Autumn Comets regresaban al escenario del Avalon Café, tras su visita de hace dos años y medio en la que hicieron doblete, en horario nocturno del viernes y animando el vermú del día siguiente. Lo hacían con flamante nuevo disco bajo el brazo, “Realejo” (Récords del Sol / Gran Sol, 18), en el que cambian el inglés por el castellano pero mantienen intactas preferencias sonoras y, por tanto, su completa identidad como grupo.
En una noche desapacible en la capital zamorana, el quinteto se encontró con escasa respuesta por parte del público, ampliamente más escaso de lo que sin duda merecen por calidad y solvencia. Sin embargo, y ante apenas treinta aficionados, la formación probó dos cosas indispensables para que una banda continúe su andadura al margen de factores externos (y muchas veces injustos): profesionalidad y pasión por su propia obra. De este modo, los madrileños ofrecieron un concierto fantástico y sin fisuras sonoras ni ejecutivas, donde un poderoso shoegazer se mezcló con desarrollos de post-rock. Fue la consecuencia de apilar capas con sentido, precisión y limpieza, ensamblándose hasta conformar los apocalípticos pasajes deseados por unos músicos que dominan los tiempos y promueven (de manera creíble e intensa) subidas y bajadas de ritmo. El cambio de idioma hace que los nombres de Surfin’ Bichos, Los Planetas o Havalina aparezcan entre las nuevas influencias palpables, uniéndose así a referencias habituales como las de Ride o Spiritualized. El grupo desgranó su entrega más reciente al completo, destacando cortes como “Sangre y madera”, “La montaña vino a mí”, “Cortijo”, “Larsson” o “Nada nuevo bajo el sol”. Además recuperaron piezas pasadas como esa “You Are Here / We Are Not” que daba título a su anterior elepé, “A Perfect Trampoline Jump” o “Snakes At 3:00 A.M.”, hasta terminar con la magnífica “Viernes de Dolores” y una espectacular “Molina, You Were The Light” con la que rubricaban vigorosamente su triunfal paso por la sala.
A lo largo de unos setenta minutos, Autumn Comets demostraron ser un combo muy trabajado tanto en el local de ensayo como en directo, lo que les proporciona una seguridad valiosa a la hora de compartir su música de puertas a fuera. Y cuando sucede que tras un concierto pocos son los que dejan pasar la ocasión de irse con algún disco de la banda bajo el brazo, esa tiende a ser buena señal. En este caso, de agradecimiento ante la actitud intachable mantenida por los protagonistas.
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