Algo está pasando con el pop punk de principios de los dosmil y Blink-182 lo saben. Puede ser el efecto nostalgia el que haya conseguido llenar casi en su totalidad el Palau Sant Jordi. O quizás que la gran mayoria de los fans del pop-punk ya rocen o pasen la treintena y cantar lo de ‘What’s my age again?” cobre otro sentido. El salto de pasar del Sant Jordi Club hace una década a llenar el Palau no tiene una única respuesta. Si miramos al detalle puede que sean las circunstancias particulares de esta gira, con la formación original de vuelta y tras la enfermedad de Mark Hoppus las causas que acaben de prender la chispa del pop-punk de nuevo.
No faltan cañones de fuego y pirotécnia varia, hinchables gigantes con la iconografía del grupo y unas pantallas colosales que visten un escenario pensado para brillar en grandes arenas. Así, a golpe de fogonazo, con la épica "lso Sprach Zarathustra, op. 30’" de Strauss de fondo, ‘Anthem Part. Two’ impacta de lleno en esta escena algo fastuosa. Porque más allá de los fuegos artificiales, Blink-182 son esa actitud gamberra de patio de instituto. Por eso esas bromas escatológicas que te hacen llorar de la risa, no pierden fuelle cuando entonan su clásico ‘Family Reunion’. Tampoco cuando el propio Mark Hoppus reconoce este pacto de teatralidad apelando a los “emokids” que cerraban de golpe la puerta de su cuarto enfundados en pantalones pitillo para escuchar ‘Stay Together For The Kids’. Por unas horas tanto banda como público hacemos ese pacto de ficción y no rendimos cuentas a las canas ni al lumbago del dia siguiente.
Lo que fuimos, queda. Como esa camaradería entre los tres miembros de la banda que no vimos con tanta energía en su anterior visita. Tom DeLonge y Mark Hoppus forman de nuevo la dupla perfecta, con las bromas más pueriles de DeLonge siendo el contrapunto a las más ácidas de Hoppus. Y un poco de ‘Fuck Madrid’ entre tema y tema para avivar la rivalidad entre ciudades que siempre entra bien al público. ‘Aliens Exist’ y ‘Always’ son los momentos en los que más brilla de Longe, con un rango vocal que mejora con creces el de años anteriores, Mientras Hoppus por su parte da la sorpresa del setlist con ‘Don’t Leave Me’, una de esas pocas variables en un show de precisión milimétrica.
El caramelo de la noche, como no podía ser de otra manera, viene de la mano de Travis Barker, elevando su plataforma varios metros del suelo cuando empieza a sonar ‘Down’, tocando a modo ‘speed run’en la segunda retomada de “Happy holidays you bastard” e incluso con la cara tapada con una toalla buena parte de ‘Violence’ y demostrando de nuevo porqué es la celebridad de las baquetas.
Todavía faltaban por interpretar tres canciones más, y la razón era simple: "¡Porque lo pone en nuestro contrato!”, grita Mark Hoppus mientras se desata la euforia en todo el estadio, y llega la sucesión de temas perfecta para ese final: ‘What’s My Age Again’, ‘All The Small Things’ y ‘Dammit’ estallan como el golpe de nostalgia definitivo. No, no queremos crecer. Al menos durante un ratito.
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