Lo malo de hacer rankings personales de lo mejor del año antes del día 31 de diciembre es que corres el riesgo de tener que retractarte cuando uno de los últimos eventos artísticos que disfrutas es tan abrumadoramente bueno como lo que experimentamos los asistentes al último concierto del año que ofrecían los gallegos de Baiuca, en el Teatro Lara de Madrid, bajo el auspicio de Son Estrella de Galicia.
La elección del auditorio podía resultar extraña en un principio. La música de Baiuca es de las que te llevan a moverte incluso cuando la escuchas en un vagón atestado de metro. Todas las localidades a la venta eran asientos, lo normal en un teatro. Sin embargo, a los pocos minutos de empezar -y para el asombro de los mismos componentes del grupo- la gran totalidad del Teatro Lara estaba de pie asistiendo a una experiencia audiovisual y sensorial como pocas en la música española de la actualidad y (¿por qué no planteárselo?) de siempre.
Los artistas que lideró Alejandro Guillán sobre el escenario del Lara consiguieron, sin aspavientos y derrochando naturalidad, la comunión instantánea con un público entregado que saltaba de júbilo ante la mezcla de música electrónica de vanguardia y de tradición gallega que plantea Guillán en este nuevo proyecto.
Si la música que propone Baiuca es ya de por sí interesante, poderosa y -lo más importante de todo-: buena cuando la escuchamos a través del streaming en el móvil o el ordenador, vivirla en directo engrandece la experiencia varios niveles. Es difícil de explicar la energía que emanaban los gallegos en el escenario sin recurrir a las metáforas habituales de gran fiesta popular. El concierto/show de los gallegos tocó algo muy dentro de todos los asistentes; sonreían cómplices a la salida, sabiendo que acababan de compartir una experiencia única.
El gran Xosé Lois Romero se encargó de la percusión y de recuperar instrumentos de la tradición gallega, como el charrasco que utilizó al final del espectáculo. Si querían ver bailar a docenas de personas al ritmo de uno, dos o tres instrumentos tradicionales gallegos y una mesa de mezclas en el corazón de Madrid, perdieron esta oportunidad. Carlangas, de Novedades Carminha, salió también al escenario para interpretar la increíble y emotiva 'Fisterra'. Las voces femeninas que acompañaron con baile e instrumentos (grandes panderetas e incluso herramientas del campo reconvertidas en sorprendentes artífices de ritmos) se encargaron de mantener al público encendido una vez la mecha prendió con 'Olvídame'. El concierto terminó hora y media después, rozando la medianoche. El fuego de Baiuca queda.
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