Domingo onírico
ConciertosBeratu Jaialdia

Domingo onírico

8 / 10
Iñaki Lasa — 29-03-2021
Empresa — Beratu Elkartea
Fecha — 21 marzo, 2021
Sala — Jardines de Lazarraga / Gaztetxea - Oñati
Fotografía — Goiena

Después del obligatorio parón durante el confinamiento del año pasado, y la posterior celebración a principios de noviembre, Beratu Jaialdia ha vuelto a sus fechas habituales en 2021, si bien aún la situación dista de ser la previa a la pandemia. Tres jornadas que del 19 al 21 de marzo llenaron de música varios espacios de Oñati (Gipuzkoa). Fue una cita doble cada jornada, con la proyección del documental “Markak” y el concierto de Habia el viernes; las actuaciones de Anna Andreu y Valls & Band el sábado, y el cierre a manos de Aitor Etxebarria y Verde Prato el domingo.

La siguiente crónica es sobre la jornada dominical, la de dos conciertos, que partiendo de dos propuestas muy diferentes, crearon atmósferas envolventes y recibieron el beneplácito del público.

Repetía Aitor Etxebarria en el festival, puesto que el viernes se había encargado de ponerle la banda sonora en directo al documental antes citado. Si bien un servidor no acudió a la primera, si puede asegurar que la actuación del domingo fue bastante diferente, pues el propio músico se encargó de tal afirmación cuando aseguró que iban a actuar con mayor libertad. Y vaya si lo hicieron. El sexteto pareció no tener mayor atadura que la batuta del vizcaíno en un concierto en el que navegaron entre la intimidad del minimalismo de Etxebarria a las teclas y el ruidismo telúrico de bandas como Swans o Akauzazte cuando explotaban los seis.

Quienes hayan visto alguna vez a Aitor Etxebarria en los conciertos de presentación de “Nihilism pt. 1” se encontraron en Santa Ana con un músico menos comedido, y en el que su faceta más crooner quedo aparcada para otra ocasión. Fue un ejercicio de robustez y oscura elegancia, en el que no dudaron en construir y deconstruir los temas hasta la extenuación, creando diferentes atmósferas que se iban cargando de energía. Hubo momentos exquisitos, como en esa pieza inédita que tanto les gusta tocar en directo, en el que el susurro y/o grito de “Who’s that man?” de Etxebarria casi parece un mantra. O “Interpretations” de “Nihilism pt. 1”. Mención especial para algunos regalos en forma de nuevas canciones -una de ellas tocada en directo por primera vez-, que esperamos volver a escuchar ya sea en un nuevo directo o recopiladas en un álbum.

De Santa Ana a Antixena, para ver a Verde Prato, el proyecto de la tolosarra Ana Arsuaga, quien acaba de publicar esta semana “Kondaira eder hura”, un álbum de siete cortes con una duración de 22 minutos. El concierto del gaztetxe era previo a la publicación, por lo que los que los asistentes fueron privilegiados oyentes que pudieron escuchar por primera vez temas como “Mutilaren kanta”, “Lagunen Kanta”, “Neskaren Kanta”... El concierto fue tan breve como el disco, aunque tan rico en matices que dio mucho de sí. Una propuesta onírica, en la que la mezcla entre la voz de Arsuaga, los sonidos pregrabados y el teclado funcionó como un hechizo embriagador.

Comenzó Verde Prato cantando a capella desde detrás de la lona, avanzando paso a paso hasta ponerse enfrente de todos. Con la mirada perdida en el horizonte, parecía cantar a algo, más que a alguien. Pronto hizo uso de los variados sonidos pregrabados y se acompañó de un teclado, con el que creó oscuras y envolventes atmósferas. Puede que la propuesta de Verde Prato sea minimalista, pero tiene mucho jugo que degustar, mucho detalle para analizar y con el que disfrutar. Desde el sonido de las teclas, que difiere mucho de una canción a otra; hasta el registro vocal de Arsuaga. Un ejemplo claro es “Mutilaren kanta”, en el que mediante el loop fue generando diferentes capas entre voz, aplausos y más.

Si bien el peso de la actuación la llevaron los temas de “Kondaira eder hura”, también hubo espacio para alguna joya, como una versión de “Pakean utzi arte” de Hertzainak. La voz de Arsuaga es especial: tiene algo de ancestral, de atemporal, como si alguien hubiese recuperado una grabación perdida de una canción tradicional de hace más de medio siglo. Una voz con un registro variado, que si bien tiende a ser más grave, llega a agudos sin esfuerzo, y que es la protagonista indiscutible de su propuesta, ya sea cantando encima de las atmósferas creadas o a capella sin ayuda del micrófono como en “Haurraren Kanta”.

Verde Prato parece frágil, pero transmite una seguridad apabullante, y una sensación de tener las cosas muy claras. Igual que Beratu Jaialdia, que se ha enfrentando a dos ediciones consecutivas con la dificultad que tiene organizarlas en la tesitura actual, y sigue consolidándose pasito a paso, para convertirse en una cita imprescindible.

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