El grupo escocés Teenage Fanclub cerraba la última sesión del BBK Live Udazkena de este extraño 2021, que reconvierte en efecto el verano en otoño y Kobetamendi en el Bizkaia Arena de Mirivilla. TFC pertenecen a ese momento tan concreto en el que arranca la década de los 90 y destacan entre aquellos que no olvidaron la melodía de las guitarras (y las armonías de las voces) mientras se envolvían en un manto discretamernte ruidista; visto a día de hoy un puente perfecto entre el rock clásico y el alternativo contemporáneo, a medio camino de armonías y texturas, de riffs y de capas de sonido, de los patrones y un atisbo de contorsión sónica. Un poco posteriores a R.E.M, The Dream Syndicate o Jesus & Mary Chain, de los que a su modo son consecuencia libre, descontado por supuesto el tronco básico de pioneros como The Byrds o Big Star. Quizá eso que los periodistas acostumbran a definir como banda bisagra.
Va ya para cinco años su anterior visita a Bilbao, un 24 de febrero de 2017 en una "special night" del WOP en Kafe Antzokia (crónica aquí), donde agotaron papel. Algunas cosas importantes han cambiado desde entonces en el seno de la banda, como la sensible marcha del bajista, vocalista y compositor Gerard Love, o la incorporación (en términos deportivos, podría hablarse de todo un fichajazo) del teclista galés Euros Childs, líder de los singulares Gorky's Zygotic Mynci, además de su destacable carrera en solitario, y con el que Norman Blake ya formó hace algo más de una década el efímero dúo Jonny. Además traían un nuevo álbum editado este año, "Endless Arcade", que no desentona en absoluto con la decena de grabaciones anteriores. Y una primera consecuencia a considerar de todo ello es la ausencia de composiciones de Love, que en buena medida son compensadas por media docena de canciones nuevas que nutren principalmente la primera parte del set.
No han destacado nunca los directos de TFC por su contundencia ni por la búsqueda de destellos visuales o sonoros. De igual manera que nunca han caído en la trampa de caer en las manos de una producción que asee, dilate (y vulgarice) sus canciones a la caza de públicos efímeros. Absolutamente fieles a la construcción y alma de sus composiciones, con una sobriedad absoluta y un sonido que no apabulla a la primera, sino que va calando muy poco a poco, canción a canción. En el otoño de su carrera la cosa no va a pretender grandes tormentas, lo suyo es una lluvia fina, serena y persistente, un sirimiri eléctrico que casi sin darte cuenta te ha empapado de melodías emocionantes y unas envolventes armonías a veces a tres voces que tampoco añoran a Gerard Love.
"About you" es un buen principio, una verdadera declaración de intenciones, mientras tanto ellos como nosotros vamos tomando posición y predisposición a un sonido que se antoja algo bajo y opaco de inicio, pero que como decía te perfora y te riega con la suavidad y la firmeza del aguacero ligero y refinado. Continúa "Start again" del álbum "Songs from the North Country", a la postre uno de los más recordados del concierto, sobre todo en la parte central, con hasta cuatro ejemplos. Qué duda cabe que los momentos más reconocibles, coreados y celebrados por el público llegarían con los recordatorios del mítico "Bandwagonesque", aquel álbum que les llevaría al éxito con el sello Creation hace ahora justo tres décadas. un tirante "Alcoholiday", la tatareable "What You Do to Me" y ese prodigio bicéfalo llamado "The Concept" con el que terminan el set, coronado con ese desemboque de la canción que cruza a Steve Wynn con los Beatles. Poco antes de iniciar esa recta final, alguien de la organización se acerca a Raymond McGinley (todo lo aviejado físicamente que está el hombre se olvida con sus mesurados, eficaces y emotivos punteos) para advertirle algo al oído. Quizá por ello el bis, que en otros lugares incorpora hasta cuatro canciones, incluído aquel single de culto, "Golden Shower" de los Boy Hairdressers de los comienzos de Blake y McGinley, época C-86, aquí se queda en tan sólo "Everyting Flows" de su inicial "A Catholic Education". A nadie le hubiera importado unos minutos más, otra ración añadida de ese sirimiri eléctrico que nos había alegrado la noche.
Antes de los escoceses ocuparon el escenario dos quintetos de electro pop, los euskaldunes de Azkoitia Bulego, a quien sólo pudimos ver cerrar su festiva actuación ante escasa audiencia. Presentaban su nuevo single "Bagoaz" y su EP homónimo, a la espera de su álbum de debut con el sello Oso Polita. Tras una larga pausa salieron los barceloneses Dorian, que en setenta minutos dieron cuenta de sus mayores éxitos, como "Los amigos que perdí", "A cualquier otra parte", "Duele", "La tormenta de arena" o la inicial "Noches blancas", a la vez que presentaban nuevas canciones de su próximo álbum, en un vistoso, sólido y medido concierto con sonido perfecto e irrepochable profesionalidad. Su directo nos viene a corroborar lo que ya intuíamos en sus grabaciones, son una banda a medio camino entre un pop brillante, entretenido y melancólico, claramente deudor de Depeche Mode y en general del techno ochentero más acomodado en distintas fases, empañado con otros números anodinos.
Contentaron ampliamente a su público, que conocía todas las letras, claramente diferenciado en las primeras filas del que luego llegaría con TFC (a quienes dijeron se sentían complacidos de preceder). Se despidieron entre globos de colores en medio de un entramado más bien geométrico con preponderancia del blanco y el negro de su indumentaria.
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