Como es habitual (desde hace nueve años) Nooirax Producciones el 28 de junio nos traía a Madrid uno de esos suculentos bolos de formato pequeño y con bandas del underground que te alegran la noche de un miércoles cualquiera. En este caso el cartel estaba compuesto por el grupo madrileño Bones Of Minerva y los londinenses Vodun, grupo que está dando mucho de qué hablar gracias a su original e interesante propuesta.
Bones Of Minerva es una joven banda formada por Blue, Ruth, Chloé y Koa (voz, guitarra, bajo y batería respectivamente) procedentes de la sierra de Madrid, y que venían a presentar su recién editado primer LP “Blue Mountains” (17). Escuchando el disco es curioso como mezclan algunas melodías hard-rockeras con guitarras pesadas herederas del metal alternativo de los 90, con una voz que transita entre los 70 y 90, con guturales incluidos. En directo plasman muy bien este sonido, donde el centro de atención recae en su cantante Blue, con un despliegue vocal muy amplio y donde los guturales antes mencionados suenan especialmente bien en canciones como “Defenders” o “Aces”. Evidentemente es una banda joven y les falta tablas, pero es innegable que la actitud y las ganas las tienen, por lo que habrá que estar muy atentos a su evolución.
Después de arrasar en un festival de la talla del Hellfest, Vodun venían dispuestos a demostrar porque se está hablando tanto de ellos en la que sería su primera gira por territorio nacional. Trío compuesto por la cantante Oya, la batería Ogoun y el guitarrista Ghede, hacen una mezcla de stoner psicodélico de raíces tribales donde la voz de Oya destaca por ser tremendamente soul. Caras pintadas, timbales, decoración y vestimenta afro. Así se plantaron sobre el escenario para ofrecernos su enérgico ritual basado en su primer disco “Possessión” (16). Temas como “Loa´s Kingdom”, “Bloodstones” o “Mawu” en directo suenan arrolladores y la imponente presencia de Oya con su vozarrón llena todo el escenario, al igual que Ogoun tras la batería, que desprende una fuerza e intensidad increíble. A mitad de concierto para animar al personal, más aún si cabe, repartieron panderetas, cencerros y maracas convirtiendo la Wurlitzer en una auténtica fiesta tribal. Y por si el ambiente no estuviera suficientemente caldeado al final Ogoun le prendió fuego a los platillos de su batería para acabar con un ritual que dejó a todo el mundo con cara de felicidad, pero con ganas de más.
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