Jornada del viernes 15 de julio por Miguel Aizpuru
El Big Festival de Biarritz es seguramente uno de los pocos eventos a nivel europeo donde puedes ver a bandas de primer nivel en un recinto poco concurrido, cómodo y sin agobios. Así fue el viernes en la jornada grande del festival protagonizada por The Kills, The Libertines y The Prodigy, que congregaron a no más de 4.000 personas en el estadio de Aguilera. La poca afluencia nos permitió ver a las bandas en primeras filas y librarnos de empujones y colas en las barras. El ambiente era propicio para disfrutar de tres de las mejores bandas británicas de los últimos años. El problema fue que ninguna de ellas tuvo su día.
A The Kills les tocó empezar a una hora muy temprana, completamente de día y bajo un sol que no daba tregua. Además, el público era muy escaso todavía y, sobre todo, muy frío. Alisson Moshart y Jamie Hince, acompañados por una solvente banda de mercenarios, lo intentaron todo para animar al personal, pero no hubo manera. Quizás abusaron de los temas de su último disco (el notable "Ash & Ice"), que coparon casi todo el setlist para desconcierto de los asistentes.
De cualquier forma, The Kills suenan muy bien y son unos musicazos, y en Biarritz lo demostraron. Hince maneja a la perfección los riffs garajeros y no falla ni una nota. Moshart es una frontman en toda regla y se mueve con soltura en los grandes escenarios. Destacaron canciones del nuevo álbum como ‘Doing it to death’ y ‘Siberian nights’, y echamos de menos clasicazos como ‘Future starts slow’.
A continuación salieron a escena los Libertines de Carl Barât y Pete Doherty, auténticos ídolos musicales en Inglaterra pero que por lo visto no levantan tantas pasiones en el país galo. Era la tercera vez que los veíamos tras su regreso en Hyde Park y su actuación en Benidorm el pasado verano, y fue sin duda la peor. Doherty no dio ni una ni a la guitarra ni cantando y Barât, que suele tapar las gambas a su colega, estuvo desconectado y fuera de lugar. Les salvó la excelente base rítmica compuesta por John Hassall y Gary Powell que, sin embargo, tuvieron que ralentizar el ritmo de las canciones para adaptarse al caos guitarrero de los dos líderes.
El setlist tampoco fue el más acertado. Abusaron en la primera parte de medios tiempos del último disco como el aburrido ‘You’re my Waterloo’ o un ‘Anthem for doomed youth’ sin mucho fuelle, que aburrieron a todos los presentes salvo a unos pocos incondicionales. Para colmo, los clásicos de la banda se fueron sucediendo en la misma línea: sosos, lentos y sin energía. Esta letanía solo se interrumpió en un par de ocasiones con temas más punkis y ruidistas como ‘Horrorshow’ o ‘Vertigo’. Se despidieron con la clásica ‘Don’t look back into the sun’ y ni una sola persona se atrevió a pedir un bis.
El público estaba ya con el chip de The Prodigy puesto. Vimos correr más alcohol en las barras y se puso más difícil el acceso a las primeras filas. Tras una larga espera de casi una hora salió a escena la banda de Essex, que desató la locura con una primera tanda de temas que sonaron como una apisonadora, entre ellos los notables ‘Breathe’ y ‘Nasty’. Era todo lo contrario al concierto de los Libertines.
Sin embargo, Keith Flint y compañía abusaron de temas casi idénticos y su propuesta terminó siendo simplemente espectáculo y llamamientos a la fiesta. Fueron cobrando más protagonismo los magníficos juegos de luces que la música de la banda. Hubo momentos estelares con las míticas ‘Invaders must die’ y ‘Smack mi bitch up’, pero la energía inicial se fue diluyendo por culpa de las bases y voces repetitivas e incluso agobiantes.
Jornada del sábado 16 de julio por Hibai Etxebarria
La octava edición del Big Festival de Biarritz cerraba su telón en una preciosa jornada de un sábado marcado por los recientes acontecimientos de Niza. La organización aseguró la presencia de todos los artistas mediante un comunicado previo, lo cual, vistas las circunstancias, es de agradecer. El público, igualmente, reaccionó de manera ejemplar. Así, el buen rollo y las ganas de pasar una hermosa velada reinaron, por encima del miedo, a lo largo de todo el día.
El festival sigue afianzando su espacio, creciendo en infraestructuras y organización. Parecen haber aprendido de los problemas de acceso y abastecimiento de otras ediciones, los cuales, se han minimizado considerablemente. No tuvimos ningún problema ni espera inusualmente larga para acceder. Se habilitaron más barras y puntos para comer, y a pesar de que durante los descansos era bastante complicado llegar a los mismos, durante las actuaciones estaban desérticos. Los precios tampoco resultaban excesivos, desde la perspectiva de que estamos en Francia, concretamente en Biarritz, en verano y en un festival de estas características… Cuatro euros por una caña y tres euros por un botellín de agua entran dentro de lo razonable.
Lo que si pudimos observar es, una vez más, la escasez de urinarios para mujeres, algo que es habitual en todos los festivales multitudinarios. Y esta es una crítica a todos los festivales. Son comprensibles las dificultades que conllevan organizar este tipo de eventos, pero señores organizadores: ya va siendo hora de que espabiléis un poco en este aspecto. La presencia de mujeres en estos festivales es cada vez más masiva, llegando incluso a ser mayoría y tienen las mismas necesidades que los hombres. No puede ser que tengan que esperar colas de más de 30 minutos.
Las medidas de seguridad del propio festival no se vieron especialmente afectadas, ya que no observamos ninguna presencia extraordinaria de policías ni militares en los aledaños del Stade Aguilera, uno de los centros donde se desarrolla el festival. Al contrario, en la frontera entre ambos Estados sí que pudimos observar grandes medidas de seguridad y controles policiales que, lógicamente, paralizaron bastante el tráfico. Esto afectó a la llegada de gran parte del público, que se vio atrapada en largas colas, ya que el Festival se nutre, en buena medida, de personas venidas desde el País Vasco y el resto del Estado.
Este retraso impidió que pudiéramos ver en acción a la nueva sensación de la electrónica post-rock francesa que son los Feu! Chatterton, así como a los Rural Zombies (quienes abrieron la jornada). El quinteto de Zestoa sigue afianzando su espacio en el panorama musical y, por lo que pudimos observar, dejaron un buen sabor de boca entre el público del Big Festival. Tienen un sonido y una presencia que, tomando las decisiones correctas, puede llevarles a ampliar sus horizontes más allá de las fronteras donde se mueven en la actualidad.
Hacia las nueve de la noche subieron al escenario The Casseurs Flowters, un dúo de raperos franceses de bastante renombre en Francia, pero de quienes apenas hemos escuchado nada fuera de las fronteras del país galo. Contaban con un par de DJ-s y dos colaboradores que les acompañaban sobre el escenario. El concierto resultó un tanto irregular, con canciones sobre bases más actuales (con toques electrónicos), mientras que otros temas resultaban excesivamente melosos, sobre todo para quienes apreciamos el rap más hard-core, característico de la península. Pero, viendo la reacción del respetable, ofrecieron un set que gustó entre un público mayoritariamente galo.
El concierto duró una hora, tras el cual, había un descanso de unos 30 minutos hasta el comienzo de la actuación estelar del festival: Pharrell Williams. Aprovechamos ese espacio para tomar algo mientras observábamos la fauna y flora que asistía a la velada. El Big Festival de Biarritz es un evento para gente fresh, guapa, joven… Pero la presencia del productor americano creador de Happy condicionó mucho el tipo de público de ese día. Era bastante común la presencia de padres con sus vástagos, así como otras personas que, probablemente, no hubieran asistido de no ser por la aparición de Pharrell. Lo cual, sin duda, enriquece aún más la aportación cultural que realiza el festival, llegando a un público más heterogéneo y ampliando sus posibilidades, cara al futuro.
Según la organización, unas 12000 personas asistieron a este último gran día del festival. Lo cual tampoco es tanto si comparamos con otros festivales del entorno. La instalación era amplia y eso permitió cierta libertad de movimiento. Tampoco hubo problemas para lograr entradas el mismo día del evento.
Hacia las 22:30 se apagaron las luces del escenario y comienza a sonar un sampler cósmico, mezclado con un sonido de lanzamiento de cohete espacial, sobre el que Pharrell y su banda nos llevarán en un viaje a través del amplísimo repertorio que interpretará durante la velada. Observamos sus siluetas sobre el escenario cuando el batería comienza a interpretar un ritmo básico. La expectación es máxima. Pharrell agarra el micro y suelta un “Lose yourself to dance” seguido por el característico riff funky, rasgueado por su guitarrista habitual: Brent Paschke. El público enloquece al instante. No había mejor manera de comenzar el concierto de Biarritz que interpretando un tema co-escrito junto al dúo de música electrónica francés Daft Punk.
Empezaron con el volumen un poco bajo, pero en seguida le metieron más potencia para interpretar el siguiente tema: “Frontin’”, su primer single como artista solista en 2003 junto a Jay-Z. Casi sin descanso, interpreta tres temas de su último álbum "G.I.R.L.": “Hunter”, “Come Get it Bae” y “Marilyn Monroe”. No tocan los temas por completo, dedicándole a cada uno entre 2-3 minutos, en una especie de Medley continuo que será la tónica general durante todo el concierto.
Tras un pequeño parón para agradecer al público su presencia, comienza el que será el primer gran Medley de canciones producidas para otros artistas, especialmente en su época como productor musical junto a su compañero de instituto Chad Hugo. Formaban un tándem que llegó a copar las radios y la MTV a principios de siglo con infinidad de Hits producidos bajo el pseudónimo The Neptunes. En este caso sonaron: “Grindin’ (Clipse) – Nothin’ (NORE) – Move that dope (Future) – Alright (Kendrik Lamar) – Hot in Herre (Nelly) – I just wanna love U (Jay-Z) – Pass the Courvoisier (Busta Rhymes)”. Realmente hizo las delicias de los millennials que crecieron escuchando el Hip-Hop Americano de la MTV. En este caso, cada tema ocupaba entre 1-2 minutos, donde Pharrell cantaba su parte de la canción y se lanzaban samplers con las voces de los raperos que grabaron dichos temas. Ciertamente, y a pesar de lo que el estilo pueda requerir, no abusaron de elementos pre-grabados, más allá de algunos samplers y voces de artistas. La banda interpretó las canciones con una solvencia inusitada en estos lares. Aunque que era de esperar en un artista de talla mundial como es Pharrell Williams. Alcanzando un sonido cercano al de un estudio de grabación. La banda estaba compuesta por un batería, bajista, guitarrista, teclista-sampler, dos coristas y cuatro bailarinas.
A continuación llegó una de las sorpresas de la noche. Era de esperar que interpretaran algún tema de NERD (la primera banda con la que alcanzó cierto reconocimiento). Pero el invitar al escenario a Shae Haley (miembro original de la banda) e interpretar hasta siete temas con él, era algo que se sale de lo habitual. Sonaron: “Anti-matter”, “Truth or dare”, “Lapdance”, “Provider”, “Bobby James”, “Rockstar” y para acabar “She wants to move”. Fue como escuchar otro concierto dentro del propio concierto. Tras esto, se tomó un pequeño descanso, no sin antes presentar al grupo de bailarinas que le acompañó durante todo el show. Elegidas por él mismo junto a la legendaria coreógrafa Fatima Robinson. The Baes (así es como las bautizaron) interpretaron junto a las coristas un Medley de diferentes temas producidos por Pharrell para otras artistas femeninas como: “Spark the fire – Hollaback Girl – Can I have it like that” (Gwen Stefani), “Milkshake” (Kelis) y “WTF” (Missy Elliot).
Con Pharrell de vuelta sobre el escenario, interpretan “Beautiful” y “Drop it like it’s hot” que produjo para Snoop Dogg y otro de sus últimos éxitos que es el “Blurred lines” de Robin Thickle. Nos vamos acercando al final del show. Llega el momento de recordar lo ocurrido en Niza y de lanzar un mensaje, un tanto naif, sobre la necesidad del amor y la fraternidad como empaste para una sociedad globalizada viviendo un presente un tanto revuelto. El auditorio, recibió con agrado y respondió con entusiasmo a las palabras de un Pharrell Williams que: se metió en el bote a todo el público. Era, sin duda, el preludio ideal para interpretar los dos temas que mayor repercusión han tenido en su carrera a nivel mundial: “Get lucky” y “Happy”. El público francés, a pesar de su habitual tibieza (en parte, probablemente, por desconocer gran parte del repertorio previo), estalló en estas dos canciones.
Y cuando parecía que el show llegaba a su fin. Pharrell se arranca a cantar la Marsellesa acompañado por todo el público allí congregado, en un momento de unión que emocionó a todos los presentes, fueran franceses o no. Ciertamente, es impresionante el poder que tiene la música para unir los corazones de las personas. No hay nada más hermoso y poderoso que entonar una melodía (sea cual sea su significado) acompañado por tanta gente. Y más aún, en el momento tan sensible que está viviendo el pueblo francés. Fue un momento catártico que sirvió para aliviar el miedo y la tensión con la que muchos de los presentes están viviendo estos tiempos. Terminó el show con “Freedom”, una de sus últimas creaciones. Un himno a la libertad, la “buena vibra” y con un mensaje positivo, tan necesario en la actualidad.
Pasada la medianoche acaba un show memorable de casi 100 minutos de duración. Intenso, condensado, emotivo, bailón… Sin tiempo para pensar. Tan solo dejarse llevar por ese Maestro de Ceremonias que es Pharrell Williams. Quien ha sabido montar un concierto exquisito, excesivamente edulcorado por momentos, pero imprescindible de vivir y disfrutar. Es el Rey Midas de la música actual. Tiene esa intuición y habilidad musical, así como un profundo amor por la humanidad y el arte, que lo convierten en uno de los referentes que, sin duda, seguirá marcando el devenir del panorama musical durante muchos años.
Tras él, llegaron The Chemical Brothers, quienes tenían el papelón de cerrar el festival tras la actuación estelar. Y a pesar de poner todo su empeño y no dar tregua, arrancando con el mítico “Hey Girls, Hey Boys” e interpretando todos sus grandes éxitos como “Block Rockin’ Beats” o “Galvanize”. No llegaron a enganchar a la mayoría de los presentes, a pesar de acompañar todo el show con un espectáculo visual de gran calidad. Su sonido más noventero no era, probablemente, lo que más le apetecía a un público que, en su mayoría, fue básicamente a ver a Pharrell Williams. Ya sea por el cansancio de tantos días de festival, o porque no era lo que más les agradaba, paulatinamente la gente fue abandonando el recinto mientras seguían tocando. Así, aproximadamente una cuarta parte del público aguantó hasta el final del show.
A pesar de que el domingo se cerraba oficialmente el Big Festival de Biarritz, fue el sábado cuando realmente terminó la parte musical. Las sensaciones, por lo general, han sido muy positivas. La respuesta del público muy buena y tiene toda la pinta de que seguirá creciendo hasta convertirse en un referente necesario. Desde luego tienen todas las papeletas para poder hacerlo. En un entorno idílico como es Biarritz y con una organización que va solventando los problemas de ediciones previas, madurando la idea y haciéndola florecer año tras año con más fuerza, no debería ser un problema. Y muchos, lo agradeceremos.
Esker aunitz Biarritz! Merci beaucoup Big Festival!
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