La edición 2018 del Barcelona Beach Festival supuso un peldaño más en la progresión continua del evento. Que aunque haya sido algo lenta (esta era el quinto aniversario), como mínimo no se ha detenido.
El cartel del BBF’18 fue fiel a la orientación hacia el dance mainstream, incluyendo un giro acertado en comparación con ediciones anteriores. Y es que en el line-up de 2018 se puede apreciar más variedad en subgéneros que en otros años; aquí tuvimos el hard trap comercial de Chainsmokers, el house de Oliver Heldens y Don Diablo, y el trance de Armin van Buuren como estilos diferenciales respecto al progressive habitual en el BBF de Axwell /\ Ingrosso, y el EDM más genérico de David Guetta.
Este giro era necesario, debido a que en 2017 se quemó la vertiente electro y progressive con tres artistas de un perfil tan parecido (Hardwell, Dimitri Vegas & Like Mike, y Martin Garrix) que el cartel acabó sabiendo a más de lo mismo. Ya se había traído a los principales nombres de un subgénero que ya no podía dar más de sí. No tenía sentido seguir estancándose en el EDM de Tomorrowland (musicalmente hablando) con un mercado dance tan amplio por explorar y tan poco aprovechado en el BBF.
Ya en directo, resultó un acierto asignar los horarios más destacados a Armin van Buuren y Chainsmokers. Cada uno con su estilo (Armin con la contundencia instrumental del trance y Chainsmokers con un directo dinámico combinando breaks vocales con drops potentes) realizaron las sesiones más destacadas del festival. Armin además subió el listón tras un set horrendo y absolutamente predecible de Axwell /\ Ingrosso. Don Diablo estuvo notable introduciendo un buen repertorio de subgéneros. David Guetta sorprendió con un inicio contundente para compensar una sesión genérica. Oliver Heldens fue entretenido de ver, a pesar de bajar ligeramente el listón respecto a sus últimas grandes actuaciones. Robin Schulz estuvo a la altura, realizando el tipo de set que su horario de 7 de la tarde pedía. En cuanto a Tom Staar, fue una lástima no verle pinchar en solitario (actuó en un B2B con Brian Cross), y es que se echó en falta el toque personal de un artista tan infravalorado. El balance musical es de aprobado sólido a pesar del desastre de Axwell /\ Ingrosso.
Las principales mejoras en términos de organización se notaron principalmente en la reducción del tiempo de espera en las colas y en un sonido algo más potente y limpio que años atrás. A nivel de efectos y escenario se pudo apreciar cierto avance, mejorando la puesta en escena a nivel visual. Eso sí, a pesar que el número de DJs internacionales fuese superior al del año pasado (8 de 2018 por 7 de 2017), el precio de las entradas del Barcelona Beach Festival sigue siendo desproporcionado. Una entrada general de 74€ para un festival de un día y con un solo escenario cuenta prácticamente como abuso. Sobre todo si lo comparamos con eventos como Daydream, solo 8 euros más caro ofreciendo un día más de evento y cuatro escenarios diferentes. O con Medusa, que por 10€ más que el BBF incluye tres días de festival y tres escenarios diferentes.
Aunque celebrar el festival en la playa quede bonito de cara a la galería, lo cierto es que de cara a los asistentes la arena genera más cansancio en las piernas y dificultad para bailar. Sobre todo si a nivel musical el cartel de este año se enfocaba más a bailar que a saltar. El Barcelona Beach Festival ha demostrado con esta edición estar cada vez más cerca de la dinámica de gran festival que se proponía. Ojalá la edición de 2019 traiga la ampliación de escenarios y de días de duración del evento. Mientras tanto, el BBF 2018 ha sido suficiente como para darse por contentos.
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