Por la edad media de sus fans y por la atmósfera general de las composiciones, Belle & Sebastian lo tenían relativamente fácil para encajar su propuesta de manera sosegada en el Auditorio del Kursaal, con un público dispuesto a disfrutar y emocionarse pero con el culete cómodamente encajado en la butaca. Pues no. Los escoceses sacaron a pasear todas las señas de identidad de su imaginario: candidez, melancolía, júbilo, emotividad… pero lo hicieron con un Stuart Murdoch que se echó a la espalda la misión disfrutona de levantar al público de sus asientos y transformar el concierto en una fiesta. Porque la emoción no está reñida con el baile, que Ultravox ya bailaban con lágrimas en los ojos.
Sonaba de fondo “Sister Buddha” mientras los 9 músicos ocuparon el escenario para arrancar con “The Stars of Track & Field”. Un comienzo ensoñador con un crescendo que llenó el auditorio de luz y volumen y que dio paso paso a “I’m a Cuckoo”, arrancando una ovación durante el primer milisegundo. En ese momento Murdoch, ya sin guitarra, recorrió saltarín el escenario de lado a lado, acercándose a las primeras filas mientras el público aplaudía todas las partes instrumentales.
A partir de aquí la conexión ya fue constante en lo musical y en lo verbal. El teclista, Geddes C. Thomas, se adelantó al micrófono para agradecer en castellano el recibimiento y Murdoch habló entre canción y canción para presentar los temas, echar mano de anecdotario, preguntar si queríamos una canción lenta o algo bailable, para saludar a un bebé en los brazos de su madre en las primeras filas y, en general, para mostrarse enamorado de la vida y afortunados de llevar 30 años juntos “disfrutando de su trabajo”. ¡Si hasta los músicos que no tenían que tocar en determinados temas se quedaban bailando en el escenario!
Variadas proyecciones de imágenes de archivo, grabaciones personales en súper 8, ilustraciones o texturas, acompañaban en una gran pantalla trasera cada una de las composiciones. Se sentó a pie del escenario acercando la cara al los móviles que le grababan con “Piazza, New York Catcher”. Nos emocionamos con “Ease Your Feet In The Sea” –tan poco habitual en su repertorio en directo–, o “The Fox in the Snow”, que llenó el Kursaal de luminosos copos de luz. Agitamos pizpiretamente la cabeza y dimos palmas con “So In The Moment” o “To Be Myself Completely” y enloquecimos cuando sonó “Wrapped Up In Books” y nuestro frontman favorito subió corriendo las escaleras del auditorio (¡sin dejar de cantar, oiga!) para bailar junto a unos fans de la última fila y bajar después al galope por la otra escalera dejando a su paso todo el recinto bailando.
“The Boy With The Arab Strap” y “The Party Line” sonaron con el escenario invadido por fans que seguían a un Stuart Murdoch ejerciendo de flautista de Hamelín en algunos momentos, que en otros le jaleaban mientras cantaba puesto en pie sobre los teclados y que, en líneas generales, demostraron una vez más que el público indie carece de sentido del ritmo. Todo daba igual porque todo era perfecto. Resultaba sencillo encontrar sonrisas de feliz tontuna entre el público o detectar la impronta de las composiciones por la reacción de muchas parejas al sonar los primeros compases.
Cayeron como cae una ración gratis de aceitunas “If She Wants Me”, “Dress Up In You”, “If You Find Yourself Caught In Love” y tantas otras antes de que abandonaran el escenario dejando atrás un público eufórico pidiendo bises. Belle & Sebastian respondieron con una maravillosa traca final entre las que sonaron las luminosas “I Didn’t See It Coming” y (fuera gorros) “Another Sunny Day”.
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