho), y una sentidísima “Crown of Love” que termina por estrujarnos el corazón y rematarnos de felicidad.
Volvemos a tocar tierra con la fantástica interpretación “The Suburbs” y penúltimo baile, con Régine Chassagne al mando, en la brillante “Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)”, para desembocar en la esperada catarsis colectiva de una “Wake Up” que, aun con problemas de micro, vuelve a parar relojes y fundir el tiempo.
Y ahora, con gran parte del público con una sonrisa de oreja a oreja abandonando el recinto, ¿quién se atreve a tocar después de Arcade Fire? No hay problema, IDLES levantan el puño y se marcan el bolo más intenso e incendiario del festival. Fuego y violencia sonora que no nos deja tocar el suelo en ningún momento. Quemaduras y cicatrices a su paso. El que escribe venía con moratones en la piel y el cerebro, tras un festín de balaceras mil en directo (Canela Party rules), con bandas que manejan la combustión instantánea como pocas: Squid, Shame, Osses y los King Gizzard aún retumbando en mi cabeza… Pero lo de IDLES esta noche se va de madre. Una base rítmica que amenaza cada segundo con reventarnos el pecho, de la mano de un Jon Beavis colosal a la batería y un Adam Devonshire titánico y etrusco al bajo, marcando el pulso autodestructivo de la banda y removiéndonos cada organo; mientras un enjambre endiablado de riffs sin pausa nos absorbe y empuja, sin escapatoria posible, al ojo del huracán una y otra vez, con Mark Bowen al mando y un Lee kiernan que se deja la vida en cada tema, aprovechando el primer parpadeo para dejarse caer encima del público, haciendo saltar chispas de sus seis cuerdas en todo momento… Y un perímetro de seguridad para que la bestia que lleva dentro Joe Talbot no despierte y destruya el mundo a dentelladas, caminando poseído en círculo, lanzando proclamas anti reyes, haciendo girar como una arma matadragones/fascistas el micro en el aire o pisoteando con tanta rabia el escenario que agita y hace temblar el centro de la Tierra como si fuera un simple sonajero.
De la intensidad contenida de los primeros acordes del “Colossus” inicial, con ese “Goes and it goes and it goes” que nos marca el camino al bendito apocalipsis que nos van a regalar y del que no queremos salir bajo ningún concepto, a los tres siguientes disparos a quemarropa, una de cada álbum y ya está su poker de discos sobre la mesa: “Car Crash”, “Mr. Motivator” y “Mother”. A duras penas seguimos vivos y la locura alcanza cumbres de jolgorio colectivo en las explosiones de “I’m Scum”, pasando por la apisonadora de “The Wheel”, el brutalismo nervioso de “1049 Gotho”, la trituradora sónica de “War” o ese tiro de gracia de “Wizz”, puro grindcore que nos deja con la mandíbula desencajada en sus escasos, fulgurantes e inolvidables 30 segundos.
Traca final con tres himnos de su “Joy as an Act of Resistance” (18): una “Never Fight a Man With a Perm” que hace que se tambaleen todos los escenarios del festival, la esperada y coreada “Danny Nedelko” y una “Rottweiler” que muerde como un tiburón blanco y nos zarandea a su antojo. Insuperables.
Idles
Después del acabose de IDLES todo deja de tener sentido y termina, inconscientemente, nuestra jornada, pero el deber manda y vamos en piloto automático a por los Foals de Yannis Philippakis, que brindan un show sin fisuras, con guitarras afiladas y contundentes, desgranando gran parte de su último “Life Is Yours” (22), pero, como era de esperar, son sus hits primigenios los que vuelven a reavivar la llama de Cala Mijas, alcanzando los puntos álgidos del directo con clásicos indispensables de esta última década como: las tempranas “Mountain at My Gates” y “My Number”, o el casi cierre con la fulminante “What Went Down”. Y nos despedimos por hoy con la intensidad y cuidada electrónica de nuestros queridos Moderat en el aire, con “A New Error” atravesando la madrugada como un cuchillo al rojo vivo en la mantequilla, o con esa otra joya de neón que se mete en la cabeza y ya no hay vuelta atrás, “Reminder”, como momentos más destacados. Suenan perfectos, pero sin terminar de emocionarme como en veces anteriores… Claro, quizás ellos también presenciaron el concierto de Joe Talbot y compañía, así que esta vez, todo está justificado.
Viernes 1 de septiembre de 2023
Los almerienses Compro Oro abren nuestro segundo día en el escenario Sunset, recorriendo los surcos de su imprescindible tercer disco, del pasado año, “Estarantos” (22), garage-punk y coplillas de amor con espinas y heridas abiertas, tan pegadizas como desgarradoras, que conectan rápidamente no sólo con el público que les conoce, sino que suman nuevos seguidores tras cada entregada interpretación. Con una base rítmica muy marcada y unas percusiones juguetonas, más esas adictivas guitarras y aflamencada voz, se meten en el bolsillo al público, que no para de contonearse al sol y a la sombra, bajo una tromba de hits continua que entran a la primera. De “Claveles” a “Promesas”, pasando por “Ojos verdes” de “Carmen” (18), hasta llegar al remate final con la contagiosa y acelerada “Lo más Bonito”, de aquel primer “Camina o revienta” (16). Lástima que la hora y el calor no diera para congregar al público que merecían, pero, los que estuvieron allí, quedaron encantadas y encantados, con ganas de más.
Buscamos sombra y nos dejamos llevar por la portentosa voz grave del joven songwriter mexicano Kevin Kaarl, anestesiando el calor con un indie-folk reposado con tequila y raíces norteñas de su Chihuahua natal. Su guitarra acústica es la que mejor suena, hasta que el sábado salga a escena José González. De la novísima “Mis compas tan aquí”, a la brisa country de una “San Lucas” a la que es imposible no rendirse, trompeta al viento incluida.
Colores dame colores y Paola Rivero, Alicia Ros y María Talaverano, el trío madrileño Cariño, con batería para el directo como cuarto miembro, salen con el sol de cara y un sonido que deja mucho que desear, pero, poco a poco, la cosa mejora y ponen el “Modo avión”, conectando su arsenal multicolor de éxitos luminosos y azucarados: “Canción de Pop de Amor”, “Bisexual”, “Te Brillan” o “Aún me Acuerdo de Todo”, pasando por la versión “Llorando en la Limo” de C. Tangana y el “Si Quieres” final. Congregan a bastantes seguidores y el karaoke y baile no cesa ni un segundo en las primeras filas.
Mi concierto favorito del viernes se acercaba antes de tiempo… Los australianos Amyl & The Sniffers salen a escena y la incendiaria Amy tarda segundos en devorar lo que queda de tarde junto a sus Stooges particulares, unos Sniffers afilados y tan kamikazes como su líder rubia. Embestidas de punk-rock, combativo y corrosivo, acelerado, crudo y totalmente contagioso. Balacera continúa desde el “Control” inicial, con Amy poseída por el estilo espíritu del Iggy más auténtico y salvaje, bailando, contoneándose, escupiendo y a cuatro patas sobre el escenario. Un mar de guitarras y Amy estalla en “Capital” y “GFT”, con un pulso rítmico que hace temblar el escenario principal. Chutes adrenalínicos y resplandecientes de poco más de 2 minutos, sin tregua, a vida o muerte, hasta cerrar con tres zarpazos de su sobresaliente “Comfort to Me” (21), segundo y último trabajo hasta la fecha: la trotona “Guided by Angels”, con la Patti del “Horses” (75) bajo la lengua, una “Hertz” que desata el pogo de la jornada, y la catarsis final de una “Knifey” que comienza con suavidad y se torna poco a poco en lengua de fuego.
Comienzan nuestras idas y venidas, primero para comprobar que Lori Meyers siempre aciertan en el centro de la diana y se alzan como los teloneros no oficiales de los Strokes, congregando al mayor número de fans de la jornada hasta el momento (el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, incluido). No hay fisuras y el karaoke que montan los de Loja no cesa: De “Seres de luz” de su último largo, al último sencillo que sacaron junto a Kora, que se une a Noni al micro para la ocasión, pasando por un arsenal infinito de hits de ayer, hoy y siempre, como “Emborracharme”, “Siempre brilla el sol”, “Mi Realidad” o “Alta Fidelidad”.
Entre medio, nos teletransportamos al escenario contrario, del Victoria al Sunset, donde Andrea Di Ceglie y Francesco Rago manejan los hilos de Nu Genea, conformando una banda de relumbrón de hasta ocho músicos sobre el escenario. Tienen montada una verbena disco-mediterránea de las buenas, con la cantante napolitana Fabiana Martone rezumando sensibilidad y poderío a partes iguales, además de desplegar una capa multicolor que le da alas a su vestido turquesa y un extra de magia. Con lo mejor de su cancionero y su último “Bar Mediterráneo” (22) aún humeante como bandera, hacen bailar hasta a los árboles que flanquean el escenario, alcanzando puntos álgidos la noche con “Disco Sole” de su anterior “Nuova Napoli” (18), o con sencillos ganadores del trabajo que siguen presentando, como “Marechià” o una maravillosa “Tienaté” que nos hace lamentarnos por no haber estado allí mucho antes de que salieran, desde el principio hasta el fin del show.
The Strokes
He tenido la suerte de ir dos veces al Madison Square Garden, a un partido de los New York Knicks contra los Memphis Grizzlies la primera vez, y a un concierto, la segunda: el inicio de la gira “Angles” (11) de los Strokes, con Elvis Costello de invitado sorpresa en “Taken for a Fool”. Dieron un bolo bestial, con Casablanca totalmente entregado, desgañitándose entre el público y la banda a una. Esa fue la única vez que pude verlos hasta la fecha, así que, casi doce años después, tenía ganas acumuladas de reencontrarme con la que fue, durante bastantes años, mi banda preferida. Hora y media antes del inicio oficial del concierto principal del viernes, The Strokes, miles de personas comienzan a sentarse lo más cerca que pueden del escenario, cogiendo sitio para ver al que quizás sea el grupo de rock más influyente de las dos últimas décadas. Pioneros del garage rock revival más guitarrero, de esencia setentera, los neoyorkinos crean la expectación más grande de esta edición y marcan la casilla de concierto más multitudinario. Todo hacía presagiar que serían coronados en el top de este Cala Mijas Festival, pero de héroes indiscutibles de la escena rock de la primera década de los 2000, pasarán a ser los villanos de este 2023 festivalero, con Julian Casablanca como mayor culpable, junto a los responsables de sonido…
La banda sale tarde a escena, pero se les perdona, suena como intro ambiente el “Vamos a la Playa” de Righeira y, con un trío de canciones inicial que se podría colar sin problemas entre las mejores de la historia del rock: “What Ever Happened?”, “Alone, Together” y “Last Nite”, todo nos llevaba a pensar que estábamos en uno de los conciertos de nuestras vidas… Pero, ¿qué ocurre? El sonido es paupérrimo, a Casablanca se le escucha a duras penas… Tragedia que se podría haber arreglado y no haber pasado a mayores, pero nada, la gente, comprensiblemente nerviosa, triste y desesperada, al pasar los minutos y no apreciar mejoras, silba y grita una y otra vez durante cada canción: “¡NO SE OYE! ¡NO SE ESCUCHA!” A todos los miembros de la banda “se les ve” (esta es otra, la iluminación es tan pobre que, si no estás en las primeras filas, es casi imposible verles la cara) incómodos y a Julian raro… Tras unas “The Adults Are Talking” y una prescindible “Call It Fate, Call It Karma” que se pierden como lágrimas inaudibles en la lluvia sonora, el sonido parece mejorar (¡a la casi media hora de concierto!) y otro poker de ases de dos de sus obras cumbres nos hacen olvidar la grotesca velada inicial: “Juicebox” y “You Only Live Once” de “First Impressions of Earth” (06), y “Under Control” y “Meet Me in the Bathroom” de “Room on Fire” (03). Pero no, Casablanca está pasadísimo, intenta hacer chiste o algún mínimo comentario ingenioso entre canción y canción y no lo consigue… Silencios largos hasta que le da la gana de comenzar otro tema, mientras la banda, muy tensa, hace lo que puede para salvar los muebles, aguantando las estupideces del genio pijo de antaño y del burgués cuarentón e irrespetuoso de ahora. Una pena, porque le sigue corriendo como a nadie la Velvet Underground por la sangre y llevará de por vida a Lou Reed en parte de sus cuerdas vocales.
Como toda estrella verdadera (porque cuando quiere, canta como nadie), y con un arsenal de himnos que se le cae de los bolsillos, hasta pasado de rosca, nos brinda momentos cumbre y parpadeos antológicos, como la desgarradora interpretación de una “Ode to the Mets” que es puro sentimiento a fuego lento, vaciándose (ahora sí) en cada fraseo, en cada grito; y una recta final en la que brillan con luz propia joyas como “Soma” o “Someday”, pasando por la magnífica “Red light” y una “Bad Decisions” (podría dar su título a la velada de hoy) que se reafirma como uno de los últimos himnos que ha firmado la banda.
Fin de fiesta/desastre con otro trío de impepinables obras maestras: el bajo y las guitarras de esa maravilla hecha canción, “Reptilia”, que tarda segundos en erizar la piel del recinto al completo, seguida de “Hard to Explain” y la compañera de surcos “Is This It”, que comparte nombre con el que quizás sea el debut más magistral de una banda rock en lo que llevamos de siglo.
M83
Con cierto dulzor amargo y cansancio acumulado, llegamos al bolo de los franceses M83 y presenciamos la otra cara de la moneda: de la desidia de Casablanca, a las ganas de actuar y dejarse la vida en cada interpretación, buscando en todo momento la conexión sentida con el público. Concierto sobresaliente de Anthony Gonzalez y los suyos, plagado de matices, intensidades, giros y atmósferas totalmente envolventes. Del synthpop, a una cuidadísima electrónica expansiva, pasando por el shoegaze y estallidos mil de post-rock, entre muchos otros estilos, mezclados y fundidos con delicadeza alquímica. Así, con estos mimbres y una banda colosal de multiinstrumentistas, M83 abre con dos de su último LP, “Fantasy” (23): la instrumental “Water Deep” y una “Oceans Niagara” en la que la nave espacial despega hacia otra galaxia y nos lleva con ella, dejando en el aire una estela de teclados y sintetizadores siderales, saxos que escupen fuego, coros luminosos y una vibrante base rítmica. Con “Wait”, “Midnight City” y “Outro” de cierre, encontramos y vivimos a flor de piel alguna de las cimas de la noche.
Anthony Gonzalez y compañía, nos absorben y no llegamos a Delaporte, pero nos consta que congregan a bastante público en una fiesta continua… las caras de felicidad con las que nos cruzamos, son prueba y señal inequívoca de ello.
Si la desidia y falta de actitud de Julian Casablanca (además de la horrenda media hora de sonido que alguien debería de explicar) seguía lastrando una buena jornada, Karl Hyde y Rick Smith, Underworld, con la cultura rave eternamente joven corriendo por sus venas, echan toda la carne en el asador y nos regalan una adrenalínica y emocionante sesión de baile como broche perfecto del viernes. Con unos visuales lisérgicos y cuidadísima iluminación, un Karl Hyde epicúreo y acelerado, bailando y jaleando sin parar, mientras Smith hace magia a los mandos, comienzan a bombardearnos con un efectivo repertorio que nos estalla, hit a hit, en la cara: de “Juanita 2022” a “Two Months Off”, pasando por la primera parada en “Trainspotting” (96) con una genial “Dark & Long (Dark Train)”. Intercambian protagonismo a los micros y no hay espacio para bajar la velocidad, taladrándonos con “Push Upstairs” o con el adictivo ritmo espídico de la compañera de surcos “Shudder/King of Snake”, hasta llegar al apoteósico y esperadísimo fin de fiesta con una “Born Slippy-Nuxx” en la que la luna se torna bola de espejos para siempre.
La vida no nos da para más y nos arrastramos por los ritmos techno-orientales y tribales de Acid Arab, recorriendo “٣ Trois” (23) y culminando en “Stil”, su clásico más afilado; y nos despedimos con la mezcla fulgurante de estilos de Playback Maracas, reactivando al personal con un cóctel explosivo de post-rock sintetizado y loops infinitos, con aparición estelar de Quentin Gas, acompañando a los catalanes con su personalísimo quejío y rock n roll actitud.
Sábado 2 de septiembre de 2023
La tercera jornada se presenta con el cielo encapotado de nubes y la amenaza de una DANA (chubascos torrenciales) en la recta final… Pero, en Cala Mijas, el arcoíris nunca desaparece y no hay tiempo para preocupaciones cuando reina la música. Los malagueños Ballena nos ayudan a dejar lo gris a un lado, despejando cielos con su arsenal de luminosos hits repartidos en tres álbumes hasta la fecha. Así, con mucho “Fuerteamor” (22) en el aire y un par de paradas en “Navarone” (17) y “Odisea Ballena” (20), comenzamos el sábado, rompiendo el hielo con “Demosgracia” y un “Trío de pedernal” que ya desata esa contagiosa energía y brisa sanadora que tan bien maneja y define a la banda malagueña. Las guitarras crujen y sueltan chispas de power pop en “Torre de control”, desde donde atisbamos señales que nos guían, alcanzando velocidad de crucero y encadenando pistas ganadoras de su tercer y mejor disco hasta la fecha: de la melancolía resplandeciente de “Máquina del tiempo”, al mar en calma de “Dolores” o la “Juntos” cantada por Sixto, hasta llegar a una celebrada “MApH”, quemando las naves todos a una, amando fuerte y con Miguel dejando claro el sentimiento agradecido de una banda que viene de vuelta y aún le quedan muchas cimas futuras por conquistar: “Y no podría estar mejor que estoy hoy con vosotros… Y sé que somos fruto del amor, de amarnos fuerte”. Amén, y sobre todo, hagan caso y amen. “La fiesta de Iniesta” cierra una gozosa actuación en el escenario Sunset, con Miguel de nuevo poseído por el Robert Smith más enérgico, soleado y disfrutón.
De Málaga a Granada en dos paradas: la recta final en el escenario Victoria, donde Javier Bolívar (antes líder de Aurora), acompañado de una expansiva sesión rítmica y sintes atmosféricos, nos presenta “Territorio” (23), envolvente debut indie-electrónico de Niños Luchando, dejando muy buen sabor de boca entre los presentes; a la feria y jolgorio que montan en un abarrotado escenario principal La Plazuela, desplegando todas sus artes y sacándole brillo a cada tema de su también primer largo “Roneo Funk Club” (23), a ritmo de colombianas, bulerías, tangos, electrónica y mucha actitud cañí. De “La Ida” a “La Vuelta”, pasando por “La Primera Helá”, “Péiname Juana” o “Tangos de la Copera”. Pura fiesta y alegría para caldear el sábado de una vez por todas.
En Cala Mijas Festival reinan los contrastes y una cuidada eclecticidad que, en su última jornada, queda muy patente, de principio a fin. José Gonzalez es el encargado de parar el tiempo con esa maestría y naturalidad que rezuma por cada poro, realizando un concierto muy especial en el que, sentado en una silla y acompañado sólo de su guitarra acústica (a excepción de “Broken Arrows”, donde el trompetista Javier Romero comparte brillo, más unos coros y palillos que vienen y van desde bambalinas), desatando una continua lluvia de perseidas a las seis cuerdas en cada tema. Estamos de celebración, el bellísimo “Veneer” (03), su debut discográfico, cumple 20 años y nos lo regala en su totalidad. Sensibilidad, emoción y maestría a raudales. Hermosas y cegadoras suenan especialmente piezas como “Crosses”, “Hints” y “Heatbeats”. Como “extra delicatessen”, el sueco, de hondas raíces y heridas argentinas, desnuda y hace suyas un buen puñado de versiones/masterpieces, entre las que destacan las interpretaciones del “Love Will Tear Us Apart” de Joy Division y el “Teardrop” de Massive Attack, además de rescatar la bellísima “El Invento”, primer tema que compuso en español.
La tromba de contrastes continua y pasamos de puntillas por Duki, que tiene el escenario principal a reventar de generación z, un público completamente entregado que canta y baila cada hit del argentino, pistas que van, con sus propias palabras, del “trap al rap o el reggaeton, y a veces cosas raras”. Dejamos atrás un Sunrise que escupe fuego y nos adentramos en un escenario Sunset que nos encandila con la emocionante Ethel Cain a corazón abierto sobre las tablas. La joven artista americana despliega, en un show corto y con algún que otro problema de sonido, la emocionante y desgarradora historia con la que teje su imprescindible “Preacher’s Daughter” (22), empapado de reverb místico y azufre, de folk-pop y atmósferas dream, con parpadeantes zarpazos rock y grunge; con cierto halo al Springsteen más profundo y a medio camino de Lana del Rey, PJ Harvey por momentos, la Taylor Swift de “1989” (14) y, claro, Florence Welch, su primera gran valedora y apoyo, con la que grabó el “Morning Elvis” en directo y que, justo ayer 1 de septiembre, volvieron a cantar juntas en Lisboa… Hoy no tendremos esa suerte. Con estos mimbres, Ethel Cain toca siete canciones de su mejor obra en su primera visita a España. Del sobrio inicio, con la conmovedora “A House in Nebraska”, con una espléndida interpretación que ya nos inmoviliza y atrapa hasta el “Sun Bleached Flies” final, a una “American Teenager” que enciende a las numerosas y numerosos fans que vibran en las primeras filas. Las raíces americanas se desbordan en el country amoroso de “Thoroughfare”, mientras la respiración se nos entrecorta y nos araña por dentro en la doliente y valiente “Hard Times”. Le seguiremos la pista y la esperamos para disfrutarla en condiciones.
Casi sacrificamos en su totalidad a Metronomy por Ethel Cain, pero escuchamos de lejos la siempre espléndida locura de “The End of You Too” y llegamos a la parte final del show, donde apreciamos un sonido menos funky y sintetizado que de costumbre, más rockero… Se me atraganta una desdibujada “Insecurity” y ya sólo me conecto a saltos, sobre todo con piezas indestructibles que están por encima del mal y el bien, como una “The Look” con la que me despido, para poner rumbo bajo su estela sonora al escenario principal, al encuentro con la estrella pelirroja y la banda que más iba a brillar en este Cala Mijas Festival 2023, Florence and The Machine.
El viento y las nubes negras se acercan peligrosamente en la noche oscura, pero, parafraseando al gran Miguel Hernández, “hay un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida”. La presencia de Florence Welch se nota en el ambiente, Khaleesi élfica que no necesita dragones para volar y arrojar fuego mientras brinca y flota descalza. Hoy, en el último concierto de su gira mundial “Dance Fever”, luchará y vencerá a esa DANA que amenaza con acabar antes de tiempo con el baile. Aún digiriendo el gran susto de las semanas previas, por una operación de urgencias que, en un comunicado y palabras de la propia artista: “ha salvado mi vida”, la obligó a suspender los conciertos del 25 y 26 de agosto, Zúrich y París, a una semana de su actuación en este festival. Se acercaba la fecha y, días antes, en otro comunicado, Florence decía que estaría sin problemas en los dos últimos conciertos, Lisboa y Málaga, que igual no podría saltar y estar tan activa como de costumbre, pero que bueno, esa energía la podríamos poner nosotros en cada canción.
Florence and The Machine
Una especie de último ritual pop-rock se acerca, con velas y un atrezzo que hace imaginarnos el escenario como una especie de santuario… De la misa negra/roja de Nick Cave del pasado año, a la misa blanca o dorada de este, del sacerdote Cave, a la sacerdotisa Welch, del ser del inframundo, a una hada o semidiosa perdida en un bosque de luces y sombras que ella misma ha creado. Diferentes mundos, pero fuegos comunes e intensidades genuinas que necesitan la conexión total con el público, absorber vampíricamente su energía para vaciarse sobre las tablas como si fuera la última noche en la Tierra, una y otra vez y vuelta a empezar. La expectación es máxima y se codea con The Strokes por ser el concierto más multitudinario. Se hacen de rogar y, tras 15 minutos largos de espera, sale y saluda su potente banda, tomando posiciones antes de que aparezca la jefaza… Rugido colectivo en forma de ovación, sale a escena la reina descalza, sin corona y con un vaporoso vestido, quizás mágico en contacto con su piel… Comienza la ceremonia, el ritual, la fiebre que desatará poco a poco el baile con una “Heaven Is Here” que sirve como intro celestial, seguida de la maravillosa “King”, latido y alma de su notable último disco, “Dance Fever” (22), canción que concentra la esencia de fuego de Florence & The Machine, desatando una mágica y real comunión, armónica e instantánea entre la música que brota de su garganta con las cerca de 40.000 personas que se funden en una sola, extendiendo su mano para salvarse mutuamente. Sensibilidad a flor de piel, desde el primer tema hasta el último, casi una veintena de sanadoras canciones, repletas de giros dramáticos y aceleraciones épicas que crecen y crecen, con una banda que la acompaña en segundo plano, como una sombra dorada que no necesita estar visible para sentirse como un relámpago que la ayuda a abrir el cielo en dos. Sigue floreciendo el poder femenino por allí donde pisan sus pies y llega su garganta, bajando del escenario y correteando (como siempre, totalmente recuperada) por las primeras filas, fundiéndose en cada lágrima de sus fans y en cada sonrisa, abrazándose, subiendo a la valla y sosteniéndose mutuamente, cantando a viva voz, desgranando su último disco (sonarán hasta ocho de las trece canciones que lo conforman): de la liberadora “Free” a “Dream Girl Evil” o “Prayer Factory”, pasando por algunas de las mejores piezas de sus anteriores discos, como “Ship to Wreck”, joya de la corona de “How Big, How Blue, How Beautiful” (15) o una empoderada “Hunger” del “High as Hope” (19) que interpreta con todas sus fuerzas.
Toma aire y enciende más de una estrella con el hermosísimo vaivén de “Morning Elvis”, para pasar a abrir camino a base de puro amor y luz a borbotones con ese “You Got the Love” que ya es más suyo que de Candi Staton, seguida de una fulgurante recta final en la que nos regala la eternidad y un día con clásicos inmortales de su cancionero: una “Kiss With a Fist” que alegra hasta el corazón más sombrío, el himno “Dog Days Are Over” que ilumina de felicidad esos miles de ojos, humedecidos y brillantintos, que siguen cada unos de sus brincos infinitos; más una tercera pieza seguida de aquel deslumbrante debut, “Lung” (09), una “Cosmic Love” que vuelve a dar en el centro latiente de la diana, para apurar un penúltimo baile colectivo con “My Love”.
Reaparecen con tres rayos finales que terminan por alejar la DANA y dejan la sombra vencida: una intensísima “Never Let Me Go”, los fuegos artificiales de “Shake It Out”, ambas piedras (diamantes) angulares de aquel segundo “Ceremonials” (11), y sella el final del ritual de despedida con “Rabbit Heart (Raise It Up)”, un hasta luego en forma de hechizo que consigue cambiar “el corazón de conejo por uno de león”, fuerte e invencible, en cada pecho que lo necesite.
Belle and Sebastian
Hay que quitarle intensidad a lo que queda de baile y nos pasamos brevemente por el escenario Sunset, con Baiuca y los suyos, haciendo que la electrónica de raíces y folclore gallego no deje pie sobre el suelo. Pero, tenemos cita con una banda amateur de Glasgow… y volamos rápidamente en busca del último gran cancionero de esta segunda edición de Cala Mija, de la mano de los escoceses Belle and Sebastian, con un simpático y bailongo Stuart Murdoch en estado de gracia al mando, que, nada más salir al escenario, le da las gracias a Florence por abrir para ellos. Así, nos enganchan desde el primer momento a uno de los conciertos más efectivos y disfrutables de esta tercera jornada, sacándole brillo a clásicos revitalizados por una banda de geniales multiinstrumentista y voces cruzadas que suena mejor que nunca: de nuevo pura luz desde el “Step Into My Office, Baby” inicial, pasando por temas que querríamos que no terminaran nunca, como la fantástica y atemporal “Another Sunny Day”, o la juguetona belleza de una “Sleep the Clock Around” a la que nos aferramos con uñas y dientes para no dejarla escapar, con la banda al completo derrochando maestría y sentimiento a partes iguales. Murdoch ficha por el Málaga F.C. en la recta final (luciendo camiseta) y, aunque sacaron un muy buen disco a principios de año, “Late Developers” (23), que gira en torno a cómo deberíamos asumir la madurez y degustar sin miedo el paso del tiempo (ahí lo dejo), solo eligen una de sus canciones, la muy potente y adictiva “So in the Moment”, con Stevie Jackson ganado protagonismo a la guitarra y en las partes vocales. Se despiden con la efervescente “The Blues Are Still Blue”, siendo fieles a su sonido y forma de hacer las cosas. Está claro que “el azul seguirá siendo azul”, que Belle and Sebastian seguirán siendo Belle and Sebastian, y que, allí donde toquen, iremos a verlos.
Guillaume Alric y Jonathan Alricl (primos), The Blaze, remarcan ese ADN electrónico que flota libre y se entremezcla con otros sonidos, géneros y tendencias en Cala Mijas. El dúo francés, con sus cuidadas, sentidas y melódicas composiciones techno, más retazos de house progresivo repleto de bucles, bajadas y crescendos mil, nos atrapan a la primera, con un extra de cuidados visuales muy cinematográficos y un efectivo juego de luces. Desgranan su ultimísimo “JUNGLE” (23), del que suenan hasta cinco temas, destacando la inicial “Haze”, con un latido de bajo que funde la madrugada con el amanecer en un parpadeo, o ese radiante y onírico laberinto serpenteante de “Dreamer”. Con todo, nos quedamos con el trío ganador elegido de su anterior largo, “Dancehall” (18): la mística envolvente de “Heaven”, esa “She” que se te mete en la cabeza y ya no sale, y una “Queens” final, expansiva, mántrica y rebosante de ritmos tribales.
Rozamos las cuatro de la mañana y la vida no nos da para más, pero sigue el baile y el ritual con Arca, cerrando el festival tras su altar de flores/mesa de DJ y unos visuales rompedores. La artista venezolana, Alejandra Ghersi, comienza con un DJ set de más de media hora, para pasar luego a interpretar “Prada”, un fantasmagórico reguetón que hace que hagan twerking hasta las nubes, descargando una fuerte, pero corta tromba de lluvia sobre el recinto; fundiendo el perreo espectral con “Rakata”, más la guinda de electrónica intergaláctica, gozadera y folclore mutante de “El alma que te trajo”, dejando a las/los calamijers que quedan en pie, totalmente “despelucaos” hasta la próxima edición.
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