Bejo demostró, al igual que C. Tangana el año pasado, el poder de convocatoria del nuevo rap -aunque sea de raíz noventera, como el de Bejo- que algunos no se terminan de creer. La Rambla del Raval estaba hasta los topes mucho antes de que saliera el canario a escena, y lo aprovechó bien. Fue, además, una demostración de que le sobran hits: teniendo 40 minutos de concierto pasó por alto más de un tema de su “Hipi Hapa Vacilanduki” (17) para tocar temas antiguos como “8 Mississippi”, “Mala” o “Pecata Minuta” y más nuevos, como “El Ventilador” (con sacada de ventilador incluida). Y aún más: tuvo hasta hueco para sacar al resto de los Locoplaya y soltar “Chapatas María” y “Crazy”. Por lo demás, clásico concierto de Bejo: fiestón, cosas volando, de caramelos a mangos y croissants; y final apoteósico en el que hubo hasta un mosh pit.
Por suerte para los que quedábamos para ver a Ray BLK (foto principal) hubo una avalancha de personas que se fueron al acabar Bejo, por lo que se estaba bastante bien. La londinense -del Sur, que para eso se encargó de recordarlo- demostró jugar en otra liga. Un concierto con banda que, como era de esperar, tiraba por la sonoridad más r&b y dejaba la hip hop un poco más al lado, pero que alcanzaba niveles de intensidad y de despliegue vocal que hacen pensar más en Mary J Blige que en sus contemporáneos británicos. A nivel de fuerza escénica y de discurso tanto musical como implícita y explícitamente político es un nombre imprescindible no solo a nivel del panorama británico sino del r&b actual. Si los futuros lanzamientos mantienen el nivel de “Durt” (17) puede ser grande, pero si lo supera puede llegar a ser enorme.
Lo de Nadia Tehran, por su parte, de implícito tiene poco: tema tras tema van cayendo frases lapidarias en las que se reivindica como refugiada e inmigrante, defendidas con un rap que tan pronto recuerda a M.I.A. como al synth-punk. Se deja la piel, se deja la voz y, aunque esto suene un poco raro, parece estar realmente feliz encima del escenario. Tan teatral como carente de impostura. De esos conciertos que no dejan indiferente. Miss Red (arriba en la foto), por su parte, recuperó el testigo del dancehall que no sonaba desde Equiknoxx, aunque en su caso más digital, de club e impenetrable. Un show que a nivel visual encajaba muy bien con los aires más industriales que aparecían en el de Nadia Tehran, y que subió revoluciones desde el minuto uno. Acid Arab recogieron ese ambiente y lo transformaron en un viaje más cambiante, con entradas y salidas de su debut, “Musique de France”, en un dj set quizás no memorable pero sí redondo de principio a fin. Que recogía, además, parte del discurso que hace del BAM un festival necesario y visionario a partes iguales en esta ciudad demasiado acostumbrada a ver las mismas caras encima de los escenarios.
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