Tras veinticinco años de carrera la banda de Lekunberri Berri Txarrak se despidió del público madrileño por todo lo alto con un concierto para la posteridad en el que congregaron a siete mil almas, que se dejaron la voz durante las dos largas horas en las que desgranaron buena parte de los mejores temas de su larga trayectoria; una carrera que les ha llevado a girar por todo el mundo y dar voz a las inquietudes y frustraciones de unos fans que se dejaron la voz en cada uno de los temas que tocaron; un público que les ha ido acompañando durante este amplio recorrido y que ha ido haciéndose mayores con ellos, aunque también se notó durante el concierto que la banda nunca ha dejado de atraer a nuevos oyentes, ya que se vio una buena representación mucho más joven que se llevará en el recuerdo uno de los mejores shows de la carrera de este gran grupo.
La banda madrileña Pasajero fue la encargada de arrancar la noche y se encargaron de calentar al personal que iba entrando con cuentagotas con su rock de toque emo y mucha personalidad. Este cuarteto, formado por un ex miembro del mítico grupo de post hardcore Nuevenoventaicinco y un compañero en su posterior reencarnación como Zoo, han continuado un poco con ese sonido que empezaron a cimentar en su anterior proyecto. Tras casi una década en activo ya han publicado unos cuantos trabajos que han dejado muy buen sabor de boca y les ha ayudado a cimentar una base de fans no muy grande pero muy fiel. Dedicaron a Berri Txarrak su último tema, Intocables, agradeciendo el detalle de pensar en ellos para telonearles en una cita tan especial.
A las nueve y media de la noche se apagaban las luces y comenzaban puntuales los Berri con un maravilloso y enérgico Gelaneuria incluido en su mítico Jaio.Musika.Hil, disco del que tocaron bastantes temas para el regocijo del personal. Después tocaron el urgente y muy punk Ez dut nahi, incluido en Eskuak/Ukabilak, uno de sus primeros trabajos, y a partir de ahí todo fue un delirio de temazos de todos sus discos tocados con una eficiencia y sonido impecables a pesar de los puntuales “rebotes” de graves que van ya asociados a este recinto, demostrando su profesionalidad y una concentración de diez para poder llevar al directo todos los matices de los temas con el formato power trio con el que llevan girando ya un tiempo. Se notó también la excelente compenetración que tienen entre ellos a la hora de tocar y que estos dos últimos músicos que se incorporaron a la banda ya tenían un bagaje más que interesante: el bajista David Gonzalez llegó hace unos diez años de los míticos πLT y el batería Galder Izaguirre hizo lo propio unos ocho años atrás desde las filas del grupo Cobra, donde coincidió una temporada con David, creando entre los dos una base rítmica robusta y sin fisuras que hizo todo más fácil para que Gorka se centrase en cantar y tocar la guitarra a la perfección.
Las primeras canciones se sucedieron sin concesiones y poca comunicación, al estilo Ramones, con un simple “un, dos, tres” y lanzándose al siguiente tiempo con la energía y urgencia del que sabe que esa será la última oportunidad que tendrá de tocar ante un público tan numeroso y entregado; y lo mismo le pasó al respetable, que sabía que esta era la última vez que podrían disfrutar del directo de esta banda que ya ha escrito una página bien larga y lustrosa en la historia del rock en nuestro país. Tras un Spoiler! con rollo más fresco, se lanzaron de nuevo a atacar ese fundamental Jaio.Musika.Hil, del que tocaron seguidas Iparra Galdu: Hegora Joan, Zertarako amestu y Berba eta irudia. Otro de los momentos del concierto fue cuando comenzaron a tocar esa Zirkua incluida en Eskuak/Ukabilak que sonó muy a lo System Of A Down, más trash y cañera que nunca, y ya cuando llegó Oreka todo el mundo soltó el mini de su mano para hacerlo volar por los aires. Para ir cerrando el primer tramo del concierto tocaron su clásica versión del Toro de El Columpio Asesino. A la vuelta comenzaron con un gran Maravillas y esa acertada y muy coreada versión del Sols el poble salva al poble del grupo KOP, y cuando parecía que ya se iban definitivamente, volvieron para tocar otros tres temas más, cerrando el concierto (y su historia en Madrid) con un legendario y apasionado Oihu con el que nos despedimos de ellos con las gargantas desgastadas de tanto gritar y los pelos de punta de tantas emociones sucedidas a lo largo de dos horas y media de un concierto para el recuerdo.
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