Había que volver a Málaga, daba igual donde estuvieras o si en realidad, como era el caso, no me hubiera ido del todo. Se acercaba el anunciado último baile de unos de los proyectos más fascinantes de los últimos años, un eclipse lunar en el que, con el infinito Lorca más doliente, pasional y flamenco de por medio, se alinearon los planetas y juntaron a cuatro espléndidos músicos que, parafraseando una vez más a Cortazar, “andaban sin buscarse, pero sabiendo que andaban para encontrarse”, Ángeles, Víctor, Gloria & Javier. La historia es ya sabida, pero la recordamos: todo nace de un encargo a Víctor Cabezuelo por parte del Festival Internacional de Arte Sacro (FIAS), para montar un espectáculo sobre el “Poema del Cante Jondo” de Federico García Lorca; Víctor termina aceptando y piensa en músicos que ha ido conociendo en el camino a lo largo de los años y que admira, de diferentes estilos, pero con una sensibilidad que podría arder a la perfección en esta suerte de fuego fatuo lorquiano inextinguible. Así, a la nave capitaneada por los lisérgicos sintetizadores y teclados de Víctor Cabezuelo, se unieron y conformaron el dream team: Gloria Maurel a la batería y percusiones, Javier Martín a la electrónica y programaciones, y una de las voces más sensibles y desgarradoras del flamenco actual, Ángeles Toledano. Todo se materializó en el imprescindible y sobresaliente álbum "Tengo tres estrellas y veinte cruces" (23) y, si estuvimos en su puesta de largo en el pasado Alhambra Monkey Week, no podíamos faltar al broche de oro en este inmejorable marco de verano, La Finca El Portón, (Alhaurín de La Torre), de la mano de nuestro querido Alhautor, rara avis de festival/ciclo de conciertos que siempre arriesga y apuesta por la calidad de propuestas genuinas, saliéndose del circuito repetitivo estival. Otra muestra más de que lo verdaderamente importante y auténtico, la vida que pasa una sóla vez, no se puede reducir a orden, números y forzada estabilidad, sino a riesgo, pasión y amor valiente, como el de Lorca y el que van a desatar por última vez Ángeles, Víctor, Gloria & Javier bajo el cielo malagueño.
Reencuentros entre amigos, previa en bar local y nos adentramos en el maravilloso entorno natural de la Finca El Portón, con sus jardines, anfiteatro abierto y arboleas, tomamos posiciones y comienza el “Baile”: “En su cabeza se enrosca / una serpiente amarilla, / y va soñando con el baile / con galanes de otros días”. Gloria marcando el pulso y Víctor y Javier fundiéndose en los ritmos de Maurel, tejiendo magnéticas atmósferas sintetizadas a cada paso, mientras el quejío luminoso de Ángeles Toledano nos araña por dentro, levitando a su antojo por esas “calles desiertas” donde “corazones andaluces buscan viejas espinas”, y rematando con “Al Gurugú”. Intensidad y belleza a borbotones que nos mantiene en trance continuo de principio a fin, sin escapatoria posible, de la soleá que deja el balcón abierto para que la corriente de paso al viento y, en esta definitiva noche de verano malagueña, haga desaparecer ese “Suspiro tierno” que siempre vuelve, con Toledano partiéndose el pecho y parando el tiempo por fandangos populares de amor infinito, en ese aún esperanzado “Yo tengo tres corazones:/ y uno pa’ que vaya y venga / y otro pa’ que me aprisione / y otro pa’ que tú lo tengas”.
Respiramos al ritmo del piano de Víctor en “Clamor”, con Ángeles recitando cada verso, hasta desembocar en el canto del fragmento de los “Los cuatro muleros” y, sin pausa, una nueva bruma sonora, resplandeciente y expansiva, nos rodea y cala hasta los huesos… “No, / no me lo claves, / no”, pero ya es demasiado tarde, el “Puñal” entró “en el corazón como un rayo de sol” y ahí se queda, con la voz de Ángeles sanando y abriendo heridas al mismo tiempo, fluyendo y volando hacia otra galaxia, entre “tirititiritiris” y ayeos interestelares, hasta alunizar bajo los ritmos tribales que marca Gloria y volver a despegar en “El paso de la siguiriya”, esculpiendo el aire, quejío a quejío, “entre mariposas negras / (...) junto a una blanca serpiente de niebla”. Tras vaciarse por siguiriya y dejarnos “el corazón de plata / y un puñal en la diestra”, ovación y Ángeles se levanta de su silla y sale de escena, con el tridente, Víctor, Gloria y Javier, “like a rolling stones” espaciales, haciendo que mueran y nazcan estrellas en la noche, fundiendo el final de la pieza con la psicodelia de mil colores de “Paisaje”.
Empieza el bellísimo canto de “La guitarra” con Toledano de vuelta, “Blackstar” en el pecho (luego, a mi pregunta melómana, me dirá que no era por Bowie la camiseta, pero si la acompaña Morente y Camarón bajo las alas, también lleva el espíritu transformador de Ziggy Stardust en sus adentros), flotando a cámara lenta, cual astronauta flamenca en llamas, en el campo de gravedad que crean Gloria, Javier y Víctor, mientras ella sigue cincelando los versos elegidos del Poema de la siguiriya gitana, seis cuerdas que en su garganta lloran, como nosotros, “por cosas lejanas”; y en el remate, con “el primer pájaro muerto / en la rama”, Lorca partiéndose la camisa allí donde esté, “¡Oh guitarra! / Corazón malherido / por cinco espadas”.
Homenaje a Camarón con una majestuosa “Nana del Caballo Grande”, con la banda al completo creando una nueva pompa sonora que nos engulle y eleva a los cielos, apuntillando a capella Ángeles (al concluir la nana), rezumando pellizco y flamencura por cada poro de su piel, con eso de: “Ay, qué penita, qué dolor, / que el cante se acabó, / Camarón se lo llevó”.
“Interludio” instrumental con Javier sólo en el escenario, haciendo que salten chispas a los mandos, para pasar luego a uno de los momentos cumbres (con sorpresa incluida) de este histórico último concierto de Ángeles, Víctor, Gloria & Javier: una sideral interpretación de la dolorosa y bellísima “Y después”, a la que se une como invitada especial Anni B Sweet (con un poderío flamenco que nos deja con ganas de más), cantando a medias con Ángeles esos lorquianos versos imborrable que erizan hasta el cemento del anfiteatro; desvaneciendo besos y corazones ya pretéritos, entrecruzando voces, magia y pasión en la vacuidad del presente: “Sólo queda el desierto. / Un ondulado / desierto”. Maravilla. Sin aliento y cientos de ojos vidriosos en la noche. Se podía haber acabado el mundo en ese justo instante y nos habría parecido algo de lo más normal. Pero no, la vida sigue tras sus desilusiones e inesperados desencantos, y Ángeles, Víctor, Gloria & Javier nos regalan dos vidas extras más: una “Muerte de la Petenera” a tumba abierta, y un “Balcón / Madrugada” con esos morentianos “saeteros ciegos de amor” como clímax final y suspiro jondo de una noche inolvidable y enamorada… de Lorca, de la música y del baile de vivir, aunque a veces duela.
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