Casi tres años han pasado desde que, allá por finales de 2019, cogimos las entradas para el 40 aniversario de Bad Religion, que íbamos a celebrar justo el año que todo se fue a la mierda a causa de un virus, que todavía sigue dando vueltas por ahí. Tres años que se han hecho larguísimos, al contrario que esta noche, que ha pasado sin que nos diéramos cuenta.
Y es que, si algo se puede echar en cara a los organizadores del evento, es la brevedad de los bolos. Sí, ya sabemos que eso es el punk: velocidad, brevedad y, si puedes decir algo en un minuto, mucho mejor que en dos. Pero ¿tan tan rápido? En fin… La cuestión es que, de hecho, no pudimos ver más que el final de la actuación de la primera de las bandas, los catalanes Blowfuse que, por lo que nos contaron sonaron muy bien en la escasa media hora que tuvieron, y aprovechando la oportunidad de estar en un cartel como el que se había montado para una gira que, precisamente, comenzaba el viernes en Barakaldo, en un BEC abarrotado.
Tras Blowfuse, los siguientes en salir a escena fueron Millencolin, histórica banda noventera, coetáneos de NOFX, Pennywise, Lagwagon, Good Ridance o No Use For A Name, herederos todos de los grandes protagonistas de la noche, y abanderados de lo que se dio en llamar hardcore melódico, y que el gran público conoció gracias al éxito, sobre todo, de Green Day u Offspring, en aquellos tiempos en que el rock todavía tenía cabida en los grandes medios e incluso sonaba en las radios.
Pero no nos desviemos del tema, que aquí estamos hablando de Millencolin, y vamos a hablar muy bien, porque, a decir verdad, también supieron aprovechar su tiempo de actuación, sin parar ni un solo segundo de dar cera, y repasando clásicos de la banda como “No cigar” o “Penguins and Polarbears”. Un verdadero placer volver a disfrutar de una banda que, por cierto, acaba de cumplir 30 años de carrera, aunque nadie lo diría por el ritmo que impusieron ante un público que ya llenaba prácticamente el recinto.
Siguiendo escrupulosamente los horarios marcados por la organización, salieron a escena Suicidal Tendencies, una de esas bandas que nunca fallan y a las que siempre se recibe con los brazos abiertos por estas tierras. Lo de Mike Muir y compañía no tiene nombre, son una auténtica apisonadora que se lleva por delante todo. La cosa comenzó con una breve introducción a cargo de la banda que precedía al terremoto que iba a provocar la aparición del carismático frontman, que no paró ni un segundo de botar, correr por el escenario y arengar a un público entregado, que coreaba cada una de las consignas solicitadas por un Mike Muir por el que parece que los años no pasan.
Así que, tras una extendida y juguetona versión de “You can’t bring me down”, el espectáculo no paró y pudimos disfrutar de himnos como “Two sided politics” o “I shot the devil”, “Send me your money”, donde se lució el joven Ty Trujillo, hijo del primer bajista de la banda, Robert Trujillo (ahora en Metallica), “War inside my head”, donde el público lo dio todo coreando el estribillo o “Subliminal”, con los característicos juegos de voces de la banda californiana. Pero cuando la cosa estaba en todo lo alto… coitus interruptus brutal, no había tiempo para más y nos quedamos con las ganas de seguir disfrutando de este maravilloso caos que siempre provocan Suicidal Tendencies. No sabéis qué envidia me dais los compañeros y compañeras de Atarrabia que podréis disfrutarlo en sala.
Sin tiempo para lamentaciones, allí estaban los homenajeados de la noche, unos Bad Religion que comenzaron fuerte, con un “Generator” que daba inicio a 80 minutos de punk rock en los que los de Los Angeles repasaron los grandes éxitos de su extensa carrera, demostrando que, a pesar de las más de cuatro décadas que llevan al pie del cañón, todavía están en un estado de forma extraordinario. Seguramente el repertorio no dejó a todo el mundo satisfecho y por supuesto que faltaron himnos imprescindibles de la banda, pero supongo que no será fácil resumir en menos de una hora y media una discografía de más de 40 años. Pero ¡qué hostias!, sonaron canciones de todas las épocas, desde “We´re only gonna die” hasta “Sorrow”, “Punk rock song”, pasando por “You”, “21st century (digital boy)”, “Anesthesia”, “Infected”, “Modern man”, “No control” e incluso medios tiempos (un concepto muy relativo cuando hablamos de Bad Religion) como “Slumber” o “Struck a nerve”, que sirvieron para tomar aire en un concierto que tuvo todo lo que se le puede pedir a Bad Religion: grandes himnos, melodías de voces impecables, ni un segundo de respiro y, sobre todo, emoción, porque la del viernes fue una noche casi terapéutica en la que, por un rato, volvimos a ser adolescentes y a recordar cómo sonaban nuestros walkman, mientras en su interior giraban las cintas TDK de 90 minutos, donde cabía casi entera la trilogía mágica “No control”-“Suffer”-“Against the grain”.
No queda más que agradecer que un día, allá por finales de los 70, unos chavales decidieran coger sus instrumentos y empezar a crear un pedazo de historia del rock. Así que, brindemos por otros 40 años; ojalá no tardemos mucho tiempo en volver a ver por aquí a Bad Religion, y si vienen tan bien acompañados como el viernes, mucho mejor… Eso sí, conciertos un pelín más largos, por favor.
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