A la espera de unos nuevos locos años 20 que se están haciendo de rogar, C. Tangana ofreció en su club un espectáculo a la altura del fulgor de la década homónima del siglo pasado. El Madrileño y su séquito de más de 130 personas brindaron a un Bizkaia Arena abarrotado un concierto que corresponde a la ambición y los números comerciales que está cosechando su reinvención como artista. Jorge Drexler ha definido este último disco como “una mesa de la concordia” por la cantidad de géneros, generaciones, artistas y disciplinas artísticas que ha sido capaz de juntar. Todo un hito, y más “Sin cantar ni afinar”, como indica el nombre del tour.
Como el club en el que se reúne el trío de “Uno de los nuestros”, o más bien como el de las fiestas de Ava Gardner en la “Arde Madrid” de Paco León. El show presentó una puesta de escena de película con steady cams y una realización exquisita que demuestra el gusto del artista por el cine y su comprensión de la preponderancia actual de lo audiovisual. Era imposible no mirar a las pantallas cuando Tangana apareció por primera vez en el escenario. Empezó con un tema de su pasado como Crema para rápido emprender el viaje al presente. En un primer tramo que fue del corrido mexicano de “CAMBIA!”, que sonó épico acompañado por la tuba de Luis Mari Moreno, Pirata, a la bachata de “Ateo”.
“No me da miedo luchar, por tanto triunfaré” entonaba el cantaor El Bola, al que dieron mucho espacio y emocionó en más de una ocasión. Se acercaba la hora de sentarse en la mesa con Niño de Elche, La Hungara y el resto de ilustres que le acompañaban, pero antes el ex Agorazein reflexionó sobre la montaña rusa de la fama en “Nominao” y puso al BEC a corear “Campanera” en “‘Demasiadas Mujeres”. Quién nos lo iba a decir.
Como en el vistísimo Tiny Desk la sobremesa arrancó con la rumba alegre del “Me maten”. Para luego dar pie a un popurrí que puso a bailar y a cantar al variado público: “Noches de Bohemia”, “No Estamos Lokos”, “Corazón Partío” y hasta “Aunque tú no lo sepas” de Quique González. Lo dicho, todo cabe en la mesa de Pucho. Rota la sobremesa, el gentío botó con los ecos de rap USA de “Tranquilísimo” y la explosión de “Llorando en la limo”, precedida de una conversación entre Tangana y el camarero del club que enganchó bien con la audiencia.
La estancia de El Madrileño en Cuba fue más gratificante que la de Michael Corleone. Allí estuvo con Eliades Ochoa para dar forma a “Muriendo de Envidia”, a la que hizo justicia Niño de Elche a falta del mito de Buenavista Social Club. Funcionaron bien “Ya no estoy” y el rock de estadio autotunero de “Hong Kong”; pero quedó discreta ante la magnitud del nuevo material “Antes de morirme”, incluida quizá como un brindis a los fans.
En todos los garitos hay canciones que anuncian la proximidad del cierre, en este caso el honor le correspondió a “Tú me dejaste de querer” y ese riff pegadizo que entró como la seda en el Bizkaia Arena. “El mejor espectáculo de España”, en palabras del frontman, se había ido nutriendo de música de toda Latinoamérica, pero quedaba un último guiño para los amantes del bailoteo: “Suavemente” de Elvis Crespo. Después, la ambición desmedida de “Un veneno” y un cierre por bulerías a cargo de El Bola. Fin de fiesta. Champagne y títulos de crédito. El club de C Tangana es uno al que quieres volver los próximos sábados.
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