Aunque se empeñaran en ello, Built to Spill no sabrían dar un concierto mediocre. Merecidos supervivientes de ese indie electrizante de los noventa que encontró inspiración y razón de ser en el espíritu de Neil Young (y Crazy Horse, naturalmente), puede que ya no sean el mejor grupo en directo del mundo (como, sin duda, lo fueron), pero mantienen el tipo muy arriba, sacan discos excelentes y, lo que es más importante, han conseguido el milagro de interesar a un público joven que se ha enganchado a sus melodías majestuosas; de otra manera no se explica que la muy buena entrada del Teatro Barceló prácticamente doblara a la que se produjo en el mismo recinto dos años antes.
En formato cuarteto, un Doug Martsch casi risueño como no le he visto casi nunca, se multiplicó en labores guitarrísticas ante la ausencia de uno de sus compinches habituales. Así que los trenzados de guitarras marca de la casa fueron forzosamente menos intrincados, y la banda, con un sonido más directo, antepuso las sorpresas de repertorio a las densidades instrumentales (que también las hubo porque son consustanciales a su propuesta).
Los de Idaho recurrieron a más material de aquel enorme “Keep It Like A Secret” que de su reciente y notable “Untethered Moon”, lo que habla bien a las claras de que hacen lo que les apetece. Aunque sonaron algunos de los hits que casi nunca faltan (“The Plan”, “Liar”), se encomendaron a un set inusual en el que dominaron esos medios tiempos marca de la casa (y una poco obvia versión de Bowie), hasta culminar la velada con una apoteósica interpretación de “Broken Chairs” con la que "el tío Neil" habría levitado.
Mención aparte merecen los suizos Disco Doom, que volvieron a acompañarles con un derroche de elegancia.
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