Supongo que debemos una explicación por cubrir este y no otros escenarios, pero la verdad es que la que tenemos no es demasiado elaborada: simplemente no llegábamos a todo y buena parte de los nombres más interesantes del BAM de este año eran los que formaban parte de la programación de la Rambla del Raval. Un espacio nuevo y aglutinador de estilos que en años anteriores se repartían más entre los distintos escenarios, algo que encaja con la tendencia del festival a concentrarse y reducir el número de estos. A concentrarse y a desviar cada vez más parte de la programación a la Antiga Fàbrica Estrella Damm, aunque esto forme parte de un debate más amplio y mucho más grande que el propio BAM. Pero bueno, vamos a entrar en materia.
El viernes, y pese a ser el grupo que arrancó con menos público de todos, fue el día de Equiknoxx ft. Shanique Marie (abajo en la foto). La suya era una visita muy esperada para el que escribe: primera vez en Barcelona y con el enorme “Bird Sound Power” (DDS/Boomkat, 16), todo un tratado de dancehall experimental, en la calle. De hecho es raro que no se dejaran caer por un Sónar (la cartera lo agradece, para qué mentir). En directo hacen menos notable la deconstrucción del riddim que plantean en disco, acercándose más a la pista de baile y al dancehall y la soca de corte buenrollero y apostando, por decirlo así, por patrones para todos los públicos; pero mantienen el sonido profundo y futurista y algunos momentos de desarrollos rítmicos experimentales. Nada nuevo dentro de la música jamaicana, al fin y al cabo, que siempre ha sido ejemplo de que la vanguardia no está reñida con la música popular sino que puede formar parte de esta. Shanique Marie, por su parte, alternó sin darse un minuto de descanso el papel de vocalista con el de animadora -casi monta una clase masiva de zumba por un momento- y demostró, sobre todo, versatilidad, ya que solo se llevó el concierto a su terreno en el último tema con “Coconut Jelly Man”. No habría podido haber mejores representantes de Jamaica.
Las hermanas yemenitas A-WA sí tuvieron mayor poder de convocatoria, fuera por la hora, por ser una propuesta más llamativa sobre el papel o por tener más precedentes conocidos por estos lares. Una mezcla de músicas del Oriente Medio con electrónica y pop más occidental, arropada por una banda con bajo, guitarra, teclados y batería; que tiene su mejor baza en un componente festivo contagiosísimo. Está claro que no son un one hit wonder: “Habib Galbi” se pega, pero el resto de estribillos tanto o más. Ahí casi nadie tenía muy claro qué estaba cantando, pero todo el mundo lo cantaba. Sí es cierto que el concierto no difiere mucho de los que venían dando en los últimos años y se echa en falta algo más de repertorio, pero sabiendo que hay un segundo álbum cocinándose habrá que darles una oportunidad y ver qué dirección toman.
Cerró la noche la cubana La Dame Blanche, con un rap mestizo que prometía mucho sobre el papel pero no acabó de explotar en el escenario. La mezcla es de las que suele funcionar -rap con cumbia, son, reggae o electrónica en pequeñas dosis- y no se le puede negar el despliegue de fuerza y energía en directo, pero por momentos parecía que las canciones se desarrollaban de manera forzada y que las partes de rap 90s y los dejes flamencos se quedaban a medias. No fue un mal concierto ni mucho menos, pero sí está claro que aún le queda rodaje.
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