En pleno desparrame efectista de los habituales cañones, campana infernal, plataforma elevadora y muñeca inflable, me dio por pensar que el triunfo inapelable de la banda australiana se debe, en gran medida, a que AC/DC a duras penas se han movido del guión durante décadas, ofreciendo cada cinco años todos los manidos tics del género que es, al fin y al cabo, lo que su seguidor desea. Si otras bandas de hard rock como Aerosmith, Van Halen o Kiss han necesitado buscar vías de escape creativas o dar un nuevo paso en su carrera, ya fuera hacia el AOR o directamente el rock más comercial y radiable, los de Angus Young no. Ellos, como Ramones en su época, siguen y seguirán tirando de lo de toda la vida: Riffs de guitarra tan viejos como el mismísimo Chuck Berry para los que no importa que la fórmula esté agotada (que lo está) y teniendo muy en cuenta que la mayoría de los presentes ayer en el Palau Sant Jordi lo que queríamos eran clásicos como: “Back In Black”, “Dirty Deeds Done Dirt Cheap”, “The Jack”, ”T.N.T.”, “Whole Lotta Rosie”, “You Shook Me All Night Long”,”Hell Bells”,”Highway To Hell” o “For Those About To Rock”. Los tuvimos. Al igual que tuvimos temas de su último trabajo, sabiamente dispuestos e intercalados entre los de toda la vida. Por ello, el triunfo de ayer era tan previsible como el espectáculo y la sonrisa de oreja a oreja del aficionado tras el concierto. Una satisfacción tan sincera como la que exhibe un niño en Port Aventura, pues mucho de Dragon Khan audiovisual tuvo una espectacular puesta en escena basada en el descarrilamiento de un tren alimentado por carbón, que es el principal atrezzo de un escenario tan diabólico como los cuernos luminosos que triunfaron en el merchandising de la banda. Y es que puestos a no vender discos, el futuro está en los cuernos de plástico o en la venta de calzoncillos con el logo de la banda como los que nos mostró en pleno striptease hardrockero el peso pluma de Angus. Y es que hasta su torso desnudo y sudoroso se conserva como en los viejos tiempos, no así esa calva incipiente que denota el inevitable paso de los años. Con ello sólo espero que, de aquí a una década o quizás menos, vuelva a tener la ocasión de presenciar disparos de artificio, testosterona y solidez rockera, pero esta vez acompañado por mis hijos, pues con el tiempo lo de AC/DC se convierte en un espectáculo tan familiar como la puta Bella y la Bestia sobre hielo.
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