Tercera edición del festival Bonus Track, que este año salta desde tierras catalanas a Euskal Herria en un recinto éste (Landako Gunea) tan poco apropiado para acoger tantos miles de personas. El Bonus Track tiene un prestigioso precedente, y es nada menos que el festi Pintorrock, que si no nos equivocamos se celebró entre los años 2011 y 2022 en Tarragona. Sobre el traslado del Bonus Track a Durango, solo podemos decir que toda iniciativa es bienvenida, y una movida de estas características, con grupos tan de primera fila, atrae un público variopinto pero claramente inclinado al rock estatal, al punk rock, el hardcore, ska y otros estilos que tan bien se integran en festivales como el extinto Derrame Rock, el Viña Rock y un largo etcétera.
El cartel era realmente impresionante, aunque quizás se echaron en falta a más grupos que cantaran en euskara. Creemos, también, que hay varios aspectos a mejorar en lo organizativo, aunque seguramente todo se deba al recinto elegido y la imposibilidad de absorver un flujo de casi 8.000 personas en un edificio rectangular tan largo y con una sola entrada y salida. Las instalaciones se convirtieron en una auténtica ratonera tanto para los que querían acercarse un poco al lejano escenario como para los que querían moverse a las barras o los baños, o simplemente salir del recinto. Este último aspecto fue mejorado al abrir los organizadores algunas de las numerosas puertas laterales en el momento que terminaban las actuaciones, aunque el problema volvía a empezar desde cero si se quería tomar algo y volver a acercarse un poco al escenario.
Dicho esto, y ya ciñéndonos al aspecto musical, decir que fue un festival que duró nada menos que 16 horas, empezando a las 10 de la mañana del sábado hasta las dos de la madrugada del domingo. El exitazo de gente fue impresionante en todo el día. Nosotros llegamos a eso de las 13:25 para el concierto de Manifa, que se marcaron un pedazo de concierto. Parece un grupo hecho para este tipo de festival y maneja a las audiencias con maestría. Aunque no hayan inventado nada nuevo, temas como “Dispara” o “Siempre nos quedará París” reúnen lo mejor de este tipo de festivales, también en cuanto a actitud, con un front-man espectacular, una escenografía bien trabajada y muchas ganas de comerse el escenario. Críticas mordaces (“Generación rendida”), ironía a raudales (“Dios salve al Viña”, “A las mariscadas”), los convierten, por una parte, en los mejores herederos de algunas letras de Lendakarisk Muertos, a la vez que no pierden una pizca de agresividad y manejan todo el show con gran seguridad. “El Rey Matatu” fue uno de los más celebrados, y el final con “Incendiaremos la noche”, donde animaron a que se hiciese el wall of death (público chocándose entre sí) supusieron otra de las cimas en este nuestro estreno con la banda de Portugalete. A buen seguro que no será la última.
La posibilidad de ver a Tropa Do Carallo por segunda vez en nuestra vida bien merecía el sacrificio de adentrarse en la masa de gente, aprovechando que parte de esta se retiraba por el único camino por donde podía hacerlo, y a contracorriente cogemos posiciones para no perdernos detalle del show de Evaristo y sus chicos. Estos, casi los mismos que los ultimísimos La Polla Records (los de 2021), presentan ya su segundo disco en una tesitura de lo más estimulante, llena de contrastes que enriquecen la prosa iconoclasta y subversiva de Evaristo. Comenzaron suavecito con “Sálvame patata” y un grupo de chavales animando en primera fila que nos llenan de esperanza de cara al futuro. Eso sí que es admirar a un grupo, unos músicos y un legado. Diríamos que las canciones del primer disco explotaron con más potencia, y es que temazos con estribillos pegadizos como “Solo para españoles” se lo llevaron de calle frente a unos temas nuevos quizás aún no tan conocidos. Aun así, hay que poner en valor canciones como “Heróica”, la festiva “Aloe berga” o las sumamente especiales “En el submundo” o “Para cada mono tenemos un plátano”. Un Evaristo genial y carismático como solo él puede serlo dosificó bien sus fuerzas para gritar luego en pelotazos como “...O esclavos” o “Vente a la mierda”. Yo no cambiaría esta formación por nada del mundo, con el siempre fiel Abel destilando estilo y buen hacer con su bajo, siempre al lado de Evaristo desde los tiempos de los primeros La Polla Records, el batería Tripi, símbolo de actitud y también miembro de La Polla desde la muerte de Fernandito, y los ex Disturbio Alberto y Kako a las guitarras, desprendiendo carisma y buen rollo. Hacia el final, incluso las nuevas “Leña” y “Bar Denas” incendiaron el escenario, con picos de efusividad con temazos del primer disco cono “Simios en armas”.
15:45 de la tarde y queremos conseguir varias cosas cuasi-imposibles en este momento: comprar comida o bebida, ir al baño o salir del recinto. Hay que hacer otra cola, esta vez para que te den una segunda pulsera que te permita volver a entrar. Fuera del recinto, nos buscamos la vida para poder comer algo en algún bareto donde haya sobrado comida a estas horas, algo que, si bien con mucha paciencia conseguimos de alguna manera, nos hace perder parte del concierto de Josetxu Piperrak. Por desgracia, suponemos que los temas propios los tocó en la primera parte del concierto, y nos tuvimos que “conformar” con el repertorio de su banda madre, Piperrak. Bendito repertorio. “Piperrak”, “Kualkier día”, “Demokratzia”, la explosiva “Sartaguda”, “Ke le voy a hacer”... El primer disco de los de Sartaguda (“Arde Ribera”, 1994) domina el repertorio, aunque por fortuna pudimos escuchar “Julián”, del segundo y vigoroso disco “Los muertos de siempre” (1996). La parte final con “Mi primer amor” y “Lepoan hartu ta segi aurrera” fue como para recordarla durante mucho tiempo.
Con esta masa de gente, intentar ver a Su Ta Gar relativamente de cerca se nos antojaba poco menos que imposible, aunque conseguimos llegar hasta la segunda fila. Un repertorio sin grandes sorpresas pero sólido como una roca nos recibió con toda su descarga de decibelios y riffs a toda pastilla. “David eta Goliath” supone una apertura invencible, que si viene acompañada de “Jainko hilen uhartean” (uno de sus mejores temas, auténtica exhibición de fuerza) multiplica por mil su efecto. El show es profesional, con los tiempos perfectamente medidos y coreografías estudiadas, si bien el contacto visual con las primeras filas sigue siendo uno de sus puntos fuertes. Del último disco cayeron tres, las habituales “Enborra” y la despedida con la poderosa “Alarma egoera”, y si bien esta vez no tocaron la balada “Infinitoan”, sí que hubo lugar para “Erraietan betirako”, que no siempre la hacen. Clasicazos como “Nazka” (brutal), “Rotaflexa garraxika” o “Agur jauna” llevan en volandas al cuarteto, para un acelerón final tremendo con “Mari”, “Jo Ta Ke” y “Begira” y la nueva “Alarma egoera”, que a buen seguro se quedará unos cuantos años en el repertorio.
Los responsables del festival tuvieron la genial idea de abrir algunas puertas laterales, por lo que salimos fácilmente del recinto. Entrar, no ya al recinto, que en eso no hubo problema, sino a una zona donde se pudiera ver a los músicos desde una distancia lejana aunque aceptable, fue harina de otro costal. Al igual que con Josetxu Piperrak, nos tocó ver a El Drogas desde lejos, muy lejos, por lo que incidiremos en las sensaciones musicales: por una parte, enseguida comprobamos que, de nuevo, no iba a tocar ningún tema de su carrera en solitario y que todas las canciones serían de Barricada (suyas, por supuesto). Con esto el público no tuvo problema alguno y disfrutó enormemente todo el repertorio, empezando con “La silla eléctrica” y “Esperando en un billar”, para hacer un recorrido de varias fases de su trayectoria hasta el disco “Hombre mate hombre” (“Sean bienvenidos”). El exitazo de público y su participación merecen todos los elogios, así como su nuevo batería, aunque uno ya empieza a echar de menos los temas de El Drogas o La Venganza de la Abuela. Nada de eso importa cuando llevas una carrera tan íntegra como la de Enrique, que encima tiene la capacidad de hacer lo que le da la gana en cualquier momento, sabiendo además de que tiene varios caminos posibles, todos interesantes y todos garantía de éxito.
Teníamos unas enormes ganas de ver a Boikot, y aunque desgraciadamente lo hiciéramos a distancia, sus proclamas, su carisma y su fuerza vital nos llegaron a lo más hondo. Dueños de un repertorio imponente, la variedad de estilos que cultivan da para mucho, aunque prevalezcan los temas festivos con aires de ska y punk rock. Hubo un tiempo en que Euskal Herria era su segunda casa, y notamos unas ganas tremendas de tenerlos por aquí, con el aliciente de poder hacerlo en un festival tan grande como este. “Salgo a la calle”, la preciosa “Inés”, la emotiva a más no poder “Bajo el suelo”, el empuje de “Skalasnikov” o la genialidad de “Alma guerrera” hicieron las delicias de los seguidores de todas sus épocas. La vitalidad de temas como “Bella ciao”, la versión de Piperrak “Kualkier día” (que escuchamos por segunda vez este día), otra versión más (el “Zu atrapatu arte” de Kortatu), fueron preludio de la despedida de un tema mucho más reciente, la poderosa “Hablarán las calles” de 2018. La actuación fue bastante corta, y tuvo toda la pinta de que se hizo para cuadrar los horarios, que si bien empezaron a rajatabala e incluso con adelanto, se habían descuadrado al terminar el concierto de El Drogas.
El camino a las primeras filas no podía esperar más, y a base de paciencia llegamos a una buena zona sin empujar a nadie, algo que sí hizo la gente que llegó tarde y quería colarse en mejores posiciones. Había muchísima expectación para ver a Soziedad Alkoholika, y aunque por el tipo de recinto y al igual que les ocurrió a Su Ta Gar no pudieron utilizar sus llamaradas de fuego, reventaron el pabellón a base de profesionalidad y buenas dosis de brutalidad. El comienzo con “Perra vida” y “Pelota”, de sus incendiarios comienzos, sirvieron de ídem en una actuación que cumplió todas las expectativas de sus seguidores, a pesar del agobio por el exceso de gente, incluídos los que a base de empujar pretenden apartar a los que han cogido su sitio con antelación. El tema “Colapso final” demostró la valía y la fuerza del último disco, del cual solo cayó esta, por lo que deja para otra ocasión la posibilidad de validar en este contexto esas otras nuevas y diferentes composiciones. “Nadie”, “Niebla de guerra” o “Política del miedo” nos mostraron a estos S.A. totalmente enchufados a la gloria de los últimos cuatro discos, sin perjuicio de la explosividad de “Tiempos oscuros” y los clásicos “Palomas y buitres” (triunfante), “Cienzia asesina”, “Ratas”, “Peces mutantes” etc. etc. . El recuerdo al president valenciano tampoco pudo faltar, y las llamaradas de humo (que tan bien funcionaron en todos los momentos clave del concierto) nos maravillaron en la final “Nos vimos en Berlín”. Una actuación para el recuerdo, con un Juan en plena forma y una banda de ensueño, incluido el nuevo batería Mikel Gómez, que pasó el examen con nota y mostró un kit de batería imponente.
Y aunque ya fuera medianoche, la posibilidad de presenciar la actuación de una banda como Kaos Urbano suponía un aliciente demasiado tentador. No hace falta ser fan de este estilo musical (punk Oi!) para dejarse seducir por su abrumadora fuerza. Sus himnos barriales y su poesía callejera no nos pasaron desapercibidos en unos temas que se pillaban al vuelo y no te soltaban ya. La manera de cantar “Inadaptados” es sencillamente imposible de fingir. Este y otros himnos salen de los más profundo del orgullo de barrio, con el añadido de unas letras con un enorme gancho y no exentas de sabiduría y poesía que solo se puede vivir en las aceras de barrios como Alcobendas. En este sentido, “Suburbiales” nos impresionó mucho, al igual que “Pandilleros” o la emotiva “Perdóname, madre”. El “Cuidado” de Eskorbuto necesita muchísima convicción para resultar creíble, pero estos madrileños la tienen. “No sabemos perder” tampoco se quedó atrás, y en general fue este un concierto de los que crean afición. Cuando terminó el festival fuimos al puesto del merchandising a comprar el libro “Los hijos de la calle. La historia de Kaos Urbano” que habíamos visto antes por solo 15 euros, aunque ya estaba agotado. Da igual, lo conseguiremos de todos modos.
Y ya para terminar el festi, Nafarroa 1512 vino a reivindicar el auténtico Estado Vasco (es decir, el navarro), con su pegada incendiaria y su efectivo Oi! y street punk. La gente tenía aún ganas de fiesta y obtuvo exactamente lo que esperaba: guitarras y voces a toda pastilla, vozarrón de lo más poderoso y unas letras reivindicativas y legítimas como las que más. Sus seguidores cantaron a pleno pulmón canciones como “Askatasun haizea” o la coreadísima “Hemen gaude” (tema del Nafarroa Oinez del año pasado). “Kolektiboaren indarra” arengó a los skins más agresivos (lo decimos por su forma de bailar) y refrendó la validez de su propuesta, que lleva funcionando nada menos que desde el año 2010.
Un festival, en definitiva, reivindicativo y luchador; algo que se echa en falta en los últimos tiempos, donde no faltaron referencias a la tragedia y la mala gestión de la DANA en Valencia y al sufrido pueblo palestino, que está viviendo su enésima masacre. Si la organización tiene pensado volver el año que viene, vemos que hay que cambiar urgentemente de recinto si se traen grupos de esta magnitud. Y, por Dios, si nos cobran dos euros por vaso, ¡que nos los devuelvan después, por favor!
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