Los últimos rayos de sol se escondían poco a poco detrás de las históricas y legendarias laderas del monte Benacantil, mientras al otro lado y ubicados en el escalón más alto del Castillo de Santa Bárbara de Alicante, un grupo de afortunados asistentes acudían al aclamado sold-out de Alice Wonder en la Terreta, con motivo de su paso por el ciclo de conciertos Live The Roof. El enclave no podía jugar más a favor: a un lado, el legado de una fortaleza emblemática para residentes y turistas, y al otro, el infinito azul del mar, dispuesto a ser telón de fondo de una velada veraniega para el recuerdo.
Si la propuesta, distendida y cautivadora ya de origen, no podía parecernos más adecuada para acompañar los últimos compases de este mes de agosto, Royal Bliss hizo acopio de su ya popular compromiso y vínculo con la música en directo y sazonó con especial gusto y tino los ritmos de este encuentro musical con su presencia, invitando a los asistentes a deleitarse con sus versátiles mixers y con la oportunidad de maridar la prosa natural, cruda y honesta de Alice Wonder con los refrescantes y sabrosos combinados de su catálogo.
Un bocado repleto de matices extrasensoriales que se avivaron sobre el escenario a la vez que las últimas luces del día cesaban, potenciando aún más ese sino de intimidad y familiaridad que solo la cercanía de los acogedores encuentros de Live The Roof logran generar. Combinando teclado y guitarra, y tan solo acompañada de un percusionista, la buena de Alice firmaba su regreso a Alicante desplegando desde el primer acorde su colección de buenas prácticas, tanto en inglés (“The World Is Changing”) como en castellano (“Decir adiós”), y sin mostrar reparo alguno a la hora de afilar la cara más sagaz de su relato. Y es que poco parece importarle a esta joven madrileña el terreno en el que se juega el partido, pues cuando se trata de desnudar su identidad, meter el dedo en la llaga, rascar la pared de la emoción o robarnos alguna furtiva lágrima, Alice no hace prisioneros y va con todo.
Sin sutilezas ni remilgos, la artista natural de Cuatro Caminos (descalza y ataviada con una holgada camisa de color blanco roto) proclamó a los cuatro vientos sus empoderadoras diatribas, amargas y rebeldes como una buena tónica, a fin de hacernos partícipes en todo momento de su sensibilidad y delicadeza, al borde del desconsuelo y la desazón. Mientras la noche caía, Alice rescataba para nosotros temas de su diverso repertorio, haciendo especial ahínco en sus más recientes anexos y en los principales cortes de su último periplo en larga duración (“Que se joda todo lo demás”). Sin olvidarse de mencionar su familiar relación con Alicante y logrando llegar de igual manera a un público del todo intergeneracional y diverso, Wondie tuvo a bien poner el acento en ciertas misivas dedicadas a su pasado sentimental (“No te vayas”), al desapego romántico (“Por si apareces”), a su condena personal, que es la reflexión desmesurada (“O”) y al amor tóxico, que no es amor ni es nada (“La locura”).
Mientras asistíamos a este sobrecogedor aguacero de versos agridulces y melancólicos, nacidos de un discurso marcado por la esperanza y la desidia a partes iguales, en el paladar del respetable también confluían los contrastes propios de los sutiles y suculentos combinados que contribuyeron a, no solo colmar sus copas, sino también a subrayar la vivencia de un tardeo diferente, sofisticado y lleno de encantos. De la mano de la mejor música en directo y de unos deleitables preparados, celebramos un año más la sinergia entre la popular marca de mixers Royal Bliss y el ciclo de conciertos al aire libre Live The Roof, siempre dispuestos a poner de forma conjunta la nota de calidad al verano.
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