Décimo aniversario del Txintxarri y resulta complicado hacer una crónica al uso. Porque no, no es sencillo hacer una valoración con cierta distancia de la que durante estos años ha sido la casa y el refugio de tantos amantes de la música en la siempre —quizás últimamente algo menos— poco dinámica Pamplona. Caídos en combate Singular y La Sonora, el Txintxarri se hizo desde sus inicios con buena parte de los incondicionales de ‘lo independiente’ en Pamplona en los prolegómenos de la década pasada. Directos heterogéneos, deejays con una selección transversal (Van Bylen e Intronauta cerraron la cita) y un aforo óptimo para el baile sin masificaciones han sido los ingredientes que lo han llevado a situarse como referencia de la noche pamplonesa, o al menos para los más melómanos. Efectivamente, no ha sido fácil lograrlo y nadie mejor que quienes han regentado el local saben que muchas veces arriesgar con la programación e intentar situar al ‘Txin’ como local de obligado paso para las giras de diferentes artistas ha supuesto palmar dinero con frecuencia. Y ahí está, fuerte y con vitalidad, como último estandarte de la Calle San Francisco de Pamplona, travesía en la que durante muchos años han sucedido las cosas.
Alguna de estas cosas las ha protagonizado quien fuera el gran abanderado de este décimo cumpleaños, el compositor y productor Joël Iriarte Parra, conocido por todos como Joe Crepúsculo. Y con esta última ocasión, han sido hasta tres las veces que el catalán ha despachado su tecnopop en la trayectoria ociosa del local, logrando en todas ellas gran éxito de afluencia y convirtiéndolo posiblemente en uno de los artistas fetiche para los adeptos del lugar.
Como no podía ser de otra forma, el setlist estuvo en buena medida representado por las canciones de su último trabajo publicado en septiembre, “Trovador tecno”, que es una oda a la ruta del bakalao, al pop costumbrista y al tecno más machacón con ese toque identitario y característico de Crepus. Un trabajo que incluye temas como “Carreteras de pasión” o “Paranoia” que sirvieron para abrir boca en un Txintxarri hasta arriba que ya se deshizo también con los primeros bailes exacerbados por medio de los acordes de la clásica ya “Pisciburguer”. Mención aparte merece esa “Velo de Maya” enmarcada en su reciente álbum y que puso a bailar en formato rave al centenar de personas que abarrotaron la velada.
Como si quisiera embragar hacia una marcha menos y templar los ánimos, el músico de Sant Joan Despí despachó la baladesca “Rosas en el mar” que hizo de previa de dos explosiones de baile y genialidad como son “Vamos a limpiar”, que nos invita a depurar las redes sociales pero también nuestros adentros, y “El tren de la bruja”, donde la famosa atracción sirve de metáfora para las emociones y problemas de la vida cotidiana.
Una vez ya caldeado el ambiente, el show viró durante algunos minutos hacia una dimensión mucho más reconocible con temas tradicionales como la ascendente “Música para adultos”, “Suena brillante”, que desató los brincos en las filas cercanas al escenario, y la clásica versión de “Maricas” de Los Punsetes. También hubo tiempo para colar uno de sus mayores himnos de pop naíf como es “La canción de tu vida”, simpáticamente bailada fuera de compás por parte del respetable, antes de desatarse con los temas más intensos de tecno cutre y barato que tanto y tan bien domina Crepus. “Tecnocasa”, “Así soy yo” y “Jose House” encendieron la vela para que “Mi fábrica de baile” generara el suspiro final de su directo, impregnando de una atmósfera sudorosa pero agradable la estancia. Como lo era todo antes de la puñetera pandemia. Como ha venido siendo habitual durante estos diez gloriosos años. Larga vida.
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