El pasado fin de semana las actuaciones de Anari, Cristina Rosenvinge, Toundra y Mursego, inauguraban la octava edición del MAZ Basauri, un festival cómodo y barato promovido por el ayuntamiento y que tiene como sede principal el flamante Social Antzoki.
Viernes por Jon Romaña
Anari subió al escenario rodeada de los cómplices habituales en su banda, músicos curtidos en bandas como Negu Gorriak, Inoren Ero Ni, El Hombre Burbuja, etc. La de Azkoitia, que desde 1997 lleva dando guerra acercando a través de la intensidad del rock anglosajón más descarnado y la contenida tradición lírica vasca. Si en sus inicios la referencia constante eran los Come de Thalia Zedek, desde que recibiera el año pasado el premio Adarra, reconocimiento otorgado por el Ayuntamiento de Donostia/San Sebastián a la trayectoria artística en el ámbito de la música vasca, ahora en el horizonte se otea la figura de Patti Smith.
Con gran poderío vocal, la de Azkoitia consiguió rápidamente que la acompañáramos en su particular travesía por el desierto vasco. Una banda perfectamente engrasada y consciente de que la contención es su mejor arma, allanaba las dunas para que la voz de Anari fuera ganando terreno hasta que con su guitarra decidíera cuál era el mejor momento para descansar de la aridez en oasis de ruido y distorsión liberadora.
Tras media hora de concierto Anari da un respiro a los demás miembros de la banda y con su guitarra entona en solitario un tema. Tras este momento de intimidad de la artista y su público, y con la banda ya de vuelta a sus posiciones el concierto se aleja del del post-rootsrock para acercarse sin complejos a la tradición del rock vasco, e incluso en ocasiones a la del cantautor moderno vasco. Menos Giant Sand y más Ruper Ordorika. Bai horixe! Un gran inicio de festival, con dos ovarios y label de calidad.
Christina Rosenvinge volvía a nuestros escenarios tras el éxito de crítica y público cosechado con su disco de febrero del año pasado “Un Hombre Rubio” (El Segell del Primavera). En él, la danesa de nacionalidad, con su padre en la mente, aborda las relaciones paterno-filiales, el machismo, el feminismo, los roles de género puntos de vista opuesto y la reivindicación y concienciación de problemas sociales actuales. Y así empieza, comunicativa y concienciada, con los ritmos dance rock de "Berta Multiplicada", canción de este álbum inspirada en la figura de Berta Cáceres, activista del medio ambiente hondureña asesinada el año pasado. Con los aires dance rock de este tema, Toni Díaz al bajo, Juan Diego Gosálvez a la batería y Álex Hernanz a la guitarra inauguraban una noche en las que serían fieles escuderos de la incuestionable protagonista de la noche.
Con su voz bien presente en el centro durante toda la noche, sería en sus momentos más alt-country en la que se movería con más comodidad, como una Lucinda Williams de Malasaña. Con mucha presencia escénica y un bagaje a sus espaldas que embellece su sempiterna languidez.
Tras publicitar "Debut. Cuadernos y canciones" (Random, 2019), libro que comenzó a escribir como cancionero y que ha acabado convirtiéndose en unas memorias, un ensayo, un diario con vocación literaria, siguió repasando su último disco e intercalando canciones de otros trabajos suyos, aunque esto restara fluidez al discurrir natural del concierto. Aquejados de poca concreción, los bandazos estilísticos y sonoros que daban cantante y banda no ayudaban. De Saint Etienne a Pj Harvey en dos canciones y además con una sensación de poco riesgo artístico, como si el pedal de la experimentación sonora no tocara pisarlo hoy. Ese sonido de banda convencional, de sota, caballo, rey valía lo mismo para los momentos de chanson indie que para el show cabaretero sin guitarra. En los momentos en los que la banda le acompañaba a los coros el nivel subía, y que canciones de su último trabajo especialmente "La Flor Entre La Vía" fueron excepcionales. Sin forzar su papel de show woman total, de Nick Cave con tacones y sacando partido a su limitada voz, incluso en ese momento hard rock progresivo que bien podía ser horterada o boutade llegamos al bis.
Simpática y comunicativa durante toda la noche, la madrileña explicó que hacía tiempo que no tocaban en directo antes de atacar "La Piedra Angular" en modo crooner, sentada en la escalera del escenario. Tras hora y media de actuación ese clásico del pop español que es "1000 Pedazos" empieza a sonar. 27 años después, ha envejecido bien, gracias a la transformación de su sonido. Lo mismo se puede decir de Christina Rosenvinge, pero quizá se aprecie mejor en sus discos que en sus directos. O puede que esta no fuera la noche de arriesgar.
Sábado por Pepa Ferreiro
El MAZ Basauri cada año adquiere más fuerza. Digo esto con tal ahínco porque este 2019 será ya su octava edición y cada año consigue llenar el patio de butacas del Social Antzokia de Basauri. Después de abrir el apetito el viernes con los bolos de Anari y Christina Rosenvigne, el sábado fue un día polivalente para MAZ ya que no solo hubo conciertos en el teatro, también los hubo a pie de calle y para todo tipo de público. La programación del 27 de mayo de 2019 estuvo bien nutrida: a las 12:30 arrancó Txiki Maz con actividades para los más pequeños y a partir de las 18:00 hubo conciertos callejeros y gratuítos de las bandas locales Haxotx, Agian y Voltium.
A las 21:30h de la noche el Social Antzokia abrió sus puertas para recibir a Mursego y Toundra.
El espectáculo de Maite Arroitajauregi bajo el pseudónimo Mursego fue un recital experimental con un chelo, sintetizador y numerosos micrófonos. El espacio se volvió acogedor cuando escuchamos sus numerosas y variadas reivindicaciones incrustadas en sonidos que evocaban desde el canto gregoriano, hasta dulces rituales de mujeres musulmanas y contundentes melodías de los pueblos africanos. Sobresalió la etnicidad envuelta en cacofonías que llegaron a besar la escatología intercalándose entre las cuerdas de su instrumento.
La intensidad de este espectáculo polifónico vanguardista residía en los loops constantes y la mezcla de idiomas y reivindicaciones de justicia para las personas refugiadas, odas a las mujeres árabes que dan la bienvenida a otros pueblos, unión del euskera con dialectos del sur nacional y protestas por los encarcelados de Altsasu. El final se hizo redondo al volver a evocar cantos gregorianos y la ovación se hizo notar.
Después de tal festival de experimentación sonora, Toundra cerró el primer fin de semana de la octava edición de Maz Basauri. Para empezar, rompieron la penumbra que les arropaba con “Cobra” y la sala se llenó como por arte de magia. El espectáculo de los madrileños lo podemos encasillar en las corrientes más luminosas del metal progresivo y el post rock más melódico y oscuro. La multitud de bolos con los que siguen presentándo su último disco "Vortex", avalan la calidad de una banda instrumental que no necesita decir nada para complacer a su público.
Esteban resolvió su incontinencia verbal gritando a pleno pulmón, animando al público y destacó por sus incesantes convulsiones corporales con la Gibson como eje central. Sonó “Tuareg” y los parches vomitaron preciosas y cualitativas series de beats perfectamente calibrados. La ausencia de voz en los espectáculos en vivo de Toundra puede suplirse con el trabajado juego de iluminación. Escuchamos “Kingston Falls”, “Bizancio” y tras un bis en el que se hicieron de rogar, dieron carpetazo a un recital que resulta difícil olvidar por la belleza del conjunto.
El festival MAZ Basauri continúa el próximo fin de semana en el Social Antzokia de Basauri con los bolos de Viva Suecia, The Owl Project y triángulo de Amor Bizarro el viernes, y Hakima Flissi e Iseo & Dodosound w/ the Mousehunters el sábado.
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