A nosotros no nos líen. Mis buenas palabras para con Black Rebel Motorcycle Club nada tienen que ver con todo ese revuelo estúpido de la vuelta del rock y tal, más que nada porque ni el rock se ha ido jamás, ni BRMC recuperan nada que no sea el legado de los mejores Jesus And Mary Chain (los de “Psychocandy”, pero sin las estridencias y los acoples). Lo que sí queda claro es que sus pretensiones no son otras que dar forma a canciones compactas, reptantes (e interpreten aquí que se desarrollan sin demasiados cambios estructurales, pero haciendo de la reiteración un arma) y de una oscuridad que basculaba entre el space rock, el punk con intelecto y lo gótico (basta ya de identificar la palabra con negatividad), que aceptan perfectamente ser interpretadas como rock hecho y derecho. Aunque lo mejor de su actuación fue como, sin dar su brazo a torcer, nos convencieron. Y lo hicieron gracias a esos bajos abigarrados, a esa actitud natural, a ese sonido crudo (y tosco), a esas espirales que, volvamos con ello, tuvieron más de los hermanos Reid –y puntualmente de Spacemen 3, o incluso de los Spiritualized más desbocados- que de Stooges, por mucho que “Whatever Happened To My Rock´n´Roll (Punk Song)” busque caminos similares. De todos modos, fue interesante ver cómo arremetían “Love Burns”, “Rifles”, “Red Eyes And Tears” o “Spread Your Love” sin arquear siquiera las cejas o sin acudir a los tópicos escénicos de las bandas de ´rock´ (e interpreten cómo les parezca lo de las comillas, aunque yo tengo muy claro a qué me refiero). Nick Jago no acudió a su cita barcelonesa (más que nada porque tiene problemas con la justicia) y, aunque el sustituto cumplió, su trabajo se quedó en nada frente a la planta bravucona de Peter Hayes y Robert Turner. Juntos demostraron que Black Rebel Motorcycle Club son un grupo competente, eficaz y válido, algo tan cierto como que no va con ellos el sobredimensionado del que han sido ¿víctimas?
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