Un año más el Azkena Rock Festival satisface con una propuesta musical atractiva y variada que va del gospel o el country al punk, el garage o el rock duro, en tres jornadas que hicieron gozar al personal y dejaron varios conciertos para enmarcar.
A nivel general quiero destacar que en el escenario donde hasta el año anterior se colocaban imágenes de músicos recientemente fallecidos, este año decidieron poner dibujos de músicos importantes para el Azkena, tanto vivos como muertos, es por eso que pudo haber cierta desorientación, o incluso nerviosismo, por parte del público al mirar los dibujos y ver ahí a Patti Smith o a Blondie, vivitas y coleando, junto a artistas fallecidos como Shane MacGowan o el mismo Lemmy, aunque creo que en seguida se captó la idea.
En otro de los escenarios aparecían frases habituales sobre el festival como “Al Azkena se va y punto”, “Mejor en sala”, “Este año Neil Young” o mi favorita, “Worst Azkena Ever”, a través del cual los propios organizadores han sabido reírse de la excesiva determinación y exageración de muchos de sus fans. Pudo ser el peor Azkena para alguno, pero ¿a qué también fue el mejor para tantos otros? O incluso el primero para muchos. Por mi parte llevo acudiendo sin parar desde el 2006 y no ha habido queja, sino satisfacción por el nutritivo menú y agradecimiento por la parte recreativa. - Jon Bilbao
Un año más, el festival roquero por excelencia afrontaba un nuevo reto. Para seguir vivos, hay que renovar, buscar grupos y solistas legendarios, otros artistas pujantes y siempre intentar asegurar la calidad, sin dejar de negociar con mánagers (a veces durante años) para conseguir que la esencia Azkenera siga en sus trece, a pesar de las críticas que ya son un clásico prácticamente desde el inicio del Festival.
A veces hay que innovar, este no es un festival cerrado como algunos agentes exteriores creen, y hemos visto bandas de Heavy Metal, grupos como S.A., El Drogas, M-Clan etcétera que en un principio no encajaban en el molde. Lo que pasa es que el Azkena no puede encerrarse en sí mismo, y por eso nunca lo ha hecho. Hasta dónde puede llegar la experimentación (porque el festival es una experiencia y además experimenta continuamente) es algo que el tiempo dirá o los organizadores valorarán. Una vuelta a los orígenes tampoco es del todo descartable.
Todo esto viene a cuento también de la polémica presencia de Arde Bogotá, que aunque se lo montaron bien y demostraron ser buenos músicos, quizás haya sido un paso demasiado arriesgado y acaso descontextualizado. No lo sabemos, nadie tiene la varita mágica y es fácil quejarse. Por lo demás, ha sido otro año muy disfrutable con varias sorpresas y reuniones ex profeso. Degustemos el menú, una vez más. - Urko Ansa
Jueves 20 de junio
A Txopet le tocó la difícil tarea de abrir el festival el jueves a las 18:15, aunque lo solventaron con bastante facilidad si tenemos en cuenta la energía y la explosividad que desprendieron. Ahora bien, el sonido no fue lo suficientemente claro, y es que la voz no se oía bien y en general todo sonaba como una bola que castigaba sobremanera los oídos. Eso sí, la pasión y el carisma del cantante y guitarrista Jon Fernandez, la presencia de Iñigo y un repertorio incendiario que abarcaron casi por completo lo compensaron bastante. Pelotazos cono “Neska zaharrak”, “Dorrean gora” o “Nire hitzen gezurretatik”, con Jon mezclándose entre el público, tinen su contraste en temas más atmosféricos como “Joan beharra, nora?”. Gran comienzo.
Tras tener que suspender el año pasado por la lluvia, este año Brigade Loco tampoco pudieron evitarla, aunque eta vez no arreció tanto y encima lo hicieron nada menos que en el escenario principal. Liaron una buena en las primeras filas, y sobre las tablas, una banda compacta desplegando un Punk-Oi! de buena factura y estribillos de calidad como la futbolera “Bultzada” o “Bizitzaren lehia”. Se lucieron con el himno “Aurerra doa” y una lección de como hacer coros a cuatro voces. Este tipo de grupos son los que lo están petando en gaztetxes y festivales y su contagiosidad y energía los hace irresistibles para la juventud.
La lluvia había empezado a hacer de las suyas en unas horas que fueron las más duras de todo el festival, aunque por la noche mejoró y Tarque & La asociación del Riff pudieron hacer su descarga de muchos quilates sin problemas. Para gustos los colores, pero Tarque ya estuvo aquí con sus M-Clan en 2013 y ya no tiene que demostrar nada a nadie. Sus dos discos tienen hits de sobra donde elegir, y el rock con estribillos reconocibles como en “Escapa el amor”, “El diablo me acompañará” o “He vuelto para veros arder” tiene la suficiente profundidad como para conquistar a los amantes del rock. Éxito de público y una demostración técnica en un repertorio interpretado con gran profesionalidad.
Llevar tantos años esperando un grupo y cuando por fin lo tienes delante... Aun a riesgo de que me crucifiquen, el concierto de Jane’s Addiction fue bueno, pero no me convenció. Es cierto que musicalmente nada les puedo reprochar; además ahí estaba ni más ni menos que Dave Navarro y la formación original al completo, pero el estado de Perry Farrell no fue el óptimo a pesar de cumplir en todas sus facetas musicales: la voz fue casi un susurro y se le veía justito de fuerzas. Dicho esto, resulta imposible no emocionarse con las inmortales “Up the beach”, “Stop!”, “Jane says” o “Three days”. Me alegro por los fans, ya que la opinión generalizada fue muy positiva, y la presencia de los angelinos ha sido todo un sueño hecho realidad.
Jane's Addiction
A la una de la madrugada, turno para la Bon Scott Band, o mejor dicho, los suecos Bonafide, quienes llevan quince años imitando descaradamente a AC/DC, tanto que incluso podríamos apuntar los títulos de las canciones en las que se han “inspirado”. Es una banda competente que ejecuta con precisión y técnica su repertorio, aunque “Are you listening”, “Smoke and fire”, “No doubt about it” y un largo etcétera suenan como un refrito falto de aliciente y originalidad algunas, por lo cual resultan extremadamente previsibles y hasta aburridos.
El Trashville estaba igual que los últimos años: lleno hasta la bandera e incapaz de absorver el flujo de público que quería sumergirse en sus encantos. Largas colas los tres días (sobre todo el jueves y el sábado por la lluvia) para estar como sardinas en lata: el Trashville se ha quedado pequeño, pero ampliarlo alteraría su esencia, así que poco más podemos decir. Los enmascarados Ukelele Joe y Sus Hula Shakers la liaron buena en el pequeño recinto a base de guitarrazos surf y garage y grandes estribillos como en “Pánico en el Glory Hole”. - Urko Ansa
Para ver al cuarteto de Vitoria Old Time Spooks estaba repleto el Trashville, más por el repentino cambio meteorológico que por la fama que les precedía, pero lo cierto es que fue el concierto perfecto de arranque del Azkena para quien esto firma. Con instrumentos tradicionales y un repertorio propio de folk punk de caerse de espaldas, estos jóvenes músicos cantaron a los cementerios, las tumbas, los cadáveres descompuestos y hasta pidieron a Satanás no tener resaca, por lo que puede entenderse su inclusión en un escenario como este. Canciones a toda hostia cantadas en inglés en su mayoría —y alguna que otra en castellano— sumadas a una versión del “Más allá del cementerio” de Eskorbuto para ir cerrando completaron un repertorio atrayente acompañado de una palpitante y sincera interpretación. La mejor banda para celebrar tu próximo cumpleaños siniestro.
La propuesta del californiano Ty Segall encajaba muy bien con el espíritu azkenero, y su último álbum es verdadera canela en rama para los amantes del rock psicodélico, pero su concierto se vio lastrado en parte por sus continuas bajadas, esos momentos en los que sólo sonaba guitarra y voz y hacía que se deshinchara parte del invento. Aún así se disfrutó con los temas más recientes, como “My Best Friend” o “My Room” además de con otras anteriores, como en el caso de la fantástica “My Lady’s On Fire”, pero personalmente esperaba más de un tipo que ha hecho muchísimo por el garage rock y la psicodelia de los últimos años. Quizá la próxima vez.
Ty Segall
De vuelta al Trashville había una larga cola para entrar al local de madera, lleno hasta los topes para ver a una de nuestras bandas más antiguas de aquel primer rock n roll, Los Sírex, con dos miembros clásicos —el cantante Leslie y el guitarrista Pepe Fontseré, además de un guitarrista que lleva más de cuatro décadas con ellos— y un dinámico a la vez que clásico repertorio. Acoplaron una de las canciones que estaban interpretando a la obligatoria “Que se mueran los feos”, no se olvidan de la aún más necesaria “Si yo tuviera una escoba”, y la adictiva cadencia de “Muchacha Bonita” cautiva al público. También se explayan con versiones en inglés, como en el caso de “Hello Mary Lou”, y a través de las típicas castellanizaciones de clásicos como “Great Balls of Fire” o “Train Kept a Rollin”, que funcionan como un tiro. Un tesoro de banda que emociona saber que sigue en pie, más de sesenta años después de su formación.
De lo acontecido durante Janes’s Addiction ya se ha encargado mi compañero Urko, pero tengo que decir que el cuarteto cumplió durante su histórica visita. De nuevo al Trashville, que este año estaba que lo petaba, y que dejó los mejores conciertos de esa jornada de jueves, incluido el ofrecido a última hora por el garagero combo Ukelele Joe y sus Hula Shakers, que con sus himnos de frat y primigenio rock n roll pusieron la noche patas arriba. Los asturianos llevan máscaras de lucha libre y a través de su peculiar fórmula de aunar sonidos de ukelele con garage y punk, logran destilar algo muy particular que resulta idóneo para festejar durante cualquier madrugada. Las evidencias de ello podrían ser “Do the Conga”, “Pánico en el Glory Hole”, “El Taco de la muerte” —que sería algo así como Bo Diddley en modo garage— o su “Mueve las nalgas” discotequero que emplearon para despedirse. Sus canciones están llenas de onomatopeyas y primitivos gemidos, convirtiéndolos en una especie de The Troggs asturianos del Siglo XXI, al menos en esencia. Muy grande lo de esta peña. - Jon Bilbao
Viernes 21 de junio
Los Zestoarras Ezpalak, quienes al igual que Brigade Loco tuvieron que suspender por la lluvia el año pasado, se resarcieron con creces en el escenario tres. Es un grupo que ha ido a más en sus grabaciones y en concierto se han convertido en una maquinaria infalible, con el cantante Juanjo Berasain como explosivo maestro de ceremonias. Un derroche de actitud extensible a todos sus miembros, quienes además de técnica demuestran gran un entusiasmo sobre las tablas. Es algo que se nota en cada uno de sus conciertos, y pelotazos como “Tristura” o “Berdin zait” nos hacen pensar que incluso les ha venido bien atrasar un año su bautizo en ARF, ya que han cogido muchísimas tablas. Y ya cuando giran hacia el stoner, como en “Hauxe naiz ni”, solo nos queda quitarnos el sombrero. Se despidieron con la anfetamínica “Banpiroak” con Juanjo mezclándose en el público. Sublime.
Dea Matrona habían comenzado hacía ya casi media hora su actuación en la Respect (escenario dos), aunque pudimos disfrutar de una recta final muy roquera por parte de las irlandesas Orláith Forsythe y Mollie McGinn (voces, bajo y guitarra intercambiables) acompañados por músicos varones, quienes llevan en esto desde 2018 y que por fin, tras unos cuantos singles y dos E.P.-s, han publicado su primer larga duración (“For your sins”) el mes pasado. Su rock enérgico acompañado de elaboradas melodías y pasajes más reposados caló muy bien y se despidieron con los hits en potencia “Red button” y “Make you my star”, dejando una más que buena impresión.
Barry Adamson nos esperaba en la GOD Stage o escenario principal. El ex-Bad Seeds de Nick Cave picoteó bastante del disco “Back to the cut” y sobre todo del recientísimo “Cut to black”, cuyos temas (“These would be blues”, “One last midnight” o “The last words of Sam Cooke”) sonaron y encajaron bien en su ya amplio repertorio, una joya oculta del post-punk, jazz, soul y alternativo, con un toque si se quiere algo oscuro pero profundamente recomendable. Incluso versionó el “Hot Love” de T.Rex y nos dijo adiós con la elegancia de un temazo como “Jazz devil”, dejándolo en el punto culminante.
Barry Adamson
Respecto a The Rain Parade, solamente decir que si su reunión de 2012 (26 años después de su primera separación) fue sorprendente, esta vez vienen cargados con un nuevo álbum publicado en 2023 (“Last rays of a dying sun”) más un E.P. (“Last stop on the underground”) que salió hace solo un mes, del cual cayó la sugerente “Surprise, surprise”. Su rock psicodélico embellecido por evocadoras melodías no defraudó; tampoco lo hicieron viejos temas como “1 hour 1/2” o “Blue”, ni los temas de 2023 como la redonda “Last rays of a dying sun” (que da nombre al disco), pero quizás faltó un contexto más íntimo para redondear la jugada, ya que desde las partes más alejadas no se podía apreciar del todo su valor.
Después de la demostración del año 2015, L7 volvían por fin al Azkena, nada menos que con la gira de presentación de su mítico “Bricks are heavy” (1992). El concierto que fue de menos a más. La interpretación íntegra del disco mencionado fue a piñón: once temas exactamente en el mismo orden que en el disco original. Nada que objetar al planteamiento, ni mucho menos al magnífico disco, aunque debemos señalar que la actuación no arrancaba a romper y las chicas tampoco tuvieron sus mejores momentos en este tramo. Esto se fue solucionando progresivamente, aunque el segundo factor negativo (el flojísimo sonido, que las hacía casi indisfrutables a cierta distancia) no se solucionó en todo el show. La segunda parte, plagada de hits noventeros post-“Bricks are heavy” más un par de temas de más reciente factura, sirvió para que se desquitaran en parte, aunque el bajo volumen no les permitiera alcanzar cotas mayores.
L7
Perdernos la descarga de los Black Halos no entraba en nuestros planes, por lo que corrimos a la Love (escenario tres) para darnos de bruces con la cruda realidad. A pesar de disfrutar enormemente de su disco-regreso “How the Darkness Doubled” de hace un par de años, no encontramos a la banda destroy que no habíamos visto nunca pero intuíamos nos volaría la cabeza. No lo hicieron, y no queremos decir que tocaran mal, ni que su imagen no gustara. Simplemente, o bien no tuvieron su día o les faltó una garra que tal vez ya sea imposible reproducir en 2024. Además, el bajo volumen impedía disfrutar plenamente de su show desde una distancia razonable (la mesa de sonido). Creemos que lo pueden hacer mejor y que en sala las cosas bien pudieran cambiar sustancialmente.
Queens of The Stone Age (foto de encabezado) nos visitaba por tercera vez, y lo hicieron como el cabeza de cartel absoluto en cuanto a convocatoria, con permiso de Arde Bogotá. Y bien, con su habitual imprevisibilidad en la lista de temas, arrancaron con “Little sister” para facturar una actuación para recordar. El agobio por la alta afluencia se intensificó poco antes de comenzar el show y no se apaciguó en ningún momento. A diferencia de tantos grupos y solistas que no gozaron del volumen necesario, Josh Homme (quien se sube al podio de los artistas que han actuado aquí tres veces, junto a su Hermano Nick Oliveri o Brant Bjork, por poner dos ejemplos) tuvo una actuación de bella factura e impresionó como siempre suele hacerlo con su endiablada guitarra. La banda también estuvo a la altura, aunque quizás se echaron en falta más temas veteranos, pero tengamos en cuenta que Josh venía a presentar disco y tampoco quería dejar de lado otros trabajos como “...Like Clockwork”, de manera que, especialmente al final, se desató la locura con, entre otros, “No one knows” y “A song for the dead”. Solo deseamos no tener que esperar otros trece años para volver a verlos por aquí. Q.O.T.S.A. por siempre.
Y para terminar el día en lo más alto, qué mejor que disfrutar de nuevo y después de dos años del gran Michael Monroe (tercera visita también para él, igual que para Sammi Yaffa), quien esta vez lo hacía con... ¡nada menos que Demolition 23! Joder, solo por detalles como estos el Azkena se merece la gloria eterna. La descarga punk rocker con sello norteamericano que es en esencia su único disco (de 1993) tuvo aquí un fiel reflejo en petardazos de los Dead Boys, los Heartbreakers de Johnny Thunders, los Stooges o los Damned (ingleses, cierto), además de algunas piezas de los Hanoi Rocks que sonaron a gloria (“Tooting bec wreck”, “Problem child”, “In the year 79”) y otras sorpresas como el “Kick out the jams” de MC5, además de temas propios como los estimulantes “Scum lives on”, “Same shit, different day” o la ya inmortal “Hammersmith Palais”. En “1970” de los Stooges, Michael se subió a la torre derecha desde el escenario, aportando espectáculo pero dándonos un pequeño susto. Gran, gran actuación de un grupo que parecía imposible volvieran a juntarse y lo han hecho gracias al ARF. - Urko Ansa
Una cosa para la jornada del viernes estaba bien clara: debíamos llegar a tiempo para ver al dúo gallego Bala, pues su precisa y efectiva música, era de suponer, sonaría como un cañón al aire libre. Sólo guitarra, batería y las dos voces, pero menuda apisonadora sonora. Mientras corría hacia la entrada del recinto empecé a escuchar mi tema favorito, la reciente “Equivocarme”, y seguidas sonaron algunas otras de sus nuevas canciones, caso de “Prisas” o “Inmutable”, junto con temas de otros discos como “Hoy No”, la maravillosa “Agitar” o “Humo”, con la que cerraron su set, entre el punk y el stoner. La bajista de Nashville Pussy, Bonnie Buitrago, colaboró tocando en varios temas, entre ellos el “Territorial Pissings” de Nirvana, que meneó al público a base de bien. Hace falta más mala hostia en el rock n roll actual, y estas chicas nos la traen.
El Trashville volvía a tener una programación más que interesante para el viernes, sin embargo en mi caso, a lo único que pude asistir fue a la One Woman Band Ghalia Volt, quien equipada con guitarra eléctrica, micrófono y dos pedales para bombo y caja de batería se lo montó ella sola, saliendo triunfante apoyada en un repertorio de blues rock y rockabilly de lo más infeccioso. Usó su petaca de licor como slide para puntear y durante esa hora corta lanzó también versiones como el “Shake Your Moneymaker” de Elmore James, haciendo participar a las personas allí congregadas con palmas y voces.
La Perra Blanco ya estaba empezando a conquistar el escenario número tres al llegar allí, a base de rockabilly y R&B acelerado. Pocas veces se había visto tan lleno el mencionado espacio y si algunas personas descubrieron la música de la andaluza Alba Blanco y su banda allí mismo, pues eso que se llevaron. Además de contrabajo y batería —junto a Alba a la voz y guitarrazos— contaron con un cuarto músico tocando teclas mientras soltaban sobre el numeroso público frenéticas interpretaciones de “You Can Touch My Back” o “New Lover New Sweetheart” entre otras. Se dieron también los clásicos diálogos entre instrumentos al estilo de las agrupaciones de blues en varios de los temas, y destacó la presencia escénica de una Alba que cada vez se siente más como en su casa, sea un escenario de garito o uno imponente como el que le tocó liderar.
Los hermanos McDonald tuvieron que lidiar con mal sonido al comienzo del concierto de su banda Redd Kross, con las guitarras mezcladas de forma poco clara y, lo que es más importante, con una deficiente ecualización de las voces, un elemento clave en la música de esta banda, que va del pop al punk pasando por el rock alternativo. Luego, poco a poco, la cosa fue mejorando, y para cuando sonó la favorita “Annie’s Gone” —con Jeff cantando con una tela estilo glam sobre la cara— ya estábamos dentro del bolo. Varios temas nuevos, como “I’ll Take Your Word For It” o la maravillosa “Candy Coloured Catastrophe” fueron interpretadas con puntería junto a clásicos del grupo tipo “Jimmy’s Fantasy”, “Huge Wonder”, “Neurotica” o “Peach Kelli Pop”, estas últimas dos auténticas gemas de garage. Aún con ciertas dificultades técnicas, un buen concierto para el recuerdo por parte del grupo estadounidense.
Redd Kross
L7 dieron un muy buen concierto, pero a mí hoy no me toca profundizar en el tema, así que paso directamente a relatar lo vivido junto a la música de Arde Bogotá. Y la pregunta seguía rondando algunas cabezas: ¿no hubiera sido mejor llevarles al BBK Live como el grupo rockero en vez de al ARF como el grupo popero? Sí, en realidad hacen rock a su forma y hay guitarras, pero su propuesta no ha llegado a llamarme nunca, más aún teniendo en cuenta que algunas de sus inspiraciones principales vienen de bandas como Héroes del Silencio o U2, con las que para nada comulgo. Gran parte del público no pensaba como yo, y muchísimas personas saltaron y vibraron con su música durante todo el concierto, coreando sin descanso sus letras como si se tratara de la nueva sensación. Sonaron temas como “Qué Vida Tan Dura”, “Cowboys de la A3”, “La Salvación” o “Los Perros” y, sin ser mi plato favorito del menú, es justo afirmar que conecté hasta cierto punto con su propuesta, al menos más de lo que inicialmente había imaginado. Lo dieron todo y el público allí reunido salió satisfecho.
La banda canadiense que practica punk rock celta, The Real Mcenzies, cerró la noche del viernes después de Queens of the Stone Age, con su sonido tipo Bad Religion con gaita. En directo resulta mejor que lo que suena sobre el papel, eso es verdad, y a lo largo de la hora que duró el bolo su música sirvió para saltar, beber y despedir esa madrugada jubilosos. Canciones como “Chip” o el cierre de “Drink Some More” fueron cartas ganadoras para el público con el que trataban, deseoso de festejar. - Jon Bilbao
Sábado 22 de junio
Siempre habíamos dicho que varios grupos de Gasteiz tenían el nivel para actuar en este recinto. Algunos ya lo hicieron. A las cinco y media Entropía era el encargado de abrir la última jornada y a buen seguro dejaron unos cuantos fans a pesar de la reducida afluencia. Uno se quedó sin palabras al escuchar temazos de entre siete y nueve minutos, con una profundidad psicodélica tal que en las voces podían recordar a los mejores Asfalto y en potencia a unos Pink Floyd revestidos con la contundencia de Iommi/Butler/Ward. “Thesan”o “Dysania” fueron una absoluta maravilla, muy potentes y con un bajista especialmente motivado y comunicador. Hasta el teclista empezó a saltar hacia el final del show, y a pesar de que no se oía bien la batería, los tambores cumplieron su función con creces. “Tarbes”, de casi diez minutos, recibió una cerrada ovación en la despedida. Una pasada de concierto.
Directos al escenario grande, pues Pi L.T. nos tenían preparada una actuación potentísima. A estas alturas, y a pesar de su intermitente presencia en los escenarios, se han convertido en una máquina infalible que descarga toneladas de decibelios de manera especialmente compacta y a la vez fluida. Se centraron sobre todo en su segundo disco (“Denbora”, de 1998, del cual sonaron cuatro petardazos, entre ellos las descomunales “Zein” y “Jo!”), aunque por desgracia no tocaron su nuevo tema (“Garai honetan”, único tema nuevo en casi 20 años). Poco importó eso a los fans que resistían bajo la lluvia, la cual redujo bastante el potencial de convocatoria del grupo. No faltó el provocador show del teclista Aitor Abio en “Jo!”, ni el hit “Hil da jainkoa”, por lo cual tuvimos una buena muestra de su poderío aunque se nos hiciera corto. Gran show y merecida participación, que de Metal este año andamos un poco flojos.
Vayamos ahora con dos grupos resucitados y cuyos cantantes fallecieron: en primer lugar, nada menos que los Detroit Cobras sin la añorada y fallecida en 2022 Rachel Nagy pero con la inmortal Mary Ramirez en la guitarra y el polifacético cantante Marcus Durant de Zen Guerrilla, quien ya actuó aquí como vocalista de MC5 en 2018. Marcus estuvo a la altura, aunque también se puso de rodillas en un par de canciones en lo que parecía una muestra de cansancio. El repertorio, siempre basado en joyas rescatadas y vitaminadas del mejor soul, blues y garaje de los 60/70, fue impecable, y la actuación en general notable, con unos ambientes llenos de tensión contenida que eran en sí mismas puras explosiones. Gran homenaje a Rachel y a los seguidores que siempre soñaron verlos por aquí.
Y en el mismo escenario tres, nada menos que los mismísimos Pleasure Fuckers, 25 años después de su separación y 19 después del fallecimiento de su mítico cantante. Una reunión extremadamente improbable que debemos agradecer una vez más a nuestro festival favorito, aunque un par de días antes hicieran un show de calentamiento en Madrid. Y sí, ahí estaban Sobieski y tambiém Norah, además de Barnaby, Angel y un cantante especialmente adecuado como Scott Drake. El grupo estuvo a la altura y desató pasiones en las primeras filas centrales. Este tipo de temas necesitan una buena dosis de mala ostia, y vaya si la tuvieron. Temas propios como “Ripped to the tits” o “Socio de Satán” compitieron con “Hot legs” de Rod Stewart o “Un papel morao” de Manolo Kabezabolo. Un show con invitados como Manolo UVI que perdurará en la memoria del festival. Ahora toca darle continuidad al grupo, o eso queremos soñar.
Lo de St.Paul & The Broken Bones quizás fue de menos a más, pero podemos dictaminar que probablemente fue de los mejores conciertos del festival. Su soul sofisticado y de fino acabado venía provisto de un plantel de músicos envidiable y un front-man a medio camino entre cantante y showman. La sección de metal fue ganando protagonismo para abrazar sin tapujos un delicioso y profundo funk que penetra en el cuerpo y el sistema nervioso hasta hacerlo flotar de felicidad. En la maravillosa “Got it bad”, por ejemplo, nos agasajó un maravilloso solo de saxo que después fue apoyado por más metales. Un concierto de los que crean afición.
En el escenario grande y trece años después, los Band of Horses recogieron el testigo de St.Paul y los suyos, aportando algo más de potencia roquera con reminiscencias southern y alternativas. El sonido no fue el óptimo y la voz se oía demasiado, algo que perjudicó al grupo al no tener Ben Bridwell precisamente su mejor día, pero fue igualmente un concierto disfrutable, con varios picos como la balada “Laredo”, la delicada y sublime “No one’s gonna love you” o la igualmente preciosa “Is there a ghost”. También hubo ramalazos de potencia que hacían un plausible contraste con los temas más sensitivos. Buena actuación, no muy buen sonido.
Y ya para rematar el festi, nada menos que los navarros Lendakaris Muertos, con Asier de nuevo en sus filas y toneladas de actitud. El escenario tres fue un hervidero entre estribillos imbatibles (“Centro comercial”, “Veteranos de la kale borroka”...), saltos y muchas risas. Un show en toda regla. Convencieron también los temas del nuevo disco, como “Urrusolo Sistiaga” -uno y dos-, “Sanchista y Jujano” etc. Y es que los Lendakaris han vuelto con mucha mala leche. Sobre si encajan en este festival, diré que los Lendakaris lo hacen allí donde se lo proponen, a no ser que sea en el BBK Live o algo por el estilo, y se pasan por el forro las opiniones preestablecidas. Un diez en actitud, humor y conexión con el público. El final con “Modo Dios” y “Oso Panda” fue realmente explosivo. Ojo con ellos. - Urko Ansa
También tienen canciones sobre pimplar la gente de Moonshine Wagon, el cuarteto de Gasteiz que le da al folk punk y el hillbilly y que, con un poco de lluvia inauguraron —al menos para este escriba— la última jornada del festival. Su habitual fiesta sonora fue llevada hasta el escenario “Love”, donde por haber hubo hasta pedida de mano entre el contrabajista y su novia, que se prometieron sobre el escenario en un emotivo momento. “I Can’t Be Free”, “Janari Azkarra”, o versiones a su estilo (o sea a toda hostia y en plan bluegrass) de canciones que todos conocemos aunque por distintos motivos, como fue el caso de “Txoria Txori”, de Mikel Laboa, junto con “Backstreet’s Back”, de Backstreet Boys. Una banda que no defrauda.
El concierto del irlandés Glen Hansard resultó lo contrario de lo que de entrada, y a nivel general, pudiera esperarse, ofreciendo un recital intenso y emocionante, con continuos cambios de eléctrico a acústico y controlando una barbaridad y cual alquimista las intensidades musicales, algo que se ve le sale con naturalidad. Su concierto del sábado estuvo muy bien para el oyente casual, y creo que resultó precioso y casi increíble para todo aquel que alguna vez se emocionó con alguna de sus canciones. Abría con la reciente “Sure as the Rain”, arriesgando desde el principio y conectando desde los primeros compases, continuando con “The Feast of St. John” y “Down on Our Knees”, también de su último álbum, para regalar después un par de canciones aparecidas en la película Once —a la postre el evento que en su día lo conectó con el gran público— como son las deliciosas y por momentos estremecedoras “When Your Mind’s Made Up” y “Falling Slowly”, la última de estas dedicada a dos chicas de la primera fila. Volvió a demostrar, con un repaso a su carrera de sólo cincuenta y cinco minutos en los que también incluyó una canción de su viejo grupo The Frames, porqué es uno de los grandes “cantautores gritones” de la actualidad, como se le conoce en algunas casas. Hansard ofreció uno de los conciertos más estimulantes del festival, y también de los que he disfrutado suyos. Una auténtica cima emocional y musical.
Glen Hansard
Warren Haynes es un viejo conocido del festival, venerado de entrada y con razón ya solo por haber resucitado a los Allman, pero si hacemos un repaso completo, por muchos más motivos. Abrir con el “Tear Me Down” de sus Gov’t Mule ya fue un acierto total, también lo fue rescatar un tema de su debut en solitario, “Power and the Glory”, e interpretar la autobiográfica y fantástica “Man in Motion”. El añadido de un saxofonista al cuarteto original de base rítmica más teclas más Warren confirió ciertos aires jazz a algunas de las canciones y las incursiones instrumentales, lo que pudo requerir de cierta paciencia por parte de los fans a muerte del blues rock más convencional, pero que en mi opinión resultó enriquecedora y menos obvia. Cerrar con “Soulshine”, el tema que compuso Haynes para los Allman a mediados de los noventa, fue la decisión más certera, con una fina lluvia que parecía programada en la parte final, y que supuso un bonito bautismo para todos los que cantábamos o simplemente sentíamos la música en cada poro. Porque en un principio los conciertos eran para esto, para sentir la piel de gallina en un momento que se desvela imprevisible.
Muchas leyendas de la música para asimilarlas de seguido, a Mavis Staples la esperábamos con ferviente devoción cerca de su escenario, y es que salió con un escueto y muy efectivo trío de músicos (batería, bajo y guitarra eléctrica), además de las dos coristas y ella misma, dirigiendo el cotarro como la diosa de la voz que fue, y que en cierta forma sigue siendo. Muchos temas de sus Staple Singers, el grupo familiar, como las iniciales “City In The Sky”, “I’m Just Another Soldier” o la necesaria “Respect Yourself”, junto a canciones en solitario de las que grabó junto a Jeff Tweddy, en el caso de la sentida “You’re Not Alone” o la potente “I Belong to The Band”. Funcionó muy bien el funk de “Can You Get to That” de Funkadelic en voz de la jefa, así como el célebre y feliciano cierre de “Heavy Makes You Happy (Sha-Na-Boom Boom)”, que puso a los asistentes en una nube.
Mavis Staples
La tercera artista americana para la tarde-noche del sábado fue Sheryl Crow, que comenzó cuando ya estaba oscureciendo con “Real Gone” un tema bastante rockero que se incluyó en la banda sonora de la película "Cars". A partir de ahí hit tras hit en una onda de pop rock noventera (“Run Baby Run”, la buenrollista “All I Wanna Do”, “Leaving Las Vegas” o la coreadísima “If It Makes You Happy”), además de alguna balada (su versión del “The First Cut Is The Deepest” de Cat Stevens o “Strong Enough”, una joya propia) y algún que otro tema nuevo, como la interesante “Evolution”, que trata el tema de las inteligencias artificiales. Crow tocó el bajo en varios temas, entre estos una favorita personal, “My Favourite Mistake”, y se despidió como inició, de forma rockera, en este caso con la composición “Steve McQueen”. ¿Quién decía que Sheryl no era azkenera?
Una horita de concierto psicodélico y progresivo nos brindaron los australianos Psychedelic Porn Crumpets en el tercer escenario, en el que les cupo lo mejor de su repertorio: temas extensos que son pequeños clásicos de su corta trayectoria, como es el caso de “Found God in a Tomato”, fueron disfrutadas por los psych heads del festi junto a temas más nuevos del calibre de “Nootmare (K.I.L.L.I.N.G) Meow!”, constatando eso que ya intuíamos, y es que este sexteto trae, tanto en disco como en vivo, mandanga de la buena.
De la luminosa California recalaban en Vitoria para su oscuro concierto The Mummies, uno de los más grandes grupos de garage rock y punk de los últimos treinta y cinco años, y con la misma formación desde el principio, aunque no haya forma humana de comprobarlo, dados sus habituales atuendos de momias. Le dieron al r&b y al garage cavernícola durante un buen rato, con canciones familiares para los seguidores del combo como “Stronger Than Dirt” y sin parar de tirarse al suelo su cantante, a la vez que abrazaba o alzaba su teclado como si fuese de juguete. Puro show en un concierto absolutamente canónico de música de garage.
Parecía una forma más que idónea de clausurar el festi, pero después de las momias algunos nos acercamos a ver a All Them Witches, el cuarteto americano de rock —con buena parte de influencia setentera— que ofició de forma magistral un show estimulante y psicodélico con alguna que otra parada en el blues rock, como la sublime bajada de “The Marriage Of Coyote Woman” y otros tantos sonidos que, como el humo, fueron elevándose hasta los cielos de Mendizabala, desapareciendo tras una brillante estela.
Cuando algún amigo aún me pregunta si acudiré el año que viene al festival suelo contestar: “parece que no me conoces”... - Jon Bilbao
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