Segunda y última jornada de la edición de este año del MAZ Basauri, el ya clásico festival basauritarra, en el que pudimos disfrutar de las actuaciones de Cecilia Payne, Sotomonte y Derby Motoreta´s Burrito Kachimba.
Las primeras en salir a la palestra fueron Cecilia Payne, que actuaban en el Sozial Antzokia como ganadoras de la última edición del concurso Rockein y que llegaban con muchas ganas de presentar su nuevo EP, "Pink town", del que sonaron sus cinco temas. La banda ha demostrado en los últimos tiempos una gran evolución, y en este concierto se mostraron como un grupo donde todos sus elementos están muy bien acoplados y suenan muy compactos. Aires noventeros, deudores a ratos de Pixies y otros a Sonic Youth, mucha distorsión y acoples perfectamente estudiados e integrados en un sonido que busca la atención constante del público hacia una propuesta ciertamente efectiva. Guitarras hipnóticas, trabajo vocal más que correcto, tanto en las voces principales como en los coros, y una batería que abarca todo ese espectro sonoro que se mueve entre el garaje, el grunge y ritmos más poperos. Una banda que va a más y de la que, a buen seguro, seguiremos hablando.
Los siguientes en subir al escenario fueron Sotomonte, el último proyecto de Jokin Salaverria, que llegaba a Basauri para hacer la presentación en sociedad de su álbum "From prayer to battlefield". Es complicado que un festival de este nivel te dé la oportunidad de debutar en su escenario central y como previa al concierto principal de la noche; pero claro… Jokin Salaverria no es, precisamente, un desconocido en la escena bizkaina y le avala una experiencia enorme tanto a nivel local, como estatal e incluso internacional y, además es una persona a la que le gusta acompañarse habitualmente de los mejores. Algo que quedó patente desde que la banda salió al escenario y vimos que ante nosotros se desplegaba gran parte de la historia reciente del rock vasco: el propio Jokin dando lecciones al bajo, Dani Merino y Josu Aginaga a las guitarras, Iñigo Ortiz de Zarate a los teclados y Unai Kortazar a la batería.
Los primeros acordes de "Words" suponían el inicio de un concierto que resultaría una experiencia única, no por inesperada, obviamente, ya que, con esa alineación que hemos recitado hace un rato, era complicado que la cosa saliera mal, sino porque el disco que ya llevábamos un tiempo escuchando se hizo enorme en directo, con una serie de matices que sólo se pueden apreciar en vivo. Así que, ya desde el primer momento, pudimos apreciar todo el poderío de una banda en la que cada uno de sus miembros brilla con luz propia, dando una personalidad única al conjunto, lejos de cualquier etiqueta que se les quiera poner, porque lo de Sotomonte no va de eso, sino de todo lo contrario: va de disfrutar encima del escenario y, sobre todo, de hacer disfrutar al público con la psicodelia de temas como "Moral Blindness" o "Believers of the mass", el hard rock de "For what is done in darkness", los coros de "Fishbowl of the gods", la falsa calma de "The written script" o la sencilla belleza de un baladón como "When your days are gone" que el músico getxotarra dedicó a su ama, presente en el recinto.
También hubo recuerdos ajenos a músicos foráneos como la versión que se hicieron de un tema (que no reconocí, lo siento) de Bobby Liebling de Panoram, la revisión del "Locomotive Breath" de Jethro Tull o el "Are you experienced?" de Hendrix, donde, por si fuera poco lo que ya había, contaron con la colaboración del enorme Gonzalo Portugal encima de las tablas. Inmejorable forma de dar el pistoletazo de salida a un proyecto que, si ya era bueno en disco, no hay que perderse en directo.
La traca final venía desde Sevilla… ¡y cómo venía! Y es que lo que se vivió el sábado con Derby Motoreta’s Burrito Kachimba (foto encabezado) va a ser difícil de olvidar para los que estuvimos allí. Personalmente, ya hace tiempo que seguía a la banda pero, por coincidencias varias, todavía no les había visto en directo, así que, iba con muchas ganas de verles. Para comenzar, diré que me río hasta la saciedad de aquellos que, desde el principio intentaron simplificar la propuesta de los sevillanos señalándolos como “los nuevos Triana” o “los últimos representantes del nuevo flamenco-rock”… ¡una mierda! DMBK son mucho más que eso por un simple motivo: porque hacen lo que les sale de los huevos y porque saben exactamente qué tecla tocar en cada momento para llegar a un público entregado.
El sábado todo empezó con una intro que dio paso a "The new gizz", de su primer disco para pasar al funky-garage-rock-flamenco (sí, sí, todo eso) de "Porselana teeth", perteneciente a "Hilo negro". A partir de ahí, comienza una locura de baterías, guitarras, sintetizadores, ritmos moriscos… todo mezclado en una orgía de sonidos en la que lo único que importa es que no podemos despegar la mirada de un escenario, en el que los músicos hacen lo que les da la gana y en el que no paran de suceder cosas: de los ritmos verbeneros de "RGTQ" pasan sin ningún tipo de complejo al hardcore de "Damela", el stoner de "13 monos", o la psicodelia de "Samrkanda2, repasando por el camino esa especie de ópera flamenco-rock, de momento en dos partes, que es "Somniun igni", un tema que, por cierto, resume a la perfección lo que es la banda.
Tampoco se olvidaron de su faceta más “comercial” (eso es mucho decir, y casi un insulto para una banda como DMBK que, como concepto, es lo más anticomercial que se puede uno echar a la cara) representada en la canción que han hecho para la banda sonora de "Las leyes de la frontera" de Daniel Monzón. Por si no fuera suficiente, todavía les quedaba pólvora para los bises, donde reinterpretaron a su manera la mitiquísima "Nana del caballo grande" de Camarón, demostrando que, como el propio genio gaditano dejó claro en su momento, lo importante de la música es la fusión y que todo se mezcle para que todavía sigamos descubriendo cosas nuevas y sorprendiéndonos con propuestas como la de DMBK.
Y para finiquitar el bolazo, dejaron "El salto del gitano", con su pogo y todo, y que ponía el broche final a la segunda noche del MAZ Basauri, cuyos responsables apostaron por la variedad y no hay duda de que acertaron de pleno, llenando el Social Antzokia durante las dos jornadas, a pesar de la competencia y saturación de propuestas (bendita saturación… ¡cómo te hemos echado de menos!) que había en otras salas y recintos cercanos.
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