Pocas personas -la mayoría mujeres, casualmente- despiertan tanto odio visceral dentro del Twitter musical como Bad Gyal. Cada vídeo que aparece por ahí es acompañado de una cascada de comentarios acerca del autotune, lo choni, lo vulgar y el cantar como un gato atropellado, así como, en respuesta a lo anterior, los "ok boomer" habituales. Digo visceral porque habitualmente lo es, aunque mentiría si dijera que no hay ninguna lógica tras la bilis: en el fondo, cada avance de Bad Gyal es un ataque radical a las convicciones de esas personas acerca de su buen gusto. Y en estos tiempos de arenas movedizas, es algo que jode bastante. Algo por lo que muchos van a pelear con uñas y dientes.
El concepto Bad Gyal SoundSystem y su puesta en escena, que presentaba en Barcelona de la mano de Curtcircuit, el ciclo de la Associació de Sales de Concerts de Catalunya, no hace más que acelerar el alcance de esas conquistas. Ella misma se anticipa a las críticas defendiendo, en uno de los pocos momentos del directo en que toma la palabra, que esto “no es un concierto, sino una fiesta”. Al igual que para muchos otros de su generación, su idea de concierto no podría estar más alejada del concepto de concierto tradicional. También lo está del ideal rockista de interacción en tiempo real entre instrumentos sin mediación de ordenadores (¡el diablo!) o pregrabados. En Bad Gyal SoundSystem no está a la vista ni el Dj, que se esconde en la penumbra de la parte trasera del escenario. Nadie va con la intención de apreciar matices interpretativos, sino a bailar, formar parte de un karaoke colectivo y compartir. Pesa más el componente social que el artístico. Y, primer punto a su favor, consigue crear exactamente la atmósfera que busca: vibrante, festiva, hedonista y popular.
Dos sound systems de tamaño XL flanquean el escenario, a modo de torres defensivas. Entre ellos, una plataforma habitada por cuatro bailarinas de dancehall y por la propia Bad Gyal, que parece haber encontrado en este show el equilibrio que se echaba de menos en los primeros conciertos de presentación de “Worldwide Angel” (CANADA, 18). Entonces -pienso ahora en el bolo de Apolo y en su paso por el Primavera Sound- las ansias de crear un espectáculo total y de entregarse a las coreografías, armada con un micrófono de diadema a lo Britney, desdibujaban bastante el resultado y lo salpicaban de altibajos constantes. Bad Gyal SoundSystem, en cambio, encuentra consistencia tanto en los números de baile y los medleys de dancehall como en la propia actuación de Bad Gyal, más contenida y vocalmente mucho más sólida. Contenida, sí: no se regala en números para el lucimiento personal, sino que todo está al servicio de la fluidez y el éxtasis colectivo, sustentado en unas canciones con una facilidad insultante para convertirse en hits. Ni siquiera hace falta que estén publicadas, como sucede con “Tu Almohada”: ¿Razzmatazz entera coreando un bootleg? Check.
No hay tema que no sea celebrado como si Beyoncé hubiera aparecido a lomos de un caballo blanco en medio de la sala, especialmente los más viejos y los más nuevos: entre “Fiebre” y “Alocao” han pasado muchas cosas, pero ambos han abierto puertas gigantes para Alba Farelo. Y la mezcla de públicos es reflejo de ello. Otro punto a su favor. También resuena con fuerza “Yo sigo iual”, el único tema en catalán de su última mixtape, como confirmando ese “ara sóc un exemple” que canta en el mismo. Pero no hay ni uno que pase sin pena ni gloria. Sumad otro punto más, si estáis llevando la cuenta. El concierto, más que una presentación, parece un fin de gira, una vuelta triunfal con la copa en alto. Una reivindicación de que Bad Gyal, llevando la contraria a la sabiduría popular, es profeta en su tierra. Y ahora, por fin, tiene un espectáculo a la altura de sus ambiciones.
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