El cartel de sold out colgado desde hacía más de un mes, que se sumaba al colgado en Madrid desde enero, auguraba una velada épica para una Razzmatazz acordonada, como quien dice, por los cientos de seguidores de Bring Me The Horizon y, en menor medida, de Don Broco. Encargados de abrir la noche, Don Broco es uno de esos grupos que dejarían de funcionar si faltase uno de sus miembros. Literalmente. En el momento en que creías que el bajo aguantaba toda la base instrumental, te percatabas que este no sería nada sin lo que, en ocasiones, parecía una tímida guitarra tocando funk. Tampoco sería nada la voz, más pop que rock, de su vocalista. Sin saber si odiarlos o amarlos, sin saber realmente si tocaban pop, rock, funk o rock alternativo, el grupo dejó claro, en una Razzmatazz que ya empezaba a rozar sus topes, que eran una banda de directos tan enérgicos como sorprendentes. No les hizo falta parafernalia como los paneles de luces con los que atacarían poco más tarde Bring Me The Horizon y quedó claro que, de seguir con esa actitud encima del escenario, nunca los necesitarán. Mejor así, desnudos y dejando apreciar cualquier detalle sin cegarse por una columna de humo o un puñado de leds.
Por su parte, Bring Me The Horizon vinieron a Barcelona a sonar. A sonar bien y a deslumbrar con su set de luces y humo. Entre gritos y aplausos, Oli Sykes lideró un espectáculo que rozó la perfección, pero que, sin embargo, quedó lejos de un set próximo. Sin apenas cruzar palabras entre tema y tema, la banda avanzó implacable, con su puesta en escena milimetradamente calculada, a través de un setlist que hizo las delicias de la más nueva generación de seguidores del grupo. Bring Me The Horizon se ha convertido en una banda con la que cantar en directo: los fans llenaron con sus coros Razzmatazz y Oli Sykes fue capaz de aguantar todo el set sin que su voz se resintiera gracias al giro que ha tomado la formación en sus dos últimos trabajos. El metalcore y deathcore desaparecieron: “That’s The Spirit” (15) y “Sempiternal” (13) se impusieron a un “Suicide Season” (08) que pasó casi desapercibido entre los nuevos himnos de los ingleses.
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