Pasados por agua
ConciertosBbk Bilbao Music Legends Festival

Pasados por agua

7 / 10
Jaime G. Lopez “Desperdicios”/Urko Ansa — 05-06-2017
Empresa — Dekker
Fecha — 02 junio, 2017
Sala — Centro Ola BBK
Fotografía — Tom Hagen

Viernes 2 de junio por Jaime G. López "Desperdicios"

Por segundo año se celebró en el centro de la Ola el festival BBK Music Legends. En un entorno, el del bosque de Sondika, bucólico y algo traicionero si a la inclemencia climatológica, como fue el caso, le da por aparecer. Con poco refugio no queda más remedio que disfrutar de la excelente música bajo la lluvia. Nada nuevo por estos lares.

Para este primer día se había cerrado un cartel que a la postre resultó bastante cohesionado y afín sobre todo en sus tres últimas propuestas, que sonaron compactas en sonido, ritmos e influencias de ida y vuelta. Tras la actuación del grupo Motxila 21, formado por chicos con síndrome de Down que hacen lo que más les gusta que es tocar música en directo, le tocó el turno a Ruper Ordorika. El oñatiarra es a buen seguro por veteranía y por obra una autentica leyenda musical que trasciende el ámbito euskaldun, y se presentaba en este BBK Music Legends para mostrar su reciente “Guria Ostatuan” junto a sus mugalaris.

Por su parte el C.V. de Georgie Fame, pionero británico, es interminable. Músico de músicos y referente de la escena r&b británica de los años 60, su presencia en un festival como este estaba absolutamente justificada aunque para el espectador menos avezado quizás su nombre pasara inicialmente desapercibido. Seguro que si mira los créditos de alguno de sus discos lo encuentra en ellos, sobre todo en los del cabeza de cartel de la noche. Bajo una intermitente lluvia y en formato de trío – Hammond, Telecaster y batería sin bajo suplidos por el líder- secundado por dos de sus vástagos, salió a escena a ritmo de blues de doce compases un elegante y sobrio Georgie Fame. Se movía cómodo sobre su pequeño Hammond de madera -con monitor recubierto del mismo material- cuando empezó a arañar su teclado al ritmo del “Green Onions”  de Booker T. & The MG’s. Estirando las notas del B3 y cantando encima de la melodía. Son las suyas interpretaciones extendidas de los clásicos. Con una intro a ritmo de eclesiástico góspel sureño marca Stax ataco el “I’ve Got a Woman” de su idolatrado Ray Charles, que como ha mencionado en numerosas ocasiones llegó a las islas de la mano del pionero rocker norteamericano Eddie Cochran con quien Fame giro a inicios de 1960. No sería la única vez que lo visitaría esta noche, también lo hizo jazzy y elegante en su “Get on the Right Track Baby”.

Fame no limita los estilos que ejecuta y así es capaz de hacer una brillante relectura de un viejo tema de Willie Nelson como “Funny How Time Slips Away “, llevándolo como él mismo dijo de Texas a Chicago en forma de lento soul, bailarín y cálido.  También hubo tiempo para el blues con un “Red House” con la voz de uno de sus hijos como protagonista junto a los teclados atmosféricos del patriarca. Y “Don't Send Me Flowers When I'm in the Graveyard”, maravilloso bues orquestal de Louis Jordan interpretada con alma arrastrada por el británico.

Y sin olvidar su hit iniciático, la revisión del “Yeh Yeh” de Mongo Santamaría que fue coreada por los fans más veteranos, cerraría su concierto con doble homenaje a otro de sus referencias, el pionero pianista norteamericano Mose Allison. Dupla final en la que destacó el jazz blues “If You Live”.

Y con está eran tres las veces que nos enfrentábamos al temible e iracundo León de Belfast y sin que sirviera de precedente esta vez no hizo honor a su leyenda arisca y malhumorada. La magia y arte de Van Morrison (foto cabecera) se encuentra atrapada en una colección de vinilos que se remonta a su Belfast natal al frente de los rabiosos Them. Continúa con su cruce del charco y la creación de al menos tres obras imperecederas (siendo muy poco generosos) “Astral Weeks”, “Moondance” y “Tupelo Honey” aunque todos sus trabajos de los años 70 son reverenciados. Vivió una especie de renacimiento comercial desde inicio de los años 90 con tres obras consecutivas, “Too long in Exile”, “Days like this” y “How Long this has been goin’ on”, en las que curiosamente participó Georgie Fame como arreglista y director de su reputada banda, colaboración que se extendería muy fructíferamente durante una década. Y entre medio y posteriormente ha picoteado con maestría en variados géneros de raíz desde el folk celta, al country y las músicas en principio más afines como el soul y el jazz. Todos los géneros los borda, todos los lleva a su terreno, su capacidad vocal e instrumental es única. Pero el encanto suele romperse cuando el ceniciento pisa un escenario y se convierte en desagradable calabaza.

En la noche del viernes Van Morrison ejecutó en directo lo-fi, en septeto multiinstrumentista con teclados, guitarras, trompeta, batería, dos maravillosas coristas y con el líder al saxo, armónica, pandereta y voz. Consiguió pellizcarnos fuerte pero sin llegar a arañar en esa modalidad de interpretación contenida –la propia y la de sus músicos– que él tanto disfruta. Pese a ello y merced a algunas colaboraciones y reinterpretaciones la noche depararía varias sorpresas y sensaciones muy positivas al término del concierto.Arrancó agarrado al saxo con “Too Late” y enlazando pronto con uno de sus grandes clásicos, “Moondance”, ambas con gran protagonismo de la pareja corista. Se veía que tenía prisa por meterse al respetable en el bolsillo. Pero no logró despegar  del todo, así que optó por vuelo bajo, cantando tranquilo sobre la melodía junto a la trompeta con sordina, sonando correcto y académico como si lo escucharas en el salón de casa.Momento en el que saltó la primera sorpresa de la noche cuando invitó a su amigo Georgie Fame para a dos voces ofrecer sendas interpretaciones de esos temas de blues- swing saltarín a los que los dos antiguos socios musicales son tan aficionados. Pero la sorpresa fue que hubo un tercer dueto, no planeado y rascado por Van ante un saliente Fame que accedió a volver a colocarse tras su Hammond, para interpretar quizás el mejor de los tres temas conjuntos un emocionante “Vanlose Stairway”.En varias ocasiones las interpretaciones de Van Morrison superaron su equivalente grabado como en la revisión trotona y swingera de “Have I Told You Lately” con un Van ya caliente a la voz. A la que siguió el soul sentido “Sometimes We Cry” con gran voz de una de las voces acompañantes, mostrando más feeling que el jefe que se atasco en el estribillo.Prendió entonces la llama en una imprevista sorpresa con la relectura “Bring It on Home to Me” de Sam Cooke en el que subióa cantar su compatriota Imelda May con más desgarro y soul que el Van a medio tiempo, que tuvo que emplearse a fondo para que no le robaron la función. A veces es buena cierta competencia para nosotros fue la cima de la noche.Y justo cuando estábamos agradeciendo la buena estrella que nos estaba permitiendo presenciar a un Van sin piloto automático llegó un enérgico medley con Baby Please Don't Go / Parchman Farm / Don't Start Cryin' Now  con la voz de Van a través del micro de armónica consiguiendo el efecto mas garajero de la noche y acabado en un gran solo de armónica del líder. Aunque hubo tiempo también para esos momentos melosos y recreacionistas de sus grabaciones con relecturas de “Carryin a Torch”, “Precious Time” y “Someone Like You” , donde Van y sus coristas se reparten el peso para que el león descanse. Con “Days Like This” volvió a saltar la chispa de un concierto que había perdido aire respecto a su primera parte.Y para el final se reservo tres pildorazos que a buen seguro anticipaba serían recibidos con entusiasmo por el público del festival independientemente del tratamiento que les diera. “Wild night”, la mejor de las tres, sonó enérgica y sentida.  “Brown Eyed Girl” fue ejecutada de manera ralentizada y llevada a Jamaica en ritmos sincopados, pero esta vez sí palideciendo frente al original. Para acabar con “Gloria” y sus reminiscencias de garaje, los Them, bandas sonoras y las miles de versiones británicas y americanas que la han interpretado. Y con el reloj apurando la hora y treinta minutos se produjo la salida del edificio de Van “the Man”, momento en el que la banda aprovecha para hacer lo que el líder no les deja y efectuando tranquilos desarrollos instrumentales para deleite del entregado público.Sin duda la mejor de las tres visitas que ha realizado por estos parajes y con sorpresas que seguro ninguno de los presentes esperábamos.

Y como delicado plato final de la noche y sin rastro ya de la molesta lluvia tomo el escenario Rubia (foto inferior). Sorpresiva fue la escenificación que Sara Iñiguez “Rubia” había preparado para su actuación en BBK Music Legends, sabedora de quien había ocupado anteriormente el escenario a lo largo de la tarde optó por una gran formación para su concierto y puesta de largo de su nuevo disco "The Game". En noneto con dos vientos y dos violines recreando sus cuidados arreglos y Sara Iñiguez al frente ejerciendo de cantante sin teclado buena parte de la actuación. Arrancó con los temas de este nuevo trabajo comenzando con “I Owe it To Myself” en medio tiempo elegante y sobrio con brillante arreglos de guitarra. Siguieron temas como “Anyone” bailona y swing con Sara al piano, la navideña y agridulce “Dead On the Snow” con coros ambientales ejecutados por las violinistas o la elegíaca “Bessie”. También hubo tiempo para las versiones que Rubia lleva a su estilo como el “Soldier of the Heart” de Judee Sill. Pasó entonces a revisar su anterior rodaja "Barman" comenzando con “Rain” ejecutada como conjuro para que la lluvia no cayera durante su actuación, afable, cómoda y cercana se mostró en su comunicación con el público lo que le ayudó a conectar con el. Siguió el concierto entonces con mas ritmo y elevando el tono con “City Of Angels” o “People” mas melódicas y positivas que el inicio de la actuación. Destacaron posteriormente las interpretaciones de “Teenage Heartbreaker”, “A Quiet Place” sonó elegante y apropiada en la tranquila noche de los bosques de Sondika e “Ivy” donde destacaron como durante todo el concierto las labores de Alex Blasco a los teclados.

Fue terminando Sara Iñiguez el concierto con una versión y reivindicación del primerizo Elton John con un “Honky Cat” que sonó sureña y soulera y cerrando ya con “My Boy” con sonido entre sixties y New Orleans como comentaron, acertadamente, dos seguidores de la elegante Iñiguez.  Que supo meterse en el bolsillo al numeroso público que a pesar de la lluvia decidió quedarse para presenciar el gran despliegue que había preparado para presentar como se merece su última rodaja.

En definitiva una primera jornada donde a nivel musical se pudo disfrutar de muy buenos conciertos con un sonido muy adecuado para las propuestas de este primer día.

Sábado 3 de junio por Urko Ansa

El sábado cumplió con la promesa de ser un día gris, frío y lluvioso, y castigó al aficionado que se atrevió a desafiar a los elementos. Ocurrió que, una vez bien pasados por la steepwater, los pies bien mojados y el frío metido en el cuerpo, lo que nos quedaba era empaparnos de la mejor música, y de ella anduvimos sobrados.

Al llegar ya le estaba dando El Gran Wyoming (acompañado de sus Insolventes) al “Vamos muy bien” de Obús, más inclinado a la versión de Siniestro Total, por supuesto. 3 y pico de la tarde y ya está el público en lo álgido; están impulsados, supongo, por el ajetreo vivido el viernes. Posee el Wyoming un don especial para manejar a las masas, un carisma inigualable y un oficio que le viene (además de las mil batallas televisivas, cinematográficas, literarias) desde los 70 con los injustamente olvidados Paracelso. El Reverendo ya no está entre nosotros, y en su lugar nos ofrece una banda muy competente, quizá excesivamente pulcra y poco callejera, pero absolutamente todoterreno. Wyoming es un gran usurpador, sabe escoger bien en repertorios ajenos y llevarlos a su terreno con maestría. Continuó con los Siniestro y su enorme “Bailaré sobre tu tumba”, pasó a los Clash de “Should I stay or should I go” y de ahí un salto mortal al “Resistiré” (por desgracia no el de Barón Rojo sino el del Dúo Dinámico) adaptado, eso sí, a su terreno. Se metió en ese tema con el PP, con la soltura con que nos tiene acostumbrados, y de ahí a una versión bastante deficiente del “Jesucristo García” de Extremoduro. Y es que el sonido no acompañó: la guitarra sonaba como dentro de una bañera, la voz casi no se oía… De ahí otro salto al “Video killed the radio star” de los Buggles… y ahí radica su maestría, cuando pasa con total naturalidad del rock al pop, de ahí al blues y lo que se le ponga por delante. Terminó, no me esperaba menos, con el “Maneras de vivir” de Leño, y en todo lo alto. Me perdí una parte del show y desconozco si le dio al “Por las noches” de Los Ronaldos, que le queda genial, pero observé que al público lo tenía en el bolsillo (como siempre) y es que dio un recital de rock y una gran fiesta. Por cierto, resulta cuando menos curioso que, a veces, los que tanto critican a nuestros mejores grupos de verbena de los años 70, 80, 90 -o actuales- pierdan el culo en este tipo de conciertos.

La Steepwater Band se hizo de rogar; vaya si lo hizo. ¡45 minutos como mínimo tardaron en empezar! El público, refugiándose de la lluvia que no paraba, esperaba y esperaba a un grupo que parecía no querer salir. Por fin, Jeff Massey y los suyos enchufan los instrumentos y atacan con “Silver lining”. La gente lo goza, al público hay que hacerle un homenaje. Bajo una lluvia agobiante, lateral y endiablada (pegaba por todos los ángulos) unos cuantos (bastantes) locos, muchos con chubasqueros de esos grandes que te cubren todo y que se venden en los chinos por un euro (venditos chinos, ¿dónde estábais?), se plantan delante del escenario y se lo pasan en grande como si no pasara nada. Los demás, a refugiarse en las carpas o, ya directamente, en la zona de restauración.

Le daban los de Chicago bien al nuevo disco, que tiene muy buena pinta a tenor de “Shake your faith”, “Mama got to ramble”, “I will never know” (con esa slide de Eric Saylors, el miembro más nuevo del grupo) o “Last second chance”. Viejos conocidos por estos lares (se dejaron ver en el Azkena Rock Festival ya en 2005), gozaron de una muy buena aceptación a pesar de que a veces echo en falta más suciedad en su planteamiento. Es un grupo con raíces blues (innegable) pero no de la misma manera que Gov’t Mule, por ejemplo. Seguramente se trate de gustos personales, pero en mi opinión hay una diferencia abismal entre algunos temas y la gruesa guitarra y el Groove de “Come on down”. Con todo, me consta que es un grupo muy querido y como tal dejaron una gran impresión. Se despidieron con el décimo tema, nada menos que el “Jumpin’ Jack Flash” stoniano que no desentonó aunque hubiera preferido que lo hiciesen con algún tema propio como “High and humble”.

A lo tonto, estamos ya con una de las estrellas del Festival, la reformada irlandesa Imelda May (foto superior). De nuevo, bajo el castigo incesante del Dios Thor, viejos conocidos y conversos comparten arena (o quizás deberíamos decir charco) con la cerveza en la mano y grandes dosis de determinación. Imelda se hace querer y no es para menos. Algunos nos hemos llevado un gran shock con su nuevo disco “Life Love Flesh Blood” (Decca, abril de 2017), algo comprensible, como comprensible sigue siendo caer rendido a ella desde la segunda escucha. De cara a los directos, es inequívoca su apuesta por el nuevo trabajo, algo que le honra a tenor de lo arriesgado de la apuesta. Arrancó, por tanto, con “Call me”, “When it’s my time” y “Human”, que sonaron a gloria, en ese terreno de una especie de soul blanco suavizado y atemporal, pero con mucho estilo. Sigue siendo Imelda, siempre queda algo de aquel espíritu irredento, y por supuesto sigue siendo un animal de escenario. Su carisma nos regaló algunas de las “viejas”: “Big bad handsome man”, “Love and fear” o “Flesh and blood”, que ya suenan a clásicos.

Se mueve como pez en el agua (sí, tiene coña) en las tablas. Su cambio de imagen (adiós al tupé con mecha rubia y look rockabilly y hola al pelo negro suelto y vestidos elegantes) no nos pilló por sorpresa por cuanto ya la habíamos visto en el pasado Azkena Rock Festival. Se dirigió al público varias veces, una de ellas en la parte inicial, al presentar el tercer tema “Human”, donde nos explicó que todo el mundo dice aquello de “be my baby, be my princess, be my Angel”, a lo que ella contrapone: “Be my human”. Su divorcio la ha marcado, y las letras del nuevo disco son puro exorcismo, algo a lo que ha sacado partido. Despierta pasiones y tiene un gran éxito entre el público femenino. “Levitate” y “Leave me lonely” ahondaron en el nuevo repertorio antes de la recta final donde nos deleitó con, entre otras, “The longing” o, cómo no, “Johnny got a Boom Boom”, devolviéndonos a la Imelda de siempre.

Tenía mis dudas de cómo se desenvolvería el gran Alpha Blondy (foto inferior) en pleno 2017: de acuerdo, no es tan viejo, “solo” tiene 64 años y ha vivido de todo, desde su nacimiento en Costa De Marfil hasta su formación en Estados Unidos y sus mil vueltas al mundo. Lo cierto es que ofreció un soberbio recital, no se pasó de la raya soltando monólogos –aunque algo de eso hubo- y su música fluyó de una manera increíble. La gente quiere reggae: busca diversión, letras que hablen de libertad y de justicia, pero sobre todo quieren bailar y disfrutar. Ocurre que este tipo de bandas suelen estar formadas por grandes maestros. Imposible no disfrutar de las guitarras eléctricas, de ese bajo penetrante, grave y todopoderoso, del ritmo sincopado de la batería, la sección de viento que tan bien encaja, las coristas que aportan voces profundas y sus bailes, y el teclado, ese teclado tan increíble y mágico. “Jerusalem”, “Rainbow in the sky”, “No brain no headache”… la gente se las sabía todas, algo increíble.

“Multipartisme” tuvo su explicación por parte de Alpha Blondy, que intuyo que tuvo que ver con ese concepto inventado por él llamado “Democrature” y que viene a explicar lo que todos ya sabemos: que vivimos en esa mezcla de democracia y dictadura. “Crime spirituel”, “Cocody rock”, “Politiqui”… insisto en la reacción del público y me pregunto por qué no traen al Azkena Rock Festival a este tipo de grupos. Seguidamente, los para mí mejores momentos de la actuación con “Sweet Fanta Diallo”, “Ingratitude” o “Peace in Liberia” con ese extra de ritmo y magia acompañado de la sección de viento que todo lo enmarca. “Sebe Allah Y’e”, otro tema celebradísimo precede la “Wish you were here” Floydiano. Es curioso pero en la misma semana hemos podido disfrutar del clásico de Pink Floyd con los Guns’N’Roses el martes y de la mano de Alpha Blondy el sábado. ¿Con cuál me quedo? Tengo mis dudas, aunque cada uno en su estilo lo resolvió con aprobado. “Brigadier Sabari”, ahora sí, nos despide en todo lo alto, con solo de guitarra –ya con Alpha retirado- alucinante y exhibición de todo el grupo. Para mí Alpha fue el gran triunfador del sábado. Fue todo: el sonido impoluto, claro y poderoso y la ausencia de lluvia que desembocó en una especie de euforia colectiva.

Gov’t Mule (foto inferior) gozaron también de ausencia de lluvia, aunque no puedo decir lo mismo del sonido, sobre todo la voz del gran Warren Haynes, que aunque no sea lo más importante en este grupo, sí que influyó en la sensación global. Recuerdo cuando fui a la reunión de Queen con Paul Rodgers al Palau Sant Jordi de Barcelona en 2005: unos tipos iban también a ver a la reina (o lo que quedaba de ella) desde Donostia, y al llegar a la Ciudad Condal se enteran de que toca Gov’t Mule el mismo día, por lo que mandan al carajo a Brian May y compañía y se lanzan a por los americanos. Es un buen ejemplo del grado de entrega que muestran sus fans. Gov’t Mule es una institución, es garantía de calidad e integridad.

Adivinar su set list es poco menos que imposible: no conozco ningún grupo que nos lo ponga tan difícil a los periodistas. Por eso mismo es una experiencia mágica. Temas largos, aunque esta vez no tanto por tratarse de un Festival, algunas gloriosas improvisaciones puntuales y un repertorio y una capacidad asombrosas. Su manera de enfocar el blues va a la raíz, de ahí lo rescatan en clave setentera vía blues rock guitarrero con presencia de teclados y un halo de eternidad, una especie de aura de grupo mítico. Reconocí el enorme “Banks of the Deep End”, o el sublime Hammond de Danny Louis en el “Soulshine” de los Allman Brothers donde milita (o militaba, toda vez que se habían separado hace no mucho y encima acaba de morirse Greg Allman) Warren.

Esta vez, sin embargo, no llegaron a las cotas de, por ejemplo, el Azkena Rock Festival de 2013. Tal vez fuera el sonido, tal vez el repertorio (quizás yo hubiera elegido más caña), la muerte de Greg Allman… Lo que sí está claro es que el público, quizás un poco apagado por la que cayó durante la tarde y por el cansancio acumulado durante los dos días, no dejó de disfrutar en ningún momento. “Dreams & songs” del nuevo disco sonó a gloria, con esos coros a lo soul tan especiales y ese Hammond al final, y puestos a ensalzar, ese gran rugido blues-rockero que es “Stone cold rage” (¡apabullante!). Por cierto, los dos temas nuevos, tan relucientes como que aún no se han editado oficialmente. Lo harán el próximo día 9 en el trabajo que se llamará “Revolution come… revolution go”, de la mano de Fantasy Records.

Al dar la medianoche, y como si estuviera programado, se retiran y no vuelven. ¡No hay bises! La gente ni se lo cree: silban, protestan. Nadie se retira. No quieren creérselo, hasta que los pipas empiezan a recoger los instrumentos. Es el acabose, que diría José Mota. Y así, con ganas de más pero con un gran sabor de boca, se nos va la segunda edición de este sublime BBK Music Legends Fest. Pocos espectadores, pero muy entendidos en la materia, de media de 50 años (e igual me quedo corto), con ganas de fiesta y a prueba de bombas climatológicas. Un público que el año que viene volverá. Lo hará. Y lo sabes.

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