Algo extraordinario ocurrió la noche del sábado 6 de octubre de 2018 en Madrid. Tres artistas de vanguardia actuaban de forma totalmente gratuita dentro de la programación de La Plaza en Otoño en el espacio Matadero. La iniciativa, bautizada como Festival PIEL y concebida por el curator independiente Pedro Portellano (CA2M, Veranos de la Villa), reunía a tres creadores musicales conectados por su estética experimental: la colombiana Lucrecia Dalt, la madrileña Lanoche y, muy especialmente, el aclamado músico y productor venezolano Arca; en la que ha sido su primera actuación en Madrid. Una propuesta ya digna de alabar por su mera concepción, independientemente del resultado final.
Lucrecia Dalt fue la encargada de abrir la noche ante un público cada vez más números. La propuesta de la colombiana (actualmente residente en Berlín), escapa a cualquier definición o etiqueta, incluso dentro del heterodoxo mundo de la electrónica experimental. Sus exploraciones sonoras son cualquier cosa menos previsibles, siempre sorprendentes y en ocasiones incomodas. Como una autentica artesana va confeccionando estructuras metódicas que gradualmente inspiran paisajes mentales. Variaciones de escalas, efectos de repetición y melodías tan abstractas que podrían remitir prácticamente a cualquier cosa. Su particular forma de trabajar el sonido, tan bella como áspera, genera correspondencias de cualidades físicas: su música puede llegar a estimular el tacto (texturas rugosas) o las papilas gustativas (goma de mascar). Una propuesta inconformista narrada por la propia voz de Dalt (gusta de utilizar el alemán) que parece crear majestuosos edificios de sonido por el mero placer de demolerlos inmediatamente después (no en vano, cuenta con un pasado como ingeniera técnica). Música de belleza amenazante.
El listón estaba alto, pero la noche era para Arca. Por primera vez en nuestra ciudad, las expectativas por ver al iconoclasta músico venezolano estaban por las nubes. Así lo atestiguó su salida a escena, ya ante un público realmente masivo y entregado. Ataviado con un body de cuero, zapatos de tacón y liguero, Alejandro Ghersi venía dispuesto a meterse al respetable en el bolsillo. A medio camino entre Marilyn Manson y Fabio McNamara, lo suyo es un espectáculo de fuertes contrastes, marcado siempre por una clarísima intencionalidad de conmocionar al espectador. Shock rock de manual pero con electrónica de vanguardia sonando de fondo.
Comenzó su show con una nueva canción muy en consonancia con el tono melodramático de su último trabajo, el homónimo “Arca” (XL Recordings / Popstock!, 17), del que rescató también algunas joyas como “Piel” o “Anoche”. Sin embargo, la tendencia general del concierto fue más propia de un espectáculo de variedades que de un recital intimo. En ningún momento cesó en su empeño de generar impactos extra-musicales en los asistentes mediante todo tipo de artificios. Bien fuera a través de las proyecciones del artista Carlos Sáez en las que se mostraban imágenes verdaderamente repulsivas (insectos gigantes, sapos, primeros planos de orejas peludas) o a través de sus propios cambios de look feistas (llegó a ataviarse una peluca y un extraño peto trans-género mutante). Pero lo más recurrente fueron sus “consejitos”; alegatos de filosofía post-queer (gender fluid, identidad no-binaria, etc) en los que Ghersi invitaba a aceptar nuestra propia naturaleza y a querernos a nosotros mismos tal y como somos. Su interacción con el público fue continua y su felicidad por encontrarse en Madrid por primera vez en su vida resultaba genuina. Una entrega con la que suplió incluso un breve fallo del suministro eléctrico.
ARCA
Ese elemento casi populista impregnó también el aspecto puramente musical de su show, en el que intercaló temas propios con versiones su-generis y pistas totalmente ajenas que lanzaba desde su mesa de mezclas. Un DJ Set totalmente delirante en el que sonó IDM, trance pero también ritmos de Chaga Tuki o incluso DJ Yirvin (“fuma marihuana con toda tu pana”). Lo más llamativo quizás fue su inesperada versión de “Mujer contra mujer” de Mecano, que dividió al público entre el éxtasis y la incredulidad. Sorprende y mucho ver a un artista tan único y sobrado de talento como Arca, unánimemente respetado en los círculos vanguardistas, conduciendo su puesta en escena hacia la verbena más excesiva. Una concesión sin límites al hedonismo fácil, tan alejada a mi entender de lo que representan sus mejores obras, que fructificó de forma catastrófica con el cierre de su espectáculo. Ghersi tenía preparado un cierre épico para su show que, por desgracia, pocos entendieron. Sonó su espectacular “Vanity”, incluida en el sensacional álbum “Mutant” (XL Recordings / Popstock!, 15), seguida de la inconfundible voz de Camarón de la Isla y por último “Be Quiet and Drive (Far Away)” de Deftones. Un progresión con la que, evidentemente, no consiguió conectar con la mayoría del público. Ni corto ni perezoso, Alejandro paró el tema y buscó otro. Tras unos breves instantes de confusión pinchó una clásica samba de Sergio Mendes y todos tan contentos. Una última y definitiva concesión que resume a la perfección el particular espectáculo que nos ofreció el venezolano.
Por último, Lanoche (nombre artístico de la productora madrileña Ángela de la Serna) realizó un directo en el que combinó deep house y tecno atmosférico e introspectivo. Una difícil propuesta para captar la atención del público tras el vendaval escénico del gran protagonista de la velada.
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