Como si fuera ayer
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Como si fuera ayer

8 / 10
Reuben Weedianaut — 08-06-2023
Empresa — Bidehuts
Fecha — 02 junio, 2023
Sala — Psilocybenea Aretoa
Fotografía — Amaia Oca

bIDEhUTS no es un sello al uso. Desde que en 2007 comenzaran andadura editando su primera referencia (el “Ezlekuak” de los protagonistas de esta crónica, más concretamente), el funcionamiento del colectivo irundarra se asemeja más al de una cooperativa que al de una discográfica común, donde cada una de las personas que forman parte de los distintos proyectos que lo componen aportan su granito de arena en todos los niveles del proceso de edición de un disco, desde la grabación hasta el ensobrado de vinilos y su posterior venta y distribución. Tomando el relevo de Metak tras su desaparición en 2005 (que a su vez hizo lo propio con Esan Ozenki cuando cesó su actividad con el cambio de siglo), siguen manteniendo la fertilidad musical que ha crecido siempre en los márgenes del Bidasoa, de los hermanos Muguruza a los Irazoki, de Sorotan Bele a Dut y Kuraia, siempre tan al margen como a la vanguardia de la escena en Euskal Herria.

En esta ocasión, desde Irun se nos hacía un llamamiento para aportar nuestro propio granito a la cosecha y contribuir a revertir una situación económica (“sin dramas, pero ésta es la realidad”, confesaban en la nota de prensa) que se ha visto globalmente alterada en los cinco años que han pasado desde la bIDEhUTS Gaua celebrada en el Astra de Gernika. La doble cita nos convocaba el viernes en Psilocybenea (el sábado actuaría también la dupla Audience / Joseba Irazoki eta Lagunak), una de las alas de las antiguas escuelas de Hondarribia que acoge locales, una sala de conciertos, y una emisora de radio, en un espacio que gestiona Psilocybe Elkartea desde principios de los 90 tras okupar y pelear durante años por tener locales de ensayo dignos en el municipio.
Aunque parezca mentira, -GAILU tocaban por primera vez en una plaza tan significativa desde que su debut viera la luz por estas fechas en 2021. Aunque el grupo se formó en Bilbo como proyecto artístico audiovisual por parte de Luis Andre y Mikel Abrego (suya fue la primera de las Pil-Pil Sessions del sello Metak), no tomó su forma definitiva hasta que dos décadas después Okene se subió al carro, espoleados por su hermano Mikel tras una reinterpretación de “Kutxa Beltza” (2002) a dúo junto a Drake en el difunto Club Le Larraskito.

El escenario parece minúsculo con el backline del sexteto siguiente reposando detrás, envuelto en mantas y sábanas como los muebles de la casa de veraneo a la que vuelves tras meses en la ciudad. El trío de Andoain es un poco lo mismo. Como volver al pueblo con los ecos de la urbe todavía resonando en tu cabeza. Instrumentos dispuestos en la línea de frente (lindando con el respetable, sin jerarquías) reciben a los Abrego y a Mariano, músico-para-todo que sustituye al mencionado Drake en los directos de presentación de “Begiak, Egiak Ba Ote?” (2021). Lo primero que hace Okene al tomar asiento es dedicar la función a Iñigo Muguruza, solemne, como el banco de madera que no abandonará hasta el final (“tengo ya una edad”), cuadrado, con un lauburu tallado en el respaldo, como aquellos donde descansaban los monaguillos indispensables para el desarrollo de la ceremonia eucarística. Comienzan como termina su LP, con “Zikin, Narrats Jantzia Eta Amodioz Betea” recitando a capella las palabras de Bolaño que reposan en un atril que marca la hoja de ruta del director del coro. Spoken-word a la usanza de los bardos, o de los juglares que recorren caminos que sólo los poetas pueden hollar, mientras cuentan las verdades que los reyes no quieren escuchar. Respeto por la tradición. De fondo, bajo y batería narcóticos, como unos Earth dándonos cucharadas de miel y codeína. “Gaixorik bai, baina bizirik”. Enfermos, pero vivos. “Azken Bidaia” inocula kraut a la receta, y el cardiograma de la pista empieza a marcar sus primeros picos, con esa personal forma que tiene Pintza de tocar una batería zurda a la cual suma pads electrónicos desde los que disparar samples y triggers. La corneta marca el paso y cede su lugar al megáfono para “Lege Zamapean”, como queriendo hacerse oír. “I scream, you scream, we all scream, for ice cream!”. Trance a base de juegos de palabras y dobles sentidos. Canciones de guardería compuestas por Tom Waits, aparentemente simples en su complejidad, como el country de Kris Kristofferson. “Esazu”. Dilo, pero ten algo que decir. “Begiak, Egiak Ba Ote?”. ¿Quién te acompaña en este camino? Post-punk para las masas, en este caso, un ente con forma de familia y de nombre bIDEhUTS. “Nor bidelagun?”. Mariano destapa un contrabajo, con esa condición suya de navaja suiza que lo mismo sirve para los intrincados Inoren Ero Ni que acompaña a la banda de Anari, y resuenan las palabras del chileno Juan Luis Martínez entre la cháchara de la gente, como Afrika Bambaataa declamando funk latino. Quien soy. Afirmación. “Hacer reventar los sistemas es el único juego aceptable, el movimiento es la única manera de permanecer vivos”. Quienes somos. Movimiento. “Jada Deus Ez Da”. Hip hop, Public Enemy, Beastie Boys, y Okene metido en su papel de master of ceremonies transmutando a Gil Scott-Heron vocoder mediante. “Baserritar Bati Entzun Ondoren”. Drum & bass y ruralcore. “Ekhi Dantza”. Boom bap, cine y literatura. La llamada ancestral. Una baqueta golpea las cuatro cuerdas como un tambor nativo americano. “Horra Marrak, Karramarro”. Palíndromos y motorik sin claqueta. Nos despeinan los cerebros inventando idiomas para la incomprensión en “Kalez Kale”, invocando comprensiblemente a la danza. “Kalez kale ibili, apurtu, ebatsi”. Nos hurtan 25 segundos con “Zabaldu Ximorra”, grindcore con ecos de los tiempos de BAP!! que viene a ser cinco veces lo que “You Suffer” a Napalm Death. Noche cerrada en la calle y la pista de baile abierta en el interior. “Gaua”. Pizarnik crooner y hedonismo robótico que culminan en dos apropiadas versiones: una visita al “Austerity Dogs” de Sleaford Mods, y un nuevo recuerdo a Iñigo y la revuelta de los Kortatu para terminar como una asamblea de majaras. “Mañana, sol”.

Resulta complicado poner en palabras la experiencia que supone un concierto de Lisabö a quien no los haya presenciado sobre las tablas. De entre los directos que he vivido, solamente me vienen a la cabeza los Swans como catarsis análoga, palabra muy recurrente también para referirse tanto a los de Irun como a las huestes de Michael Gira. Catarsis como liberación o transformación interior a raíz de una experiencia vital profunda, o catarsis como en biología, una expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo. Ambas definiciones podrían aplicarse perfectamente al espectáculo que estaba a punto de suceder ante nuestros ojos.

Luz blanca fija. Como Fugazi. Como si quisieran que no nos perdamos ni un solo fotograma del metraje a continuación. Rodrigo Cuevas & Refree por los altavoces a modo de prólogo donde antaño "Shipping News" servían de prefacio. Como una pequeña alegoría del inexorable paso del tiempo. Ha llovido. En mi memoria, Elle Belga y sus versos. “Recogeremos los restos de las derrotas, y ganaremos”. Hay trazado un plan de guerra y se dispone a ser ejecutado. “Y al final seremos visibles y opacos para quienes no nos quieren y nos ignoran”. Difícil ignorar la primitiva acometida de “Oinazearen Intimitatea”. Tribales. “Etzera etorri nire festara, ez naiz joan zure ehorzketara”. Construyendo tensión. Armando, desarmando, y rearmando lo anteriormente edificado para hundirnos en pozos de barro con la intimidad que sólo puede suscitar el desconsuelo.

Los conocimos en su momento como “el grupo de las dos baterías” pero, aunque es innegable la intensidad que llegan a conseguir a cuatro baquetas, tanto en la percusión como en lo visual, la banda es mucho más que eso. El formato doble power-trio resulta abrasivo, con cada instrumento atacando desde un flanco distinto, pero todos a una, constantes miradas mediante para no quedarse perdidos en el vórtice. Sí que eché de menos la incorporación de un segundo bajo a la que recurrieron durante un tiempo para temas concretos del set, bien invitando a subir como era costumbre a un Joseba Ponce (Dut/Kuraia/JP Lohian) presente en la sala, bien asumiendo la tarea de doblar las cuatro cuerdas los músicos de Sacco que completan el sexteto en la actualidad, pero eso es ponerse puntilloso. “Nomaden zirkulu tematia” sale de su última referencia, Eta Edertasunaren Lorratzetan Biluztu Ginen (2018), pero forma ya parte de los clásicos de su repertorio con esos “lokatzetan busti ditugu zainak zeozer sentitu nahian” coreados a pleno pulmón por las 200 almas que colgaron el cartel de sold-out en Psilocybenea. Y es que la ocasión no era para menos. Habiendo anunciado recientemente que se encontraban en proceso de grabación de su siguiente disco, ésta era la última/única oportunidad de ver sobre un escenario a los irundarras antes de la publicación del mismo, y había que aprovecharla.

Sin respiro, enganchan con el mantra de “Gordintasunaren Otordu Luzea”, desnudando la osamenta de su propuesta con esa estructura repetitiva que podría alargarse hasta el infinito si la tensión no tuviera limitación. Esto necesita una pausa, pero tras unos sentidos agradecimientos, vuelven a la carga con el lánguido comienzo de “Alderantzizko Magia” y esos parches resonando en el vacío alrededor de un bajo post-punk, para implosionar con estallidos de guitarras en su parte central y jugar con las dinámicas durante casi diez minutos. Osinaga sufre con la bola de sonido que se genera alrededor de su ampli, pero Manterola no le quita ojo durante toda la actuación y le mantiene a flote en la marea, mientras los restantes cuatro músicos son una boya en el centro, un átomo cuadrado alrededor del cual orbitan el caos a las seis cuerdas y las voces que escupen las distópicas letras de Martxel Mariskal.

Ezlekuak (2007) seguramente sea el disco más celebrado de su discografía, y “1215. Katean” una de las canciones más queridas de entre las que lo componen (hasta el punto de figurar como “Slint” en un setlist ininteligible repleto de bromas internas), pero la siguiente “Martxel” (“Ez Zaitut Somatu Iristen”) evidencia el peso del poeta en el seno de la banda y su aportación en Animalia Lotsatuen Putzua (2011) me parece definitiva para considerarlo la mejor obra de Lisabö hasta la fecha, aunque mi preferido siempre será Ezarian (2000).

La voz de Mariskal suena grabada esta vez, pero conmueve igualmente, y el éxtasis se va desatando entre el público mientras a Txap le faltan las palabras y no tiene más remedio que desatar el nudo en la garganta a puñetazos con “Oroimenik Gabeko Filma”, grabada a fuego en nuestra memoria personal y colectiva. “Biriken artean zeharkatua itzalaren hezurdura bezala”. Nos tienen en el bolsillo. Cae “el hit” y caen camisetas en las primeras filas. “Batere ez dut, ta gutxiago eskatzen”. La épica desborda los sentidos. Sinestesia. “Hala dira kontuak”. Sudor y decibelios. “Nire zapatak utziko dizkizut eta ez dut zuk baino ozenago hitz egingo”. Los tímpanos explotan y respiramos bajo la presión de la amalgama de frecuencias, nos falta el aire si se hace el silencio aunque sea por un solo segundo. La nada es el límite. Nos queman las retinas, sobredosis de luz y hertzios, incapaces de apartar la mirada, como el cervatillo que se queda clavado ante los faros del coche, inmovil ante el inevitable desastre. “Egungo ikuskizunari odola dario begietatik”.

Encaramos la recta final y “Amuz Inguratuta” se siente como nadar entre tiburones, no sabes por dónde va a venir el ataque. Apretamos los dientes y confiamos en poder alcanzar la orilla, pero las aguas nos mecen pausadamente. “Ezarian”. Poco más que añadir. Su debut es antológico, y a punto de cumplir un cuarto de siglo sigue siendo un pilar de la música euskaldun junto al “Askatu Korapiloa” (2000) de la misma quinta, pero también ambos obras cumbre del género más allá de nuestras fronteras. “Ur Gainean” se desarrolla con la calma de una canción de Godspeed You! Black Emperor (otra comparación válida en cuanto a niveles de catarsis) y para cuando termina (y con ella el bolo) acabamos agotadas física y emocionalmente tras la tempestad resultante, sin saber muy bien cómo reaccionar ante lo experimentado. Como decía, no hay palabras. Lisabö son más grandes que la vida misma.

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