El Azkena es la gran cita anual para cualquier rockero que se precie y lo cierto es que más allá de la consistencia y solidez del cartel, el público más fiel no suele fallar. Un público mayoritariamente masculino (el rock en este país sigue siendo cosa de hombres) y con una media de edad muy por encima de la habitual en este tipo de eventos. Un hecho al que sin duda contribuyó la ausencia de nombres más apegados a la actualidad tipo My Morning Jacket o Wilco -por poner dos de los grandes triunfadores de las pasadas ediciones- que hicieron más evidente la poca conexión del festival con las generaciones jóvenes más dadas a devaneos pop, hip hop o electrónicos.
Pero si la media del público era alta, ¿qué decir de la de los grupos? Ray Davies, Sex Pistols, Los Lobos, Dinosaur Jr. o The Jayhawks no son precisamente unos chavales, por lo que en cierta medida todo quedaba en familia. Esa familia rockera que prácticamente se conoce toda de vista da pie a un ambiente de comunión y camaradería difícil de encontrar en ningún otro lugar, por no hablar de los pinchos y el espíritu que registra la ciudad vasca durante esos días. Pero hagamos un resumen de lo que depararon las tres jornadas del Azkena y entremos en materia.
El jueves fue el día que menos público congregó y eso a pesar de que hay pocas bandas españolas mejores para cortar la cinta inaugural que Lagartija Nick. Mellados en parte por el sonido, los granadinos abanderan el poder de las guitarras del que este festival presume y del que su clásico “Inercia” anda bien provisto. Precedieron a Yawning Man, la ración stoner que corresponde a cada edición y que resultaron, efectivamente, pesados, y no en el sentido musical. Hayseed Dixie, nuestros rednecks favoritos, alegraron la jornada a los vespertinos, y Radio Moscow sorprendieron a la manera que el pasado año Super 400. The Boss Hoss no cuajaron ni siquiera en las versiones que hacían, y Marky Ramone demostró continuar exprimiendo el legado como puede y sin rubor. Finalizaron The Lemonheads con un Evan Dando totalmente ausente. Seguramente no ensayaron ni una vez antes de cerrar el primer día de festival.
Lo más interesante del viernes se iniciaba con unos Blue Cheer que, como mínimo, sirvieron para que nos enterásemos de dónde estaba: en un festival de rock, vaya. Algo densos, pero convencieron. Turno para The Sonics, que esta vez sí convencieron. Clásico tras clásico hicieron las delicias de quienes quisieron desgañitarse cantando “Psycho” en un particular guateque. Llegaba el momento de ver a un Danko Jones que arrasó, como era de esperar. Ray Davies tuvo algunos momentos grandes, pero otros absolutamente prescindibles. De todos modos, temas como “Lola” son siempre de agradecer para quien adora a The Kinks desde su más tierna infancia. Turno para unos Sex Pistols que acabaron alargando demasiado su actuación. Repasaron todos sus hits y convencieron más que en el portugués Paredes de Coura, pero menos que en el Summercase. Eso sí, cuando un teléfono móvil impactó contra la cara de Rotten pensé que se acababa el concierto. Por suerte, se conformó con insultar al agresor y a su familia y continuaron donde lo habían dejado. Blind Melon ofrecieron otra de las actuaciones de la noche a base de rock alternativo sureño y actitud de sobra, demostrando que han sabido suplir la muerte de Shannon Hoon. The Quireboys despidieron, a base de puro rock’n’roll, el segundo día del Azkena.
Cómo suele ser habitual en este tipo de maratones decibélicas, el sábado las fuerzas ya andaban justitas para llegar a tiempo de presenciar a las 16:30 la actuación de Sex Museum y más cuando la ciudad te ofrece un espectáculo culinario al que no estamos acostumbrados los de otras latitudes, así que, entre zurito y zurito, comentábamos la tremenda injusticia que se estaba cometiendo con un grupo que no sólo forma parte de la historia más sólida del rock garagero de este país y que su directo merecía mayor suerte y un horario más justo. Llegados a este punto, el festival se empezó a caldear con la actuación de Duff McKagan y sus Loaded, pues para poco más sirve su presencia. Rescató clásicos de Neurotic Outsiders, Misfits, Stooges y de Guns n’ Roses, demostrando que más allá de ser una cover-band bastante justita y haber atesorado un pasado glorioso, sólo les queda vivir de las rentas que este le depara. A The Gutter Twins, o lo que es lo mismo a Mark Lanegan y Greg Dulli, no les acompañó el sonido y tramaron una actuación que no destaco por nada, excepto por la posibilidad de verles a ambos sobre un escenario. Presentaban su reciente “Saturnalia” y no parecían demasiado entregados a la hora de repasarlo. Correctos sin más.
Sin embargo, el plato fuerte estaba por llegar y lo hizo de la mano de The Jayhawks. Pocos hubieran imaginado que un día serían capaces de ver juntos a Mark Olson y Gary Louris sobre un escenario y menos con la responsabilidad añadida de ser el cabeza de cartel de un festival. En cierta medida se lo merecían e hicieron todo lo posible –y más teniendo en cuenta que no habían ensayado demasiado- para no desmerecer el lugar que ocupaban. Su actuación tuvo un mucho de histórica y por tanto de nostálgica. Nos emocionaron con un set list basado en sus dos mejores trabajos, “Hollywood Town Hall” y “Tomorrow The Green Grass” y resultó curioso ver a Louris relegado por momentos a la categoría de escudero de Mark Olson y en su papel de guitarra solista y coros (no es un guitarrista excepcional, pero sí de una elegancia y finura a la hora de trazar los solos que emociona). Pero todo parece indicar que será difícil que dos personalidades tan complicadas y distintas entre sí sean capaces de mantener vivo el grupo en el futuro, lo cual todavía da más valor a lo presenciado por único.
Todo lo contrario que Dinosaur Jr. que se ha paseado a lo largo de la temporada festival por Europa con un set sólido, potente y duro como pocos. Su papel también se puede medir en términos de nostalgia, pero la guitarra de J Mascis te mete tal ostia que poco te paras a pensar si las canciones tienen ya la friolera de más de veinte años. Por el contrario, Los Lobos se convirtieron en el entretenimiento de la noche. Nos hicieron mover las caderas y demostraron lo que todo el mundo sabía, que su dominio del escenario es total y su sonido peculiar y primigenio. Por último Jon Spencer y sus Blues Explosion hicieron un concierto repleto de electricidad, pero mucho menos fiero que en ocasiones anteriores. A Spencer lo hemos visto más entregado, pero eso no quita que las canciones de “Orange” y “Now I Got Worry” funcionaran entre el respetable y dieran un broche final más que digno a un Azkena que sigue siendo un referente como festival de indudable pureza rockera.
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