El viaje a través del tiempo es un concepto de desplazamiento hacia delante o atrás en diferentes puntos del tiempo, similar a como se hace un desplazamiento en el espacio. Además, algunas interpretaciones de viajar en el tiempo permiten divagar acerca de la posibilidad de moverse entre realidades o universos paralelos. Pues bien, esta referencia puede ser utilizada como vehículo para explicar lo que se vivió en Miranda de Ebro a nivel musical el 3 y 4 de febrero. El Miranda Urban Festival (MUF) celebraba su tercera edición con intención de crecer, tanto en afluencia de gente como en el sentimiento de pertenencia con la ciudad, y vaya que sí lo consiguió. Más de un millar de personas disfrutaron del evento impulsado por la asociación Amigos de Rafael Izquierdo y La Agencia, que también cuenta con la colaboración del Consistorio, y nos brindó una decena de conciertos con un nivel más que notable.
Los mirandeses The Silence Street fueron los encargados de abrir la primera jornada con su rap crudo. Letras directas sobre ritmos rompecuellos para caldear un día gélido en la ciudad. Poco a poco, el pabellón municipal iba llenándose de público de todas las edades y gustos, con un porcentaje muy alto de mirandeses y uno incluso superior de foráneos. La nave del tiempo estaba preparada y Parabellum (foto de encabezado), un clásico del punk rock formada en Barakaldo en 1983, demostró que la edad sólo es un número y que la experiencia, haciendo caso al dicho, es un grado. La banda ofreció un recital enérgico y el público supo premiarlo, sobretodo cuando entonaron los clásicos que han viajado por varias generaciones. El guiso estaba preparado y el reloj marcaba poco más de las once de la noche cuando Miranda retrocedió más de una década de golpe. Ihon y N-Wise de MDE Click saltaban a las tablas con Camarón de fondo, escoltados por un brillantísimo Dj Swet, y para ese momento los asistentes ya se habían tornado ultras. Los mirandeses realizaron un repaso por todo el disco 5%, quizá el más exitoso de la clicka, que cumplía años. Tampoco faltaron “El Lehendakari”, la colaboración con Sore en “Iparraldeko Players” e incluso algunas barras nuevas que aún no han salido a la palestra y que cazaron al vuelo los asistentes más atentos. La nave del tiempo volvía a una Miranda anterior, una mucho más próspera, fría como Rusia y tan cruda como las letras del grupo. Los treintañeros comenzaban a sentirse con diecisiete de nuevo escuchando a los Pobres Profesores Justos, y aún faltaba la guinda del pastel, la SDJ Crew.
Era mucha la intriga que rodeaba a la actuación por el tiempo que Sore y el Señor Gris han estado lejos de las tablas, pero también por el horario y por los años sin actuar en la ciudad. Sin embargo, bastó con cinco segundos de “Una bala en tu cráneo” para que la conexión de los hermanos con Miranda surgiese de nuevo con la misma fuerza de antaño, como si dos viejos conocidos de toda la vida se reencuentran después de muchos años y el feelin sigue siendo el mismo, no ha cambiado nada. Las letras de la SDJ Crew han resonado en las cabezas de varias generaciones de mirandeses, tanto las más antiguas como “Commandos” o “Hambre”. Hubo tiempo para todo, hora y media de magia, de letras gritadas a pulmón por un público entregado que solo descanso cuando Gris lanzó algunas pistas de lo que será UFC. “E Faro de los Perdidos” alineó a un respetable que viajó hasta la Plaza Yamaa el Fna con el Sarraceno, que ha llorado como Ortega Cano y que son fieles vitalicios a la religión SDJ Crew sin importar cuantos discos saquen de aquí en adelante. Más de 400 personas disfrutaron de una jornada histórica para la ciudad, un evento creado por mirandeses para que los mirandeses se sientan orgullosos.
El segundo capítulo arrancó en horario matutino con las mirandesas Bicho Humano, que debutaban en la Fábrica con un trabajo lleno de guitarras y de conciencia social. No dejaron indiferente a nadie y aprovecharon el amable sol invernal que imperaba en el exterior para cuadrar una actuación muy completa. Asimismo, La Cosecha Mestizaje Band cerró la oferta de shows gratuitos con una presentación tan melódica como enérgica. Gran conjunto instrumental y letras pegadizas para entrar en calor. Una vez retomadas las fuerzas después de comer, DJ Mindruss amenizó la tarde en el exterior del MUF. Encomiable labor de una institución del Hip Hop mirandés, que renueva su amor por la música año tras año, con la misma vocación de un novel, y sigue echando una mano cada vez que se necesita, ejemplificando a la perfección los valores de la cultura.
Memocracia metió la directa sin procrastinar, eran los primeros del lote vespertino y no había tiempo que perder. Punk de Burgos, de provincia, directo y contundente porque “En España manda la pasta”. El segundo turno fue para Ciencia Escrita, que contó con un gran ejército de amigos y seguidores porque jugaban en casa. Fadiga volvió a llevarse la palma de un concierto diseñado al dedillo y repleto de disciplina Shaolin. Quedaban los dos platos gordos y el pabellón municipal volvería a dar otro salto temporal a comienzos de siglo. Ander Valverde inundó la sala de ganas y positivismo, Green Valley es un clásico del reggae nacional y los grandes no perdonan. “No me arrepiento de nada, todo lo que hice fue vivir” coreaba el respetable a modo de una suerte de preaviso claro, hemos venido a pasarlo bien sin que importe nada más que el camino recorrido.
Tras la hora y media de concierto de Green Valley, llegó Huntza y todo terminó de explotar. El último viaje nos llevó hasta el verde de los montes de Euskal Herria, todo sobre melodías de acordeón. La banda vasca pasó por casi todo el trabajo “Ezin Ezer Espero”. De menor a mayor ritmo fueron cebando a los asistentes con temas variados la colaboración con la mejicana Julieta Venegas o la propia Odoletan. El euskara dejó de ser un impedimento o un muro para los oyentes castellanoparlantes, que saben apreciar y disfrutar las canciones de Huntza pese a perderse parte del mensaje. Propios y extraños saltaron y vocearon con la archiconocida “Aldapan Gora” y “Lasai”, que apareció en el tramo final. Como cierre perfecto, las vocalistas bajaron del escenario, como ya hiciera Zetak hace unos meses en el mismo pabellón, y tocaron una cover de “Flying Free”, de Pont Aeri. Fue el colofón perfecto para la fiesta.
Una vez más, Miranda volvió a demostrar que tiene hambre de música, que tiene ganas de cantar y viajar a través del tiempo con las canciones. También que la música que se teje y escucha en la calle merece un espacio de desahogo y que el MUF es el escenario ideal para ello. Miranda, wake up, despierta, lo veo claro entre la niebla.
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