Pocas personas han amado tanto la música como Allen Toussaint. Y eso se notó en cada gesto, en cada fraseo, en cada solo de piano que nos regaló en una velada mágica e inolvidable, la fría noche de un lunes de noviembre que no presagiaba, tras tanta felicidad desbordada, una madrugada helada con el peor de los desenlaces.
En la larga cola para entrar al teatro se notaba ya la expectación en la cara de los asistentes (hasta a Calamaro se le veía nervioso), y no era para menos, íbamos a tener la suerte de disfrutar de una de las pocas leyendas vivas de la música popular. Toussaint, pianista, cantante, compositor, arreglista y productor, comenzó su carrera a finales de los 50, tocando y componiendo para Benny Spellman o Irma Thomas, y antes de cumplir 30 años ya habían grabado versiones de temas suyos Otis Redding o los Rolling Stones. Por sus manos también han pasado gente como The Meters, Dr John, The Band, Little Feat, Paul Simon, Sam & Dave, Bonnie Raitt o Johnny Winter.
Tomamos posiciones y casi a oscuras aún, una sonrisa sincera y brillante (más aún que la americana imposible de lentejuelas verdes que lleva) inunda el escenario, y sin más preámbulos, guiados por el mapa sonoro que tenía grabado en su piel, recorremos las calles de su New Orleans.
Bien acompañado por un gran trío de músicos (bajo, guitarra y batería), siempre atentos a cualquier señal del maestro, tarda segundos en encender la mecha de los fuegos artificiales con sus manos, dejándose llevar por el swing que corría como el Mississippi por sus venas. Suenan frescas y radiantes la adictiva “Sneakin’ Sally through the Alley” o “Certain Girl”, la eterna “Get out of my life, woman” o la balada incontestable “With you in mind”.
Nos dice que “Se ha quedado una noche estupenda para el amor”, y acariciando las teclas de su piano nos lanza la pregunta: “Have you ever felt a southern night? Free as a breeze...”. Y así era él, como la música más verdadera, “libre como una brisa”, como el eco de esa “Southern Night” mezclada con pasajes de Chopin o Caruso que ya siempre resonará, toque quien toque, en el Teatro Lara.
Una de las cimas de la noche la consigue con la relectura instrumental del “St. James infirmary” y con una esplendida “Long, long journey”, ambos temas recogidos en su último disco de estudio, el exquisito “Bright Mississippi” (2009) producido por Joe Henry. Tampoco faltaron clásicos como “The Last Train”, “Big Chief”, el “Tipitinas” de su admirado Professor Longhair o el “Who’s gonna help a brother get further” del “River in reverse” (2006) que grabó con su amigo Elvis Costello, y también producido por Henry.
Generosidad y luz en cada nota, y una alegría y vitalidad tan contagiosa con sus casi 78 años, que le llevaron a bajar del escenario y repartir abrazos y hacerse algún que otro selfi con el público. Tras una ovación descomunal, volvió a salir para poner la guinda con una histórica “Brickyard Blues”. Y mientras seguíamos saboreando ese “somethin' sweet”, buscábamos sin querer la salida. Ya en la calle, lo despedimos con aplausos y antes de subir al coche, nos dijo adiós con un gesto agradecido. Ojalá que el final de la historia que todos conocemos fuera sólo un mal sueño… Mientras despertamos, que siempre nos acompañe su música.
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