Pronosticar cuanta gente va a responder a una llamada a filas con Ben Harper de capitán general es cada vez más complicado. El afroamericano de las largas jams va a más, y ya no sabemos donde está su techo.
Como en el caso de Muse, se agotaron con un mes de antelación todas las localidades, previo cambio de local. Del cálido Razzmattazz se pasó a un mucho más frío Palau de la Vall d'Hebron y creo que es por ahí donde se empieza a perder la magia. Pero debemos pensar, además, que ésta es otra banda distinta a la que estabamos acostumbrados a ver. Los Innocent Criminals eran un trío, y ahora ese reducido formato se ha convertido en una gran y enorme familia. Quizá el sonido ya no es tan crudo, pero ha ganado en matices, con percusiones, vientos e incorporaciones de lujo como Marc Ford, ex The Black Crowes.
El sonido no fue el mejor, pero al respetable no pareció importarle, rindiéndole pleitesía ante cualquier gesto, llegando a hacer la ola. Sonaron parte de sus clásicos, pero también se quedaron fuera otros emblemáticos como “Like a King”. Son las cosas de tener un repertorio tan amplio, algo que dice mucho de la grandeza de este hombre, que puede hacer lo que le venga en gana, sin que nadie se moleste, y sin traicionar sus señas de identidad. Hemos perdido para siempre aquellas íntimas veladas cara a cara con Harper, y él se ha garantizado tocar en unos grandes recintos que en un principio ni él ni nadie pudo ni imaginar, llegando a una masa de público que parecía inalcanzable. Así son los negocios.
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