En la república de El Drogas
ConciertosAndoaingo Rock Jaialdia

En la república de El Drogas

7 / 10
Jon Pagola — 13-06-2022
Empresa — Bloody Mary
Fecha — 11 junio, 2022
Sala — Plaza Nafarroa
Fotografía — Josetxo Perez

Cuando Richard Olson se arrimaba al micrófono para pedir más calor y cercanía física al público, se confirmó: las cosas vuelven a ser como antes en Euskadi. La pandemia es parte del pasado. La vieja normalidad de los dos-tres metros de separación entre el artista y el tímido público vasco sigue siendo tan real como la vida misma. La actuación del grupo londinense The Hanging Stars fue exquisita y nos sumieron en una atmósfera de apacible elegancia. Mientras el tiempo se debatía entre el sol y la lluvia, la suave brisa folk-rock con aires country y alguna pincelada psicodélica entró a las mil maravillas. En “For You-My Blue Eyed Song” brillaron sus voces cálidas, “I Will Please You” engancha desde las primeras notas del piano y todo salió al menos igual de bien que cuando Olson estuvo en Andoain en 2013 al mando de su anterior grupo, The See See. 10 años que son un suspiro. Le dieron el broche de oro a su actuación con una fiel versión de “Mother of Earth” de The Gun Club.

El pistoletazo de salida corrió a cargo de las pamplonesas Melenas, convertidas ya en uno de los ojitos derechos de la promotora y tienda de discos Bloody Mary. El pop refrescante del grupo funciona en cualquier escenario. Da lo mismo que toquen en un gaztetxe de Iparralde, en una sala, en un festival indie o abriendo un musculoso festival de rock como el de Andoain. Pasadas las 18 horas probaron el sonido y los niños que correteaban por las primeras filas corrían de un lado a otro. Es la típica y entrañable postal de los primeros compases del festival guipuzcoano, que este año ha cumplido 15 años. El show pasó a toda velocidad. Los temas del álbum “Días Raros” (2020) siguen mandando en su repertorio. Ojalá armen pronto un nuevo álbum.

Hacia las 20:30 horas salieron con sus buzos azules de trabajadores de fábrica los históricos miembros de -Gailu. Curtidos en los últimos treinta años en auténticos bastiones del rock vasco (Negu Gorriak, BAP!!!!!, Inoren Ero Ni o Anari), Okene, Mikel y Mariano Hurtado han armado una propuesta singular que encaja como un guante en el ideario del sello Bidehuts. Su propuesta con toques industriales, muchas partes recitadas y referencias culturetas como el divertido “We all scream for ice cream” de la película “Down By Law” de Jim Jarmusch puede generar cierta apatía o, por el contrario, entusiasma si se rompen ciertas barreras y prejuicios. Quizás no sea un plato de rápida digestión, pero su originalidad y riesgo están fuera de toda duda.

Y a las 22 horas salió pletórico El Drogas ante una audiencia entregadísima al que no hacía falta recordarles que podían acercarse unos pasos más al escenario. Era misión imposible. No cabía un alfiler en la plaza Nafarroa la misma noche que otra vaca sagrada del rock vasco, Fito Cabrales, llenaba San Mamés a menos de 100 kilómetros. Para bien y para mal, esta edición será recordada como la del tsunami que empezó con “En la silla eléctrica” y terminó hora y cuarto después con los famosos versos de “En Blanco y negro” coreados por todo el mundo a modo de karaoke. El tirón popular del Drogas contrasta (choca) con los gustos más refinados que suelen cultivarse en Andoaingo Rock Jaialdia.

Fue un éxito absoluto de convocatoria. Se había instaurado una nueva república con una ceremonia de proclamación que entusiasmó a miles de fieles y a la que otros pocos, los menos, acudían resignados. En “Problemas”, otro de los himnos de Barricada, reapareció el sirimiri. Hubo que esperar más de lo habitual para poder tomar una cerveza o conseguir un bocadillo a la hora de cenar. Tras una actuación enérgica y musicalmente irreprochable, se produjo una pequeña espantada. Estaban allí para ver a la leyenda y nada más.

Parlor Snakes era el as en la manga de la presente edición, el grupo a descubrir. El dúo francés ofrece un espectáculo de rock and roll solvente y resultón. Su cantante, la rubia Eugénie Alquezar, recuerda inevitablemente a Pj Harvey y otras divas del rock. Canta con determinación y mucha garra. El problema es que el concierto se fue diluyendo poco a poco debido a su falta de chicha y contenido. Sonó “Man is the night” y parecía que la fórmula empezaba a repetirse, como si se hubieran quedado sin muchas más ideas.

Pasada la una de la mañana, con un ejército de tres guitarras y dos voces a los laterales llegó el esperado turno de The Limiñanas. Convertidos en grupo de culto del rock europeo, la pareja formada por Marie y Lionel se saben rodear de grandes músicos en un cóctel psicodélico que varía dependiendo de sus compañeros de viaje. La esencia se mantiene intacta (hubo claros escos a The Velvet Underground, The Brian Jonestown Massacre o New Order) y acompañados de unas luces verticales entraban ganas de imaginar caleidoscopios o disfrutar de viajes interestelares con sustancias recreativas. Guitarrazos, lisergia por un tubo y una batería impetuosa coparon el protagonismo en primera línea. Un show que parecía surgido de una galaxia nueva, más reconocible, después del Big Bang del Drogas.

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