Los responsables del Azkena Rock se han movido con cautela en la edición de este año, sobre todo después de cancelaciones de última que les habían salido caras (Black Crowes, Redd Kross, 16 Horsepower...). Para que no hubiese sorpresas desagradables, los nombres de los grupos participantes se fueron anunciando poco a poco hasta no estar totalmente atados. Eso creó una cierta incertidumbre inicial, pero al final quedó el cartel más redondo de la historia del festival. Eliminada la fiesta del primer día y cubierta con un día más de festival, el resto continuó como de costumbre: buena organización, horarios puntuales y la posibilidad de ver todos los conciertos de principio a fin. El primer plato fuerte del jueves, después de Scott McCaughey con sus Young Fresh Fellows, fueron The Waterboys, que tomaban el relevo del año anterior de The Pogues, como representantes de una forma de hacer menos rockera. Una de las incertidumbres de la jornada era descubrir cómo se encontraban los recuperados Green On Red, y lo que pudimos ver es que Chuch Prophet brilla muy por encima de sus compañeros de banda, a quienes eclipsa totalmente. Intentaron emular a Neil Young, pero solamente hay unos Crazy Horse. Iggy Pop ofreció lo de siempre sin dejar de moverse, pero esta vez cantó mejor que en otras ocasiones. A los hermanos Asheton se les vio más rodados que en su histórica actuación de 2000 y Mike Watt demostró estar plenamente integrado en el engranaje. Poco que decir de Misfits, a no ser que no levantarán cabeza hasta que Glenn Danzig se decida unírseles de nuevo. La jornada del viernes empezó con los emergentes y cada día más sólidos Uzzhuaïa, que presentaban nuevo disco, y Marah, pese a la popularidad de la que gozan en nuestro país en ambientes rock, hubiesen merecido un mejor horario, por lo menos el mismo que tuvieron The Bottle Rockets, de ese modo podrían haber contagiado a mucho más público con su enérgico directo. Quienes demostraron estar en el lugar y la hora equivocados fueron Gang Of Four. Los de Andy Gill demostraron que no encajaban, que no les sienta bien tocar a pleno sol y que tanto cuelgue noise acaba por aburrir en un festival de estas características. En cuanto a Eagles Of Death Metal, destacaron dos pequeños detalles: ¡la ausencia de Josh Homme en la formación! Y ese tipo sin carisma y algo ridículo que es su frontman. Entiendo que Alex Chilton necesite dinero para rehabilitar su casa de Nueva Orleans devastada a causa del Katrina, pero para que la leyenda de Big Star no acabe cayendo en picado debería darle otro aire a sus conciertos junto a los chicos de The Posies. Nos dejaron al borde del bostezo. Volvían Redd Cross a los escenarios con la misma formación que grabó “Neurotica”, convirtiéndose sin lugar a dudas en el grupo del día. Ahora sólo falta que publiquen disco, que el suyo se está convirtiendo en el “Chinese Democracy” de la independencia. En todo caso, irradiaron una clase sorprendente y unas dotes escénicas que no han disminuido desde la última vez que pisaron nuestros escenarios. Con “Crazy World”, “Mess Around” o “Annie’s Gone” se metieron al público en el bolsillo. Precisamente lo contrario fue lo que ofrecieron los también estadounidenses Buckcherry. El suyo fue un batacazo en toda regla. Joshua Todd tiene voz, pero una nula presencia escénica; sus acompañantes no eran más que una banda de segunda y se obcecaron en interpretar temas del irregular “15”, con lo que cuando llegó “Lit It Up” aquello ya estaba muerto. Mucho mejores resultados obtuvieron New York Dolls. Sin moverse demasiado y conocedores de las limitaciones que provoca la edad, nos aturdieron con un sonido soberbio, de banda grande, y con un David Johansen que mantiene intactas sus dotes vocales y un Sylvain Sylvain que es puro carisma. Cuando arremetieron con “Personality Crisis”, muchos enloquecimos. El sábado descubrimos que si Nomads llevan veinticinco años en esto es por su energía, aunque también que ganan en las distancias cortas. Supagroup sonaron potentes, pero siguen estando a un paso de ser una parodia. Wolfmother se enfrentaron al público del festival bajo un interrogante: ¿estaría su directo a la altura de lo esperado o lo suyo no es más que un hype? Salieron victoriosos. Atronadores y algo efectistas, cabalgaron entre Black Sabbath y Led Zeppelin, cumpliendo cada uno de ellos con su faena a la perfección, con la sorpresa de que su bajista carga además con los teclados. Triunfaron con temas como “Dimension” o “Woman”, aunque nos olvidamos algo de ellos al enfrentarnos al abrumador directo de My Morning Jacket. Sobre el escenario, Jim James demuestra que es un genio, una bestia que tan pronto nos deja maravillados con esa voz de falsete como de desmelena haciendo headbanging. Y no solamente él, sino que toda la banda mantiene el nivel hasta dejarte con la boca abierta (mucha atención al batería). Se volcaron en “Z”, pero fueron las piezas de “It Still Moves” las que más compactas y brillantes sonaron. Para acabar (sin contar la actuación del irritante Nick Oliveri), el plato fuerte: unos renovados Pearl Jam, con un Eddie Vedder al frente comunicativo como nunca, receptivo, con camisa a cuadros, botas y pelo largo, que parecía rescatado del concierto del Hammersmith Odeon que les sirvió para grabar el lejano clip de “Even Flow”. Salieron a matar con “Go”, con un Mike McCredy crecido y un Matt Cameron imponente, sacando a relucir su elegancia en “Corduroy”, “Black” o “Spin The Black Circle”. Nos emocionaron con el “I Believe In Miracles” (Ramones) y nos dejaron sin voz con los finales “Rockin’ In The Free World” (Neil Young) y “Yellowledbetter”, marcando el punto culminante de la mejor edición de un Azkena Rock Festival que se afianza año tras año.
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