Emoción y diversión se funden en una exitosa primera edición de Cala Mijas, con más de 100.000 personas repartidas a lo largo de tres días de música intergeneracional para el recuerdo.
Cruzamos el arco iris de bienvenida y recorremos un extenso terreno preparado con mimo para el disfrute sonoro, rodeados de un entorno natural en el que se dibujan montañas y el atardecer rosado se mezcla con luces repartidas por las lomas. Todo funcionando a pleno gas y sol, hasta altas horas de la madrugada, del escenario La Caleta, donde los árboles dan como fruto bolas de espejos con aroma a rave, a los tres principales: Reanult, Victoria y el Sunrise, por donde pasaron y dejaron más que huellas los cabezas de cartel del festival.
Jueves: Monos Árticos y electrónica gourmet
Nuestro recorrido del jueves comienza “Tumbado(s) en el jardín viendo el atardecer”, con Sen Senra apuntalando estrellas en el cielo a base de “Corazón cromado” (21) y hits de “Sensaciones” (19) a flor de piel. De “Nos dará alas” a “Perfecto”, hasta rematarnos con una “Ya no te hago falta” coreada por todos.
Antes y después, disfrutamos de la elegante y camaleónica Róisín Murphy, que rezuma a cada paso clase, sensualidad y pegadiza electrónica a fuego lento a partes iguales. Si nos tiene comiendo en sus manos desde la inicial “Something more”, con canciones de Moloko como “Cannot contain this” o “Sing it back”, provoca las primeras quemaduras de la noche.
Pero si había un nombre que sobrevolaba muy alto en la primera jornada de Cala Mijas, con expectación creciente y un ejército de fans con ganas de dejarse la voz en cada tema, ese era Arctic Monkeys. La banda británica capitaneada por un Alex Turner cada vez más cómodo en su lado crooner, no tocaban en España desde 2018 (Mad Cool y Primavera Sound), así que estábamos ante una oportunidad inmejorable para verlos en acción. Además, con la cuenta atrás del lanzamiento de “The Car” (21 de octubre), su esperadísimo séptimo álbum de estudio, la actuación de la banda de Sheffield en el escenario Sunrise, se antoja como una de las últimas oportunidades de verlos antes de que refresquen repertorio.
Estamos cerca del mar y, como el vaivén de una ola gigante que se acerca a cámara lenta, imposible de esquivar, nos engullen los seductores acordes de “Do I Wanna Know?” y ya no existe nada más que Turner y su banda. Justo en el siguiente parpadeo, “Brianstorm” a quemarropa y locura colectiva. El sonido (perfecto durante todo el festival) corta el aire y la banda nos pasa por encima como una apisonadora, una y otra vez, con cortes explosivos, sobre todo los de sus primeros tres trabajos, como la rítmica “Crying Lightning”, la oscuridad resplandeciente de “Potion Approaching” o la punzante “Pretty visitors”, todas de su tercer álbum, “Humbug” (09), del que también nos regalan y mecen con “Cornerstone”, donde ya se podía intuir el ADN crooner que florecería en Turner, años después, en “Tranquility Base Hotel & Casino” (18), última obra de la banda hasta la fecha, del que rescatan esta noche la titular y la jazzística y soulera “One point perspective” en los bises.
Nos adelantan y nos cala el regusto retro de “I ain't quite where I think I am”, y la cara más salvaje de la banda continúa con la tromba eléctrica de clásicos que no nos deja tocar el suelo, como “The View from the Afternoon”, una magnífica interpretación de “Do me a favour”, que acelera y rompe en intensidad como nunca, o el himno “I Bet You Look Good on the Dancefloor” en el que tiembla Mijas de punta a punta.
Dejan marca las pegadizas y sugerentes “Why'd You Only Call Me When You're High?” y “Knee sock”, y con “505” se alcanza otra cima emocional de la velada en su parte final. Cierran con dos más del sobresaliente “AM” (16), una contundente “Arabella” (con el “War Pigs” de Black Sabbath zigzagueando en el aire) y la siempre apoteósica “R U Mine?”, colofón de un show enérgico que conquista tanto al público nacional y local, como a los numerosos fans británicos que viajaron para la ocasión y a los que son vecinos del municipio (en Mijas conviven más de 8000 ingleses).
The Arctic Monkeys
Aunque muchos abandonan el recinto tras los Arctic (acto que se repetirá el sábado al finalizar su actuación Liam Gallagher), el escenario Victoria comienza a llenarse para sentir la emotiva y vibrante electrónica de Chet Faker, que nos hace bailar y eriza la piel con la misma facilidad. Solo en el escenario, con sus sintes, teclados y loops envolventes, a la guitarra o bailando, micro en mano. Intimista, expansivo, mántrico y festivo, todo en un directo hipnótico de principio a fin. Del “Get high” con el que nos gana de inicio, al latido funky de “Feel good”, pasando por dos interpretaciones en las que nos habríamos quedado especialmente en bucle, hasta que terminara este verano o incluso a la espera del siguiente: una mágica “Drop the game” que grabó con Flume, con un tarareo que nos cala hasta los huesos, y la belleza deslumbrante de una “I’m into you” que aún nos persigue.
Volvemos levitando al escenario Sunrise y Simon Green, más conocido como Bonobo, tarda segundos en dibujarnos una sonrisa en la cara, haciendo bailar hasta al que creía que ya no tenía fuerzas para continuar la partida. Un brutal despliegue instrumental de músicos sobre el escenario, destacando las percusiones y una apabullante sesión de vientos, se funde con la electrónica empapada de sonidos étnicos y tribales que Bonobo crea, mezcla y funde desde el centro de las tablas, al bajo, voces y sintetizadores. Downbeat orgánico y espacial, onírico y chamánico que te acelera las pulsaciones sin que te des cuenta. La mitad del repertorio se basa en su aún humeante y espléndido “Fragments” (22), del que brillan y echan chispas temas como la adictiva “Rosewood”, “Shadows” o “Tides”, estas dos últimas junto a la vocalista Nicole Miglis en escena.
Bonobo
De “The North Borders” (13) solo suena la muy percusiva “Cirrus”, seguida de una resplandeciente “We Could Forever” de “Black Sands” (10), agitando la madrugada y preparando el terreno para otro de los momentos inolvidables de esta primera edición: Aparece sobre las tablas Nicholas James Murphy, Chet Faker, para volver a dejarnos una muesca en el pecho con el “No reason” que grabó junto a Bonobo en el estudio para “Migration” (17), del que también nos estalla en la cara la supernova sonora de cierre, “Kerala”. Flotando volvemos a casa.
Viernes: De Nick Cave a la eternidad
Queralt Lahoz nos recibe con “el mejor de los pecados y las bendiciones”, desgranando su “Pureza” (21) impura, rebosante de flow y raíces que florecen de “De la cueva a los olivos”. Flamencura y rap del bueno, el que escupe con dulzura venenosa esta nueva niña de fuego, reconquistando a pleno sol a valientes fans y nuevos seguidores con piezas ganadoras que van de la mecha encendida “Con poco”, pasando por las más copleras y sentías “Si la luna quiere” o “El tiroteo”, de esencia lorquiana, que termina de subir las temperaturas de la tarde, a base de imaginar “todos los lunares” y jaleo.
Otra de las mejores voces femeninas del momento nos espera en el escenario principal Sunrise, donde tocará poco después el indiscutible jefazo de esta edición y de cualquier otra… Es turno para Maria Arnal i Marcel Bagés, hoy en formato trío, junto al productor y músico David Soler sobre el escenario. El dúo catalán, con dos de los mejores discos nacionales de la última década bajo las alas, “43 cerebros y 1 corazón” (17) y “Clamor” (21), nos ofrecen un directo que comienza a resquebrajar el cielo y a arañarnos el pecho, despertando la tormenta de emociones que se avecina. Raíces espaciales y reivindicativas, pop mutante y electrónica onírica envuelta en riffs huracanados, loops, distorsiones y balaceras de beats por los que trepa hacia el cielo, como una enredadera de neón, las cuerdas vocales de Arnal. No falta la voz a los sin voz con “43 cerebros y 1 corazón”, con un “silencio” que calla y marca a los presentes, la también reivindicativa y compañera de surcos “Canción total”, con Marcel rasgando las cuerdas hasta reventar nubes y hacer que caigan los primeros goterones, o esa joya entre las joyas, la hermosísima “Tú que vienes a rondarme”, con Maria más allá del bien y del mal. De “Clamor” suenan e impactan en el centro de la diana canciones al alcance de pocos como “Milagro”, “Ventura” o la sensualidad lynchiana de “Fiera de mí”. Ojalá Warren y Nick hubieran visto el show, seguro que les habría encantado.
Meute
Antes del apocalipsis, nos pasamos por el escenario Victoria, donde Meute pone patas arriba el viernes y colorea los nubarrones con su rebosante y contagiosa energía. Una propuesta que se mueve en esa encrucijada carnavalera donde una big band de Nueva Orleans se funde y mezcla entre la gente, con ritmos electrónicos creados a golpe de batería o vientos mil. El atardecer se convierte en verbena techno y el sol, que no se quiere perder la fiesta, se aferra con uñas y dientes al horizonte.
Todo está preparado, hasta la naturaleza pone su parte de atrezzo al teatro más verdadero, al vital, con viento fuerte que levanta y expande violentamente el polvo en Cala Mijas, mezclándose con gotas de lluvia en una cada vez más emocionante y tormentosa oscuridad… Porque la vida duele y un predicador australiano nos ametrallará en pocos segundos con su liturgia pagana, recordándonos en todo momento que, entre lágrimas (“cry, cry, cry!”), respiramos (“breathe, breathe, breathe!”) y un hilo de luz y amor late (“boom, boom, boom!”), abriéndose paso entre las tinieblas. Un Nick Cave a tumba abierta y unos Bad Seeds estratosféricos, a los que se suma una nueva multiinstrumentista y un coro gospel que sigue perfeccionando aún más la fórmula, nos ofrecen, sin lugar a dudas, uno de los directos más descarnados, intensos y emocionantes de nuestras vidas. Es cierto que los fans fuimos los que más lo gozamos, pero también evangelizó a muchos otros y otras que no lo conocían, alcanzando una catarsis colectiva en varios momentos de un show que bien podría haber sido la banda sonora de la última noche en la Tierra.
Sabe que hay heridas que nunca cicatrizarán y que solo el calor humano (extenderá su mano en busca de otras y se dejará caer sobre el público, que los sostendrá en todo momento, canción a canción), compartiendo sus penas y duelo a corazón abierto, podrá hacer más llevadero el sin sentido cruel que le tocó vivir y al que nadie está a salvo. Recordemos que desde 2016, tras la trágica muerte de su hijo Arthur, de 15 años, intenta, disco a disco y concierto a concierto, exorcizar los fantasmas del dolor por tan amarga pérdida. Y, cuando parecía que estaba venciendo a sus demonios, de nuevo los dioses marcaron con sangre el guion del destino de este ángel caído: El pasado mes de mayo, muere otro de sus hijos, Jethro, de 31 años. Así, un Cave airado y rebelde sale en busca de amor y perdón con una “Get ready for love” que mueve y destruye montañas, seguida de “There she goes, My beautiful world”, con el coro y la banda al completo ayudándolo a renacer de sus cenizas. El cielo sobre Mijas aguanta la embestida y rompe por dentro con una “From her to eternity” tan cruda, pasional y doliente, como aquella que grabó en su primer disco del mismo nombre junto a los Bad Seeds, o la de aquella inolvidable escena final de la película de Wim Wender, “El cielo sobre Berlín” (87). Los nudos en la garganta se multiplican y las lágrimas buscan la fuga perfecta de nuestros ojos. Nos da una “tregua” y nos mece al piano en una “O Children” con aroma a misa, hechizo y redención, con la banda al completo levitando, seguida de la muy sanadora y luminosa “Jubilee street”, con Nick contoneándose y llenando cada vacío con la gravedad de su voz, para después salir corriendo como un tornado que “empuja su propia rueda del amor” y, tras darle una patada a la banqueta de piano, lo toca de pie mientras canta eso de: “I'm transforming, I'm vibrating, / I'm glowing, I'm flying, / Look at me now!”. Y sí que lo vemos, vuela muy alto con alas de fuego. Siempre elegante, sin tan siquiera salírsele la camisa del pantalón del traje, da igual que patalee en el aire o no deje de correr por la pasarela a sus 64 años, conectando en todo momento con su público. Es de otro planeta o es más humano que todos nosotros juntos, un ser único en ese selecto club de los irrepetibles, que desprende magia y misterio con el simple respirar.
Nick Cave & The Bad Seeds
Nos termina de arañar el alma con la sobrecogedora “I need you” que le dedicó a su hijo perdido en la obra maestra “Skeleton Tree” (16), el decimosexto álbum de estudio junto a The Bad Seeds, seguida de una también bellísima y doliente, pero más luminosa, “Waiting for you”.
De la recta final nos quedamos con todo, empezando por la posesión y exorcismo en “Tupelo”, con la sombra de fiereza deudora de aquellos primeros The Birthday Party, sumando la buena nueva del nacimiento de Elvis y su particular universo bíblico y poético, deambulando entre el mito, el rito y la pesadilla. Tridente de clásicos eternos a continuación: la ahora televisiva y popular “Red Right Hand”, en la que ayuda a subir a una chica a la pasarela y baila junto a ella; la energía contenida de una “The mercy seat” que retumba e implosiona a cada fraseo, y la pegadiza “The ship song”, en la que encontramos un oasis de calma mientras Cave vuelve a mecer y recolocar estrellas en el cielo a su antojo.
Sin darnos cuenta, nadamos y nadamos mar adentro en la oscuridad del sueño febril de una gigantesca e hipnótica interpretación de “Higgs Boson Blues”, donde Robert Johnson sigue haciendo pactos con olor a azufre, mientras “Hannah Montana does the African Savannah” y Miley Cyrus flota en una piscina en Toluca Lake, con Cave quemando las naves, susurrando y envolviéndonos con una lengua de fuego que parece manar del centro de la Tierra.
Cave hace saltar chispas a la armónica y “you better run”, avivando las ascuas en una desenfrenada y afiladísima “City of refuge”, que gana enteros en directo, al igual que el tema de cierre, un “White Elephant” celestial que inyecta algo de esperanza y alivio en la tristeza y el dolor. Canción del “Carnage” (21), último trabajo junto a su “hermano” Warren Ellis, pieza indispensable en la banda (inconmensurable durante toda la velada, al violín, eléctrica y dirección) y apoyo clave en este duelo musical y vital que Nick Cave afronta de frente, renaciendo y volviendo arder en cada concierto.
¿Cómo no querer un trago más de eternidad? Lo pedimos a gritos y se nos concede, y no uno, sino cuatro bises: Una desnuda “Into my arms” al piano que para y funde el tiempo; cegadora versión de “Vortex”, recuperada en el segundo capítulo de caras B y rarezas que subraya (nos dice que nosotros somos su vórtice) la vital necesidad de Cave en compartir hasta la última gota de sudor de su arte para encontrar comunión y fundirse con el público: “When my love comes down, / Down to see you… / I just want to hold your hand, / I got, I got no other plans”. Seguida de la espectral, pero luminosa entre sus grietas, “Ghosteen”, para desembocar, ahora sí, en el llanto sanador final con la mágica “The Weeping Song”.
Después de esta imborrable intensidad, no queda otra que respirar y seguir aprovechando el tiempo que nos queda. Eso hacemos, primero bailando con el sabor latino y festivo de Bomba Estéreo, y luego colocándonos detrás del azul y rojo de unas gafas de 3D para continuar el baile robótico con los míticos Kraftwerk, pioneros de la electrónica que ofrecen su clásico show visual aderezado de hits como “Computer Love”, “The Robots” o “Music Non Stop”.
The Chemical Brothers
Pero si había una banda encargada de no dejar títere con cabeza en la madrugada y hacernos bailar hasta el infinito y más allá, esos eran The Chemical Brothers. De “Block Rockin’ Beats”, al “Galvanize” de cierre. Pura adrenalina desatada, locura y disfrute entre un público intergeneracional totalmente desatado. Con unos visuales marcianos impresionantes y robots de cuatro metros contoneándose en el escenario, revientan de diversión el viernes, entre cañonazos de confeti y lluvia de balones hinchables. Hasta padres bailan con sus hijos en brazos temas como MAH o el apoteósico “Hey Boy Hey Girl”.
Bajamos las pulsaciones y sigue el baile con Hot Chip, que traen disco nuevo bajo el brazo, “Freakout/Release” (22), pero, aunque nos encantaría quedarnos, el cuerpo nos dice que necesita descanso y tras los primeros temas, “Flutes”, la flamante “Down” y “Hungry child”, nos retiramos a casa, con los ojos hinchados y el corazón contento.
Sábado: Regreso al Brit-Pop con Liam Gallagher
El último día de un festival siempre cuesta arrancar, pero, aunque no llegamos a Soleá Morente, si nos llega el eco de sus canciones en el aire y el disfrute de sus fans en el ambiente. Nuestra parranda final comienza con Fuel Fandango, con una Nita espectacular y Ale a los mandos de la nave junto a la banda, dándolo todo sobre las tablas. Nunca fallan en directo y tienen perfeccionado uno de los shows más enérgicos y disfrutables del panorama nacional. Con un extenso cancionero repleto de hits que más de una banda internacional de relumbrón habría dado sus dos manos por firmar, hacen que miles de seguidores bailen y suden a pleno sol. De “Toda la vida” a “Huracán de flores” o “Salvaje”, pasando por “Iballa”, de su recién salido del horno EP colaborativo “Romances” (22).
Antes de que Nathy Peluso haga temblar el escenario principal con un espectáculo rebosante de energía y sensualidad empoderada, nos quedamos con la matrícula de la joven sudafricana Alice Phoebe Lou, grato descubrimiento que pillamos de casualidad, como esa brisa que no esperas. Una suerte de luminoso indie-folk-pop que refresca el ambiente.
Nuestra siguiente parada obligada es James Blake que, en formato trío, nos conquista con esa sensibilidad electrónica que desprende como nadie. Solo necesita unos pocos compases de “Life round here” para hipnotizarnos, con cada minimalista beat que late en el aire y con esa voz doliente y cegadora. Entre él y Chet Faker está la corona electrónica más sensible y preciosista de esta edición, firmando uno de los conciertos más íntimos y expansivos al mismo tiempo. Hace suyas el “The limit to your love” de Feist y el “Godspeed” de Frank Ocean de cierre, dejando previamente quemaduras en la piel y estelas luminosas en el aire con “Love me in whatever way” y una “Say what you will” cantada por todos.
Liam Gallagher
Las camisetas de Oasis y gorritos que pusieron de moda los hermanísimos del brit-pop, son multitud en esta jornada final y se agolpan, expectantes, en el escenario principal. Como pasó el primer día con los Arctic Monkeys, los asistentes ingleses son multitud y llevarán el mando del karaoke de clásicos que se viene. Sale a escena Liam Gallagher con anorak floreado con capucha y la actitud chulesca que le caracteriza, recién llegado del homenaje a Taylor Hawkins en Wembley, donde cantó horas antes de aterrizar en Mijas “Rock n Roll Star” y “Live forever”. Nos conecta tres rabiosos y eléctricos hits de Oasis y ya nos tiene en su bolsillo: “Morning Glory”, “Hello” y “Rock n Roll Star”. Respaldado por una banda de relumbrón, con coristas y hasta tres guitarras, prosigue el show por sus discos en solitario con una vibrante “Wall of Glass”, una pesada y rocosa “C'mon You Know” y una coreada (por el público inglés en mayor parte) “Better Days”. Y da igual que se ponga la capucha y casi no se le vea la cara, tiene la voz intacta y nos retrotrae a nuestra adolescencia/infancia, con los recuerdos atropellandose en nuestra cabeza al son de una emocionante “Stand by me”, con la afiladísima hoy y siempre “Roll it Over” y en una “Slide away” que nos termina de dar alas y ya nadie vuelve a tocar el suelo. Remata la jugada ganadora con el “Soul love” de Beady eye.
Dos más de su último “C’mon you know” (22), la titular, con una marcada batería y coros, y la pegadiza, empapada de psicodelia funky, “Diamond in the dark”. Antes del póker final nos rendimos a una “Once” que reluce como nunca, con Lennon aplaudiendo fuerte desde algún lugar. Y tocados y hundidos: “Cigarettes & Alcohol” que desata baile y desmadre, el karaoke total con “Wonderwall” y “Live forever”, y el descorche final con “Champagne Supernova”. Y es que, aunque tenga más tonterías que un árbol de navidad, sigue siendo la voz a batir del brit-pop.
Pasamos por un lleno hasta la bandera escenario Victoria, donde Love of Lesbian toca en ese justo instante “Incapacidad moral transitoria”, y buscamos nuestras dos últimas dosis de electrónica, primero con Caribou, con los que bailamos piezas de un magnetismo brillante en la oscuridad, como “Odessa”, la adictiva “Never come back” o un intenso “Can’t do without you” que bien podría haber sido el cierre perfecto de nuestra edición. Pero no, el dúo noruego Röyksopp y las coreografías de sus bailarinas y bailarines, nos hace renacer una vez más de nuestras cenizas, con su teatralidad y downbeat lleno de aceleraciones y giros, pasando del trip hop, al dance más desenfrenado. Cimas con “Monument”, “I had this thing” o, ahora sí, el “Do it again” que sirve de broche para nuestro periplo por esta sobresaliente primera edición de Cala Mijas. Estamos seguros de que, el año próximo y los siguientes, cuando se acerque septiembre, las lomas de Mijas se volverán a llenar de bombillas, resonará la mejor música y de sus árboles florecerán bolas de espejos.
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