Algo nos pasa con Juan
ConciertosJonathan Richman

Algo nos pasa con Juan

10 / 10
Redacción — 04-05-2004
Empresa — Antípodas Producciones
Sala — La Casa Del Loco
Fotografía — Pedro Hernández

El gancho oficial para ver a Jonathan Richman parece ser que venía potenciado en esta ocasión por esa ola creciente de popularidad que había alcanzado la canción “Vampiresa” por mor de un conocido programa de radio matutino. No importa, ya en otra ocasión la figura Richman volvió a resonar en el firmamento pop por su estelar aparición en el film “Algo pasa con Mary”. Con motivo o sin motivo, más o menos serio o zumbón, la única verdad es que siempre ha sido un placer enfrentarse a una actuación de este hombre, y así reza su leyenda, la de un entertainer de desbordante humanidad. Y aquí, acompañado por el tan impasible como eficaz y paciente Tommy Larkins a la batería, su set fue un crescendo de cercanía, de simpatía innata y de esa fácil conexión que da la sencillez de espíritu. Así, recordó con flexibilidad musical su excelente época con The Modern Lovers con “Pablo Picasso” a la cabeza, nos rememoró por qué este bostoniano ostenta el récord de conciertos presenciados de The Velvet Underground, interpretó, además de en su idioma, en italiano, en francés y en un castellano bastante suelto, cantó a su manera a la soledad, desmitificó con humor la dificultad de las relaciones, bailó desenfrenado con sus particulares movimientos de avestruz mareada, nos explicó con hilarante talento de qué trataban sus canciones... Hombre enganchado a la vitalidad, Richman es más un inquieto bichillo con guitarra que un animal de escenario, aunque su especialidad es irse ganando al público minuto a minuto, frase a frase, con ese español de donairoso acento y ese desparpajo singular que da a una persona el haber viajado por medio mundo y el haberse enfrentado con públicos de todo tipo más de dos mil veces. Un concierto alimentado por la constante sonrisa, por una complicidad absoluta y por una máxima revitalización de ánimo. Dieron ganas de seguirle cuando, al acabar el concierto, cogió su chaqueta y su guitarra y salió de la sala por la puerta que él mismo había hecho grande poco a poco

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