Sigue apareciendo confeti donde menos te lo esperas y, aunque perdiendo velocidad, los ojos aún nos dan vueltas como bolas de espejos. Sin disfraz, con dulce resaca de electrónica y con Nick Cave on my mind, afrontamos lo que será, tras Canela Party y Cala Mijas, nuestro tercer festival malagueño en tres semanas consecutivas, el Andalucía Big Festival is coming…
Jueves para cerrar heridas en nombre de la música
Pues sí, nuestros primeros pasos en el espléndido y kilométrico césped artificial de Andalucía BIG Festival, los damos con resquemor, bajo el espíritu de una “Killing in the name” en el ambiente y la promesa no cumplida de un skyline de olas del mar de fondo. Pero, la buena música todo lo cura. Una primera tanda de 16 eclécticas actuaciones de artistas nacionales e internacionales de primer nivel, están preparadas para cerrar heridas y hacer que disfrutemos de la jornada inicial de otro gran festival que llega para quedarse.
El neo soul funky de Wasabi Cru da el pistoletazo de salida y la bienvenida a los cientos de valientes que bailan a pleno sol cada una de sus canciones, estrenando el escenario “Tres” y dejando muy buen sabor de boca con esa energía que desprenden sobre las tablas. Recordamos que ganaron la pasada Muestra de Música Joven MálagaCrea Rock y están horneando nuevo disco. Estaremos atentos.
La frescura y buen hacer de Las Dianas las catapulta a inaugurar el escenario principal “Andalucía” y, como dicen ellas, “dejárselo calentito a C Tangana” a base de hits coloridos y soleados marca de la casa. Del dulce veneno que se le desea en pequeñas (o grandes) dosis a todo ex en “Leggins rotos”, a otros pildorazos vitaminados y rasguños del querer como “Te quiero (lejos)” o la ganadora versión del “No controles”. Más de uno y una se va canturreando el estribillo de “Beef Mac” y se apunta el nombre de Las Dianas en su personal lista musical.
Mientras Javypablo le inyectan “Todo Chill” a la tarde e inauguran el escenario “Alhambra”, tomamos posiciones para que Kurt Vile y su banda nos atrapen sin resistencia alguna, disipando toda nube con ese genuino y radiante fraseo. Un cancionero que se expande en el cielo azul como la más reconfortante de las brisas, desde el “Palace of OKV in Reverse” inicial, de su último y brillante “(watch my moves)” (22), a clásicos como “Bassackwards”, “Pretty pimpin” o una “Wakin on a pretty day” que crece y crece como un río recién nacido en busca del mar.
El festival alcanza velocidad de crucero y los conciertos comienzan a pisarse, entre cervezas y reencuentros. Con los ecos de la onírica neo-psicodelia-pop del jerezano Ghouljaboy de fondo, llegamos al escenario Alhambra con ganas de hincarle el diente a Wolf Alice, comprobando desde el primer minuto que, aunque se hayan amansado un poco en estudio, su alma punk y ferocidad sigue intacta en directo. Una Ellie Rowsell bien flanqueada por su adrenalínica banda, rezuma carisma y magnetismo en cada movimiento, riff y aullido. Nos reciben con una “Smile” afilada de su último “Blue Weekend” (21), del que suenan hasta seis temas, destacando con especial energía y calado emocional “How can I make it OK?”, la rabiosa “Play the Greatest Hits” y la intensidad contenida del “The last man on Earth” de la recta final. Pero, los zarpazos que nos impactan con especial fiereza en el pecho, son cortes de su debut “My love is cool” (15), como “You’re a germ”, la resplandeciente “Bros” o la crudeza abrasiva de “Giant peach”. De su segundo trabajo, “Visions of a life” (17), dos balas de plata directas al corazón: “Formidable cool” y ese himno no oficial que se expande por todo el festival y se te queda pegado a la piel como salitre y carmín, “Don’t delete the kisses”.
Wolf Alice
A los tres cabezas de cartel anunciados a última hora como sustitutos de los insustituibles Rage Against The Machine, que cancelaron por causas ajenas al festival, concretamente por problemas de salud de Zack de la Rocha, les preceden dos de los shows más celebrados por el público que abarrotó cada una de los escenarios, primero con Stereophonics y luego con ese tornado llamado Biffy Clyro que no dejó títere con cabeza. La banda de rock galesa (más de una bandera entre los fans), con un Kelly Jones en plena forma y al mando en todo momento, le dan el tiro de gracia al atardecer en esa perfecta encrucijada de rock y brit-pop en la que crece su amplísimo cancionero. No faltan a la cita clasicazos como una deliciosa “Maybe tomorrow” en la que nos habríamos quedado a vivir una larga temporada, la pegadiza “Have a nice day” que borra en pocos segundo cualquier problema existente, o la intensidad cegadora del cierre, un eclipse hecho canción, “Dakota”.
Tras parar el tiempo bajo un “Make me feel like the one” cantado al unísono por todos, dejamos Gales y viajamos a Escocia, toca sudar con un Simon Neil que es pura combustión instantánea desde el segundo tema, con la demoledora base rítmica de los hermanos Johnston al mando, arrojando más y más madera a la caldera de una locomotora que nos pasa por encima canción a canción. Biffy Clyro, con Simon Neil apareciendo a escena tras el teclista, comienzan a fuego lento con una “DumDum” que sube poco a poco las pulsaciones de los incondicionales, para, en el siguiente parpadeo, hacernos volar por los aires con la compañera de surcos “A hunger in your haunt”, con Neil ya en el centro del escenario, desgañitándose y exprimiendo su guitarra como si no hubiera mañana.
Nos ofrecen un aparente receso con el luminoso punk melódico de “Tiny indoor fireworks”, para volver a empujarnos hacia el ojo de huracán de riffs de “That golden rule”, con violines ardiendo y Neil pasando del susurro al rugido en milésimas de segundo. En ese bravío oleaje naufragaremos durante todo el show y saldremos vivos de milagro. A excepción de las dos iniciales de su último trabajo hasta la fecha, “The myth of the happily ever after” (21), el grueso del concierto lo basarán en torno a dos discos: “Only revolutions” (10) y “A celebration of edings” (20), con cuatro cortes de cada uno de ellos, pero también nos regalan la martilleante y épica “Wolves of winter” de “Ellipsis” (16) y una ultra celebrada “Living is a problem because everything dies”, rebosante de matices y energía, de su cuarto y exitoso “Puzzle” (07).
Entre medio de Gales y Escocia, nos escapamos a Estados Unidos, para comprobar que Lucy Dacus brilla tan fuerte en estudio como en directo. Sin lugar a dudas, una de las voces más bellas del festival. Desgrana parte de su tercer y último trabajo hasta la fecha. “Home video” (21), del que suenan la mitad de las piezas, como la inicial “First time” (y ya en sus redes) o la mitad acústica y mitad truenos y centellas “VBS”, con la banda al completo haciendo saltar chispas en cada embestida. Especialmente magnéticas suenan dos temas de su segundo álbum, en la primera parte una cautivadora “Addictions” que toca la fibra y, en el final de los finales, una “Night Shift” que ya por sí sola compensa perdernos cualquier otro concierto. Antes pasó una estrella fugaz a cámara lenta con “I don’t wanna be funny anymore” y dejó de girar el mundo, para que solo los afortunados y afortunadas que estábamos allí bailáramos bajo el hechizo de una “Dancing in the dark” que hizo suya. Lucy Dacus, the boss.
Con la luna y las estrellas ya en su sitio, nos da tiempo a coger aire y saborear los primeros temas de unos Morgan cada vez más siderales. “Hopeless Prayer”, “River” y activamos la cuenta atrás. El tridente titular acelera el tiempo y pasamos de los siempre sobresalientes Franz Ferdinand, con un set list imbatible, en el que cada tema es un incontestable hit: Del ya clásico “The Dark of the Matinée” para encender la mecha, a la locura colectiva con “Do You Want To”, pasando por “Ulysses” o “Take me out”. Los escoceses no bajan la intensidad en ningún momento y Alex Kapranos domina las tablas como nadie. “This fire is out of control” y no nos queda otra que arder.
C.Tangana
C Tangana, “Sin cantar ni afinar”, nos ofrece un show de película coral, con una gran pantalla que anuncia los créditos y emite a tiempo real (cámara siguiéndolo todo sobre el escenario), cada movimiento del Madrileño y los suyos. Una puesta en escena a la altura de artistas internacionales de renombre, espectáculo que incluye una inmensa orquesta sobre un escenario camaleónico, con mesas, humo y bebidas, entre cabaret y tablao flamenco, en el que músicos y actores disfrutan e interpretan su papel. Ni la Húngara, ni Kiko Veneno, ni Antonio Carmona, pero si parte de la familia Habichuela y el omnipresente Niño de Elche, muy protagonista hoy en las partes más flamencas y piezas como “Me maten” o “Tú me dejaste de querer”. No falta la muy celebrada “Los tontos”, cantada por Víctor y rematada por un brillante Ismael “El Bola”, homenajeando al gran Ray Heredia (gran ovación incluida), o las piezas más urbanas con Puchito encima de la mesa bailando y todos los focos sobre él: De “Tranquilísimo”, a “Demasiadas mujeres” o “Llorando en la limo”. El cierre lo pone “Un veneno”, con Francisco Contreras de nuevo como el mejor de los escuderos.
Pero, si hay un animal de escenario por encima del resto en esta primera jornada, ese es Brett Anderson junto a sus Suede. Quema las naves en cada clásico de la banda, saltando, de rodillas, corriendo o a cuatro patas, un showman total con la voz eternamente joven. Carisma por los cuatro costaos bajo una tromba de masterpieces como “She”, “Trash” o “Beautiful ones”, todas de su genial tercer disco “Coming Up” (96).
Todo suena sobresaliente y verdadero en boca de Brett Anderson y su banda, tanto temas nuevos como el aún humeante “She still leads me on” de inicio y “15 again”, o un “Tides” previo del “The blue hour” (18) que es puro fuego. Pero, además de una acústica y preciosista “ She's in fashion” y una “Can't Get Enough” que cae como una bomba, con Anderson poseído haciendo palmas con toda Málaga, ambas del “Head music” (99), irremediablemente, la artillería pesada viene de otros dos álbumes de Suede que marcaron época: el homónimo debut, “Suede” (93) y el que le sigue, “Dog Man Star” (94). Así, la luna, casi llena, se tambalea de emoción bajo una lluvia de perseidas que va de “Animal nitrate” a “We are the pigs”, pasando por “So young”, “Metal Mickey” y el “New generations” final como primer gran y apoteósico bis.
Nos da tiempo a pasar por el aquelarre y pogo continuo que tienen montado los incombustibles Viva Belgrado y, cuando nos parece ver a C Tangana en un intento fallido de ser cogido por el aire, decidimos que es hora de volver a casa.
Viernes de chica cósmica y cowboy espacial
Las segundas jornadas son más duras que las primeras (y menos que las terceras), pero llegamos con energías renovadas y muchas ganas de ver por fin a Kevin Morby. La vida no nos dio para llegar antes, pero nos consta que La Perra Blanco sigue dando mucho que hablar con su adictivo rockabilly y que, Los Niños Mutantes, volvieron a movilizar a un gran número de fans incondicionales en otro concierto vibrante. Nos llegan los últimos ecos jazzísticos y souleros de The Dip, pero no saboreamos como nos hubiera gustado su elegantísima propuesta retro con sello propio. Apuntados quedan en tareas pendientes.
Kevin Morby ha firmado uno de los mejores discos de lo que llevamos de año, “This is a photohraph” (22), y abre a todo gas con la canción titular. Chaqueta imposible de flecos dorada y ese fraseo a la altura del Dylan más psicodélico. Un tema le basta a él y su banda para marcar la senda ganadora de uno de los mejores directos de la jornada. Seguimos el orden del disco y derriten el atardecer con una bellísima “A random act of kindness”, que rompe en intensidad, con la banda a una, y nos hace despegar en su emocionante final. Dos más compañeras de surcos, la brisa de “Five easy pieces” y una de las piezas más rockeras del lote, “Rock bottom”, que gana fiereza en vivo. Dos de “Sundowner” (20) y dos de su predecesor, “Oh my god” (19): Una “Campfire” que esconde un sin fin de atardeceres, con una guitarra crujiente y silencios que son un trampolín perfecto para volver a saltar al vacío y volar más alto que nunca; seguida del enérgico bucle de “Wander”. Para pasar a las celestiales “No halo” y no dejarnos tocar el césped artificial con “Piss river”. Estamos ante uno de esos conciertos que deseas con todas tus fuerzas que no termine. Trío de ases para conseguir la eternidad y un día: “City music”, “I have been to the mountain” y “Harlem river”. El listón del viernes queda, a su suerte, flotando en el espacio exterior.
Paolo Nutini y su banda, con el sol de cara, le dan otro zarpazo a la tarde y dejan una muesca importante en el festival, con su desgarradora garganta y carisma al mando. Tras desaparecer discográficamente tras “Caustic Love” (14), el escoces ha vuelto con un notabilísimo “Last night in the bittersweet” (22) bajo el brazo, en el que basa la mitad del repertorio de hoy. Los nuevos temas que más nos llegan en directo son una “Lose it” contenida que abre el cielo en dos en su crescendo final, el galope fresco de “Acid eyes” y el “Shine a light” de cierre que nos deja con muchas ganas de más. Pero son dos cortes de “Caustic love” con los que mira a los ojos al mismísimo Cris Robinson, una “Scream (funk my life up)” que rezuma góspel y rock sureño a partes iguales, con Nutini cantando a tumba abierta, y una “Iron Sky” en la que su voz sigue saltando por acantilados y arañando el cielo. No faltan las muy celebradas y ganadoras “Jenny don’t be hasty” y “New shoes”, de su sobresaliente disco debut “These Streets” (07).
Michael Kiwanuka
El viernes está siendo intenso y no vamos a bajar de las nubes, es el turno de otro jefazo, Michael Kiwanuka. Una voz prodigiosa que parece surgir de la naturaleza que nos rodea, con un extra de espiritualidad y energía luminosa que la hace única. Bien arropado por una banda en la que destacan dos magníficas coristas y los ritmos africanos, abren con “Piano joint (This kind of love)”, intro instrumental incluida. A esta pieza le siguen hasta cuatro más de “Kiwanuka” (19), su majestuoso tercer y último álbum hasta la fecha, en torno al que gira el directo de hoy. Así, con Kiwanuka desprendiendo un aura de luz y misterio que no cesa, alcanzamos la primera cima con “You ain't the problem”, rebosante de percusiones africanas y unos coros que marcan el camino a un Michael Kiwanuka que nos sobrevuela con su canto como si de un ser mitológico se tratara. Pura magia con tres cortes más del mismo disco, expandiendo su universo sonoro y envolviéndonos en todo momento: De la obra maestra hecha canción, “Hero”, con su intro previa, a una “Final days” en la que nos dejamos llevar mar adentro, hasta volver a tocar tierra firme con “Solid ground”, aunque, en realidad, nuestros pies, cerca del suelo, no lo tocan en ningún momento hasta mucho después de terminar el show.
Antes nos mece con la delicada elegancia de “Father’s Child”, del increíble “Love & Hate” (16), trabajo imprescindible del que extrae también el cierre: la esperadísima y sanadora “Cold little heart”. Escasos 50 minutos que nos saben a gloria y que, como dice una amiga, nos dejan a medias.
Dos propuestas diferentes más, antes de que el funky intergaláctico de Jamiroquai posea nuestros cuerpos: Primero unos muy festivos y bailongos Glass Animal, con un Dave Bayley desbocado como maestro de ceremonias. No atrapan desde el “Life itself” de inicio, hasta llegar al hit entre los hits, “Heat waves”. Entre medio, corremos en busca de riffs afilados y un bajo que haga desmoronarse la madrugada, y eso nos dan con creces Nova Twins, haciendo que suban las temperaturas a base de rock-rap y nu metal a todo trapo, con Rage against the machine corriéndoles por las venas. Recorren y minan el ambiente con temas explosivos de sus dos discos, “Who Are the Girls?” (20) y “Supernova” (22), haciendo que un furioso torbellino punk nos conquiste tema a tema. Del “Antagonist” con el que encienden la hoguera, a llamaradas como “Taxi” o “Choose your fighter”.
Tomamos posiciones y las indumentarias para la histórica ocasión se multiplican, reinando las coronas funky-luminosas y las plumas de jefes indios… El concierto más multitudinario del festival hasta el momento se acerca, y es que nadie quiere perderse el único show exclusivo de Jamiroquai en Europa este año. La banda sale a por todas con una acelerada y explosiva “The Kids”, con el genuino Jay Kay en chándal y con su sombrero-casco estrellado y luminoso, que abre y cierra sus puntas a su antojo. Demuestra, en pocos parpadeos, que sigue siendo el rey del funky-disco y acid jazz más futurista, con un quejío y fraseo perfecto, dejando claro que, tras treinta años de exitosa carrera, está en plena forma, corriendo y bailando mientras canta con total entrega cada uno de los temas.
Una banda de diez músicos estratosféricos, con un trompetista que escupe fuego, coristas intergalácticas y una poderosa base rítmica que suda funky y late, durante hora y media, como el enorme corazón contento (hoy sí) del planeta Tierra.
Bajamos un poco las pulsaciones con la genial “When you gonna learn”, el primer sencillo que grabó la banda en 1989, seguida de la tromba rítmica y rompe caderas “Use the force”.
Cabalgamos hacia otra galaxia con la muy soulera y celebrada “Space cowboy”, con Jay flotando sobre el escenario a cada paso de baile, para continuar con los ritmos aterciopelados de “Seven days in sunny June”.
El acid jazz sigue desbordándose con dos temas más del mítico “Travelling Without Moving” (96), el disco funky más vendido de la historia: “Alright” y una “Cosmic girls” en la que alcanzamos uno de los múltiples clímax del show, con la luna girando como una gigantesca bola de espejos.
Antes nos regala una “Blow your mind” que no tocaba en directo desde 2010, y nos deleitan con “Little L” y una magistral interpretación de “Soul education”, del “Synkronized” (99), cuarto álbum de la banda (surcos donde más reluce el funk-disco), del que también suenan y resplandecen hasta cegarnos “Canned heat” y una demoledora y guitarrera “Deeper underground” como bis.
“Scam” y una muy bailonga “Love foolosophy” completan el lote de unos de los mejores conciertos vividos este año.
Besamos la lona, pero Vetusta Morla, otros que siguen imparables, rompiendo techos e imbatibles en directo, nos ayudan a renacer de las cenizas con una “Puñalada trapera” que es pura luz en la oscuridad. Tocan cuatro más de su último “Cable a tierra” (21) y el público, totalmente entregado de principio a fin, se deja la voz que les queda en un cancionero al alcance de pocos. De “Golpe maestro” a “Maldita dulzura”, pasando por “Cuarteles de invierno” y “Los día raros” finales. Momento para recordar en “Consejo de sabios”, con Pucho cantando el estribillo de “Despechá” de Rosalía” y, como siempre, suenan especialmente brillantes los cortes elegidos hoy de su disco debut, “Un día en el mundo” (08): la masterpiece “Copenhague” y la traca final con “Sálvese quien pueda”, “Valiente” y “Saharabbey Road”.
Sábado de música para sobrevivir y disfrutar
Demasiados días en las trincheras sonoras y, con los ritmos pegadizos del “Bang bang” de Delaporte aún en el aire, más la onda expansiva del bolazo de Niña Coyote eta Chico Tornado, con pogos mil y versión del “I wanna be your dog” de los Stooges y “Killing in the name”, de los ausentes y omnipresentes Rage Against the Machine incluidas, nos rendimos y buscamos “Sanación” (20), una vez más, ante nuestra queridísima María José Llergo. Con su encanto y simpatía característica, vestido y botas negras, con trenza alta, se mete al público en el bolsillo desde que pisa las tablas. Por tangos, “Al gurugú”, zapateando, haciendo palmas o bajando del escenario y cantando cerca del público, embelesa a cada uno de los asistentes, que se olvidan del fuerte sol y solo tenemos ojos y oídos para ella. Muy bien acompañada al toque por el gran Paco Soto, deja su huella con todo lo que sale de su boca, quejío a quejío, de “Niña de las dunas” a “Nana del Mediterráneo”, pasando por un “Pena, penita, pena” cantado por todos, o las previas “Canción del soldado” y “Volver”, cargadas de tanta verdad y sentimiento en su canto que, más de un ojo, deja inevitablemente que se escapen lágrimas y lágrimas.
María José Llergo
De Córdoba a Graná, con unos 091 que “vienen (y salen al escenario principal a todo gas) a terminar lo que empezaron”, pisando fuerte con rock n roll actitud y “Zapatos de piel de caimán”, provocando “El baile de la desesperación” entre sus seguidores y, recordándonos que, todos al unísono, “Este es nuestro tiempo”. No faltan clásicos entre los clásicos como “La canción del espantapájaros”, “La noche en la que la luna salió tarde”, “La torre de la vela” o una apoteósica “La vida que mala es” final.
Nos acercamos al escenario Alhambra con la clara intención de presenciar solo los primeros temas de Aurora y luego pasarnos por el Stage 3, para sudar con el hardcore-punk de los californianos Spiritual Cramp, pero la joven cantautora noruega, pronto me hace cambiar de planes. Tras la intro instrumental “The forbidden fruits of Eden” de su último “The gods we can touch” (22), continúa con dos más de dicho álbum, “Heathens” y “Blood in the wine” y ya no hay vuelta atrás: entre hada mágica del bosque y una Florence Welch aún más barroca y mística en su canto, caigo totalmente hechizado. Si a día de hoy siguiera cantando en el mismo escenario, allí seguiría yo. Voz portentosa y unas interpretaciones que conectan con cada alma presente. Desprende magnetismo en cada movimiento, danza descalza y parece no tocar el suelo. Así, muchos disfrutamos de otro de esos conciertos inesperados que se te quedan grabados a fuego. Especialmente nos dejan marca temas como “Warrior”, una muy bailonga y seductora “Cure for me” o la creciente intensidad de “Runaway”. Los juegos de luces y lo que parece una gran luna sobre la que ella vuela en el escenario, suman el marco perfecto en lo que, sin lugar a dudas, termina siendo una de las mejores actuaciones del sábado. Aún nos queda tiempo para vibrar con la épica cargada de misterio de “The seed” o con los fuegos artificiales de mil colores que salen por su garganta en “Running with the wolves”, y rematarnos con una más de su último trabajo, la enérgica y sanadora “Giving in to the love”.
Si Aurora no nos deja acercarnos a otro escenario hasta que termine su actuación, lo mismo ocurre con Los Planetas, repasando lo mejor de su cancionero e intercalando algunos de sus últimos temas. Hacen las delicias de sus seguidores con las inmortales “Santos que yo te pinte”, la “Segundo premio” inicial, la venenosa “Pesadilla en el parque de atracciones”, “Señora de las alturas”, “Un buen día” o el “De viaje” final. La banda vuelve a dejar claro con su directo porque son un referente y, sin ellos, muchas otras bandas no serían lo que son hoy día. Estamos en Málaga y se arrancan por verdiales espaciales en “Si estaba loco por ti” y nos hacen “caernos parriba” con la “Islamabad”, girar y girar en “Corrientes circulares en el tiempo” y alcanzar una nueva cima con “Reunión en la cumbre”. Nikki Hill y su blues-rock incendiario conquista a todo el público que se acerca al escenario 3 y nos alegramos, es una de nuestras debilidades y no suele bajar del sobresaliente en directo.
El festival alcanza su mayor número de espectadores y cuesta ya un poco ir de escenario a escenario, pero nos acercamos a Years & Years, que se marcan otro show inolvidable, con puestas en escena diferentes para cada canción, teatros y coreografías mil, desde tocar un piano de cola y terminal bailando sobre él, a cantar desde una gran cama vertical. Lluvia electrónica con un Olly Alexander camaleónico y estelar al mando que hace que se contonee Málaga al completo. De “Hallucination” a una genial versión del “It's a sin” de los Pet Shop Boys, hasta llegar al triunfal “King” final. El show merecía brillar más aún en el escenario principal, pero, sin lugar a dudas, traer a Years & Years es otro de los múltiples aciertos en la programación del festival.
Nos da tiempo de un penúltimo baile con los adictivos Instituto Mexicano del Sonido, pura diversión a ritmo de cumbias electrónicas y experimentaciones sonoras mil, rebosantes de raíces y viajes al futuro. Nos quedamos con ganas de disfrutarlos con tranquilidad y tiempo, pero toca reagruparse para disfrutar de uno de los espectáculos sonoros más impresionantes que se pueden ver hoy en día, de la mano del trío británico Muse, una de las bandas de rock más potentes y populares de las dos últimas décadas. Esto queda meridianamente claro si tenemos en cuenta que el sábado es el único día con sold out en el festival. Además, se palpa en los presentes, con miles de camisetas de la banda a la vista y hasta gafas futuristas de luces por todas partes. Que bonito es cuando la admiración viene de lejos y se mantiene en el tiempo (algo parecido ocurrió con el público de Jamiroquai), cuando ves a un amigo coger sitio horas antes junto a su hermano para vivir bien lo que se avecina, o cuando te encuentras a un colega de casualidad (uno de los mejores bajistas de este país) y te dice ilusionado, horas antes, que ya no se moverá del escenario principal para ver de cerca a Muse, uno de sus grupos preferidos de siempre.
Muse
Pues eso, cerca de 30.000 seguidores de todas las edades, expectantes y nerviosos, abarrotan el escenario Andalucía, con una pasarela central entre el público para la ocasión. Matt Bellamy (voz y guitarra), Chris Wolstenholme (bajo y coros) y Dominic Howard (batería), enmascarados (como el gigantesco muñeco que hay sobre el escenario), aparecen sobre las tablas y nos arrojan una explosiva “Will of the people” que noquea y enloquece desde los primeros compases, la titular de su reivindicativo y aún en llamas “Will of the people” (22), seguida de una descomunal “Hysteria” (previo interludio) que termina por poner boca abajo y electrificar el recinto ferial de punta a punta.
El incendio se propaga con los riffs abrasivos marca de la casa en “Psycho”, la muy pegadiza “Pressure”, con un estribillo que nos lleva en volandas y, casi seguidas, tres más del nuevo álbum: la rocosa y repleta de matices “Won't stand down”, con Bellamy haciendo imposibles y giros mil con su voz; la futurista, con halo y teclados ochenteros, “Compliance”, y la nerviosa y cibernética “You make me feel like it's Halloween”; dejando en la recámara una bala más de “Will of the people”(22): “Kill or be killed” como primer bis, provocando quemaduras a cada ráfaga de riffs, bajo y batería.
Especialmente vibrantes y magnéticas suenan las piezas que llevan el ADN de la banda a fuego, como la maravillosa “Time is running out”, los ritmos y falsetes lascivos de “Supermassive black hole”, o una “Plub in baby” que deseamos con todas nuestras fuerzas que alarguen toda la vida.
Desde el inicio del show, Bellamy recorre varias veces la pasarela central con su guitarra, además de ponerse un futurista guante robótico y lanzar sonidos de otra dimensión, arremetiendo con las atmósferas ochenteras y alienígenas de “Behold, the Glove” y una “Uprising” que provoca otro de los temblores de tierra más grandes que se recuerdan en la Costa del Sol.
Todo con decibelios al límite y sonido perfecto (tónica general del festival), cuidados vídeos en las gigantescas pantallas, lluvia de serpentinas y llamaradas de fuego al aire una y otra vez; más, en la recta final, dinamita gigante encendida en la mano del muñeco enmascarado que nos mira desde el escenario.
En la cuenta atrás, dos himnos cegadores de Muse marcan la madrugada malagueña para siempre, ambos de “Black holes and revelations” (06), la muy emocionante interpretación de la mágica “Starlight”, con el público fundiéndose con la banda en cada nota, y el impresionante western espacial “Knights of Cydonia”, previa intro del “Man with a harmonica” de Morricone, con Chris Wolstenholme soplando desde la pasarela central, para luego ocupar su sitio y bajo y proseguir el galope intergaláctico con sus compañeros. Tema reivindicativo de cierre que subraya su mensaje a modo de karaoke en las inmensas pantallas, recordándonos que, con Bellany desgañitándose a tumba abierta y Howard y Wolstenholme implosionando: “Time has come to make things right, / you and I must fight for our rights, / you and I must fight to survive”. No posponerlo más y hacer ya las cosas bien, juntos, por nuestros derechos y para sobrevivir. Ese es el mensaje y eco que sobrevuela, como los aviones de exhibición que pasaron varias veces por el cielo del recinto, tras el concierto más multitudinario de esta primera y exitosa edición de Andalucía BIG Festival.
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