BIME live, empieza el espectáculo
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BIME live, empieza el espectáculo

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23-11-2013
Empresa — Last Tour
Fecha — 22 noviembre, 2013
Sala — BEC, Bilbao
Fotografía — Tom Hagen

Con la asistencia de más de 8.000 personas cada uno de los dos días, el BIME Live ponía el punto final a la primera edición del congreso Bizkaia International Music Experience, dirigido a los principales actores de la industria musical, que a lo largo de la semana ha ofrecido conferencias, charlas, talleres y presentaciones varias, además de numerosos showcases en diversas salas de la ciudad. Y curiosa e interesante la experiencia de un macro-festival invernal, cambiando los aires libres del estío por la frialdad aparente de los pabellones de una feria de muestras, con cuatro escenarios diferentes. Como es menester, las principales críticas recaen en los ya clásicos solapamientos de horarios y bandas, lo que deja al albur de los gustos y disponibilidades del cronista el relato de lo escuchado y visto.


Viernes, 22 de noviembre de 2013

Si la apertura de cualquier festival siempre suele resultar algo fría, dada la escasa asistencia a temprana hora, más lo parecía en el entorno en cuestión. Pero los catalanes The Excitements, que presentaban su segundo larga duración, “Sometimes too much ain’t enough”, son especialistas en calentar ambientes. Con una formación que campa a sus anchas por entre el rhythm & blues y el soul de raigambre orquestal, cuentan con la excelente presencia vocal y escénica de Koko-Jean Davis, trasunto explosivo y personal del cruce entre Tina Turner y Sharon Jones. Cambiando la intensidad de los sonidos negros por la contundencia hardcore, la banda de Andoain Inoren Ero Ni estrenaba el escenario dedicado a grupos vascos. Con un núcleo fundacional proveniente de BAP!!, no olvidan sus orígenes, pero apuestan por una evolución hacia sonidos más ambientales, aún basados en una contundencia rítmica particular.

Como particular es el éxito que ha rodeado a Mike Rosenberg, hoy en día miembro único del antiguo dúo Passenger, (en la foto) individualidad en la que parece querer incidir con su solitaria presencia escénica acompañado de guitarra acústica. La comercialidad de una canción como “Let her go” le ha reportado un nutrido grupo de jóvenes seguidores, su presencia acústica aumenta su esencia folk, y en ocasiones puede tener puntos de unión con Paul Simon, pero canciones como “Life’s for the living” o la nombrada no borran en el oyente la sensación de estar escuchando un pop melifluo y simplón, insustancial, tratando de basar la emoción en un forzado cara a cara con sus fieles. Demasiado poco para tanto oropel mediático. Todo lo contrario que el americano John Grant, antiguo líder de The Czars, que hace tres años nos regaló en “Queen of Denmark” un espléndido compendio de canciones bellas, delicadas, cínicas y a la vez dolidas, sobre sus diversas adicciones y la difícil asunción de su homosexualidad. Canciones que lucen en la sobriedad de aquel disco, grabado con la compañía de Midlake, y que hacen lo propio con el acompañamiento de guitarra, bajo, batería, teclados, además de efectos y sampleados varios, más las teclas y la grave voz del propio Grant. Y es esa mezcla de pop, rock y voz sombría la que planea sobre el aire de crooner atormentado en las espléndidas “Marz”, “Vietnam” o “It doesn’t matter”, capaces de ir creciendo en intensidad sin abandonar la delicadeza. Y funcionan mucho mejor que alguno de los ritmos más electro-pop, tecno y bailables que pululan por su reciente “Pale Green Ghosts”. Por eso, cuando vuelve a la introspección de una melodía como la de “Sigourney Weaver” o el arañazo emocional de “Where the dreams go to die”, remonta un vuelo que parecía haber sido lastrado por él mismo. Para bailes y cánticos de club es preferible el directo “GMF”, que no son otra cosa que las iniciales de The Greatest Mutherfucker, bajo armonías que con más que ilusión hubiera adoptado como suyas el propio Elton John. En definitiva, gran concierto con algún pero, y es que John Grant tiene ese toque mágico para componer deliciosos lamentos de bar y engalanarlos como si fueran de fiesta.

Tras la hipnosis de Grant, qué mejor que la ubicación recogida y con gradas del pabellón donde Soleá Morente y Los Evangelistas pondrían en escena la suya propia. Porque resulta hipnótico el viaje que iniciaron ya hace unos cuantos años tanto la gente de Lagartija Nick como la de Los Planetas acercándose al arte mayúsculo de una figura como Enrique Morente. Unidos ahora a su hija Soleá, transitan por los pasajes que firmaran en aquel “Homenaje a Enrique Morente” y en el más reciente “Encuentro”. Y todo es reconocible, desde el bajo de Antonio Arias a las guitarras de Jota y Florent, pasando por la contundencia y precisión de las baquetas de Erik Jiménez y terminando en la voz de Soleá. Y no sólo reconocible en su individualidad, sino, y ahí está su mérito, en la propia personalidad conseguida al alcanzar el todo. Canciones de la belleza casi lisérgica de “No solo yo”, los paseos por las sevillanas o el acercamiento a la canción española, sonando todo a rock y pop, y hasta con recuerdos a Smash, hacen de los Evangelistas una de esas propuestas libres tan propias de este país.

Comenzar con una tripleta como “Motorcycle Emptiness”, “Your love alone is not enough” y “Ocean Spray” es querer poner toda la carne sobre la barbacoa desde el principio. Pero es que esa era la intención de unos desmelenados Manic Street Preachers. Más allá de las posibles objeciones que uno pueda poner a ese pop ya lejano en el tiempo de aquella escena que dio en llamarse brit-pop, más allá de sus veleidades como banda de estadios, más allá de la melancolía de su reciente “Rewind the film”, los galeses parecían querer demostrar que lo suyo es la contundencia pop-rock dirigida a grandes audiencias. Por eso, aparte de un acústico solitario de James Dean Bradfield en “The everlasting”, tres canciones del nuevo trabajo o su versión del tema central de la serie M.A.S.H. que enlaza con su beligerancia política, lo demás se centró en una contundencia guitarrística que parecía querer volver a beber del rock más socialmente asentado pero no exento de riesgo. Así, la apisonadora que fue “Revol”, la coreable “Motown Junk” o ese final con “If you tolerate this your children will be next” no hicieron más que certificar el éxito de lo buscado.

Y los británicos Yuck, presentando su último trabajo, “Glow & Behold”, confirmaron ese muro sónico, ruidista pero no exento de melodía, capaz de abarcar acústicas y teclas, que les lleva por los caminos de unos Sonic Youth de sombra muy alargada, entre el shoegaze y los desvaríos guitarreros de J Mascis.


Sábado, 23 de noviembre

La siempre complicada apertura corrió a cargo, entre otras propuestas coincidentes en horario, de la mexicana Carla Morrison. Proveniente toda la banda de la Baja California, practican un rock suave, con toques pop y voz aguda muy interesante, y tienen canciones, como “Eres tú”, con toques retro, de una potencialidad comercial indudable. Bakelite es la aventura de Sergio Llanos y Naiara Anasagasti, que con una guitarra y unos tambores son capaces de entregar un blues minimalista, gutural en sonido a pesar de la voz femenina, con ambiente a pantano y sudorosa humedad. Cuando la distorsión y el fuzz hacen acto de presencia la cosa deriva entre el garage y el glam, son capaces de crear ambientes desérticos y fronterizos, tienen canciones más que consistentes y no olvidan homenajear a Lou Reed con un “All Tomorrow’s Parties” llevando al euskera la pura esencia Velvet Underground. Toda una revelación. Por su parte, los madrileños Jack Knife se acercan al pop urgente de esencia británica, escorado en menos ocasiones de las deseadas al arrebato power-pop californiano, interpretado con ritmo rápido y regusto comercial.

La caída del cartel a última hora de Everything Everything trastocó algunos horarios, y These New Puritans adelantaron su pase de presentación de su nuevo trabajo, “Feel of Reeds”. Mimados por la prensa británica, armados con dos teclados, percusiones electrónicas, batería, dos metales y el bajo y la voz de Jack Barnett, con ausencias de guitarras, la vuelta de tuerca que ha supuesto su mencionado trabajo les recrea en ambientaciones orquestales, una especie de rock sinfónico o progresivo moderno. Sin dudar del atractivo que pueda suponer para oyentes interesados, la coincidencia con el pop fresco, rítmico y desinhibido de los pamploneses Wilhelm & The Dancing Animals era toda una tentación. Lo suyo son ritmos saltarines, eminentemente pop, no exentos de guitarras potentes y cercanía a la psicodelia por momentos. Y canciones como “Jungle Army” les acercan al descaro de B-52`s

Había ilusión por ver al noruego Sondre Lerche, que a inicios de la década pasada sorprendió con dos discos espléndidos como “Faces down” y “Don’t be shallow”. Es la suya una música basada en las esencias del pop de creadores como John Lennon o Ray Davies, pasando por gente como Prefab Sprout y el eterno atractivo del swing y los años 50. Parapetado tras una guitarra que escupía distorsión, fuzz y efectos agresivos para una música delicada, simpático recordando pequeñas historias vividas en sus redes sociales, fue desgranando canciones como “Truck you down”, la jazzística “Everyone’s rooting for you”, anunciando dónde debería ir el solo de piano, el espléndido pop de “Go right ahead” y despidiéndose con la fantástica “Sleep on Needles” de su disco debut. Una delicia.

Como deliciosa debió encontrar la botella de vino de la que no se separó durante casi todo el concierto Jonathan Donahue, liderando a unos Mercury Rev que competían en hora con Mark Lanegan y The Wedding Present. Sonaron como cabía esperar, potentes, lisérgicos, caracoleando entre el muro de sonido y la psicodelia, buscando y alcanzando desarrollos tan musicales como sensoriales. Y entre canciones como “The funny bird”, “Endlessly” u “Opus 40”, Donahue demuestra que le encanta jugar al papel de sacerdote, gurú mesiánico, director de una orquesta milimétricamente medida, que encara un final con “Holes”, de un álbum, “Deserter’s Songs”, del que dice estar totalmente enamorado, para terminar con la belleza de “The dark is rising”, que encaja tan a la perfección en su papel.

Y poco queda ya de aquella explosión de garage, blues y punk que supuso The Gossip allá al principio de los años 2000. Ni siquiera le “The” del nombre. ¿Poco? ¿Parece poco la despampanante, demoledora presencia de Beth Ditto sobre un escenario? Pues no, la oronda señora, acaso excesivamente parlanchina entre canción y canción, tiene una voz de las capaces de transmitir, parece poseer una fuerza más allá de límites físicos, se compara con Lady Gaga, y consigue sin esfuerzo aparente poner a bailar a la masa a base de sonido disco de raíz negra, entre sintetizadores y resabios pop. Y si la platea se convirtió en pista de baile explosiva al ritmo de “Heavy Cross”, algo después no eran pocos los que continuaban moviéndose al ritmo del Instituto Mexicano del Sonido y su reactualización electrónica de viejas y conocidas canciones, mezclando diversión con denuncia.

5 comentarios
  1. No sé como no ponéis nada de Belako.. El mejor concierto de la noche

  2. Belako esta lejos d el mejor concierto de la noche. Creo que habeis olvidado del escenario 3 donde se han dado unos d los mejores conciertos d ambos dias , con la sensacion canadiense de Megan Bonnell , Japanese Girls y The belle game, y los franceses Naive New Baiters !

  3. Y qué me decís de The Courteeners? Para mi, un gran concierto también en el escenario principal

  4. Belako el mejor concierto de la noche. Movíó a la gente y dió un poco de caña a un festival soporífero.

  5. Aparte de que si, el de Belako fue el mejor concierto de la noche, fue uno de los que más gente reunió (el que más de los escenarios 2 y 3)... solo por eso creo que se merece al menos una mención.
    Saludos.

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