En su tercera edición, el Festival Santas Pascuas ha regresado puntual como ese milagro navideño que acontece desde hace tres años en Iruña. De nuevo, con un menú delicatessen que alterna entre propuestas más canallas y festival en la sala Zentral y otras más íntimas y elegantes en Baluarte.
Ya se ha convertido en una tradición celebrar la tarde-noche del Día de Navidad a ritmo de pop y rock en la apertura del SantasPascuas. Este año, la jornada inaugural contó con tres bandas en Zentral. Abrió la velada The Mani-las (foto inferior), una banda de reciente formación pero con tres músicas con trayectorias muy consolidadas: Maika Makovski al bajo y la voz; Mariana Pérez (Sonic Trash, Rubia y Cora Bloom) a la batería; y Olaia Bloom (Las Culebras y Cora Bloom) a la guitarra y la voz.
Fueron un torbellino sobre el escenario: puro nervio, desparrame y descaro. En lo musical, el trío encadenó 14 trallazos de dos minutos y medio, de punk-rock con reminiscencias 70’s, con bases aceleradas y melodías contagiosas. Entre lo más resultón del repertorio, algunas versiones, como “Sex Beat” de The Gun Club, o ‘‘He’s got the power’’ de The Exciters. Pero lo mejor fue la puesta en escena, gamberra y marcada por la actitud punk de la banda. Makovski, todo tablas y carisma, se mostró simpática y canalla. No dudó en merendar mientras cantaba, imitar a un chimpancé o bajar para mezclarse con el público. Aseguró que aquel era su noveno bolo como The Mani-las.
Tras ellas, llegó el turno de Ángel Stanich (foto inferior), un artista que siempre genera debate sobre su particular tono de voz, pero que acostumbra a despertar el consenso si hablamos de la solvencia de su directo. Y Pamplona no fue una excepción. Con su habitual indumentaria de camisa y americana, Stanich y su banda brindaron una estupenda fiesta de rock and roll, con momentos de psicodelia, respondida con gratitud por un público que no dejó de bailar. Stanich repasó los temas de “Antigua y Barbuda” (2017): “Más se perdió en Cuba”, “Un día épico”, “Galicia Calidade”… y no faltaron clásicos como “Camino Ácido” o “Metralleta Joe”.
Y cerraron la jornada Novedades Carminha (foto inferior). Los gallegos actuaban por primera vez en la capital navarra y llegaron con ganas de pasarlo bien y hacer disfrutar al respetable. Se trabajaron el show de lo lindo, mostrándose muy cercanos al público desde el principio. La banda repasó su discografía, especialmente los álbumes “Campeones del mundo” (2016) y “Juventud infinita” (2014). Power pop, rock de garage, psicodelia, electrónica… el crisol de influencias musicales patrias de este grupo es extenso, con referencias a Los Brincos, Fangoria, Siniestro Total… El toque personal lo aportan la frescura, las letras ácidas y la actitud irreverente. Con esos ingredientes se fueron sucediendo “Fiesta tropical”, “Caprichito de Santiago”, “Lento”, “Ritmo en la sangre”… Y dejaron para el final lo mejor de la función: hits como “Te quiero igual” o “Antigua pero moderna”; o la reciente y muy bailable “Verbena”.
La segunda cita del SantasPascuas programó el viernes 28 en Baluarte a Nacho Vegas (foto inferior y encabezado), que recalaba en este festival dentro su gira de presentación de “Violética” (2018), su último y celebrado álbum donde homenajea a Violeta Parra. Aunque el sonido no fue perfecto, el asturiano ofreció, bajo una iluminación de tonos violáceos, un concierto intenso, espléndido, con altibajos, pero con momentos emocionantes en lo anímico y excelsos en lo musical.
Durante algo menos de dos horas, Vegas alternó entre su último trabajo y los anteriores. Vestido de sempiterno negro, el músico subsanó su brutal hieratismo sobre el escenario con dos ingredientes marca de la casa: el mejor repertorio de su generación y una banda extraordinaria –donde encontramos músicos de la talla de Abraham Boba a las teclas o el navarro Joseba Irazoki, que jugaba en casa, a las seis cuerdas– que se mostró muy rockera desde el principio, desde el arranque mismo con “El corazón helado”.
Con “Ideología”, el asturiano empezó a mostrar todas sus cartas, acompañado a los coros por un Boba que tuvo un protagonismo vocal creciente a lo largo de la actuación. Tras calarse la guitarra, Vegas ejecutó un inmenso “Desborde” antes de ajustar el retrovisor para atacar “Ciudad vampira” acompañado al acordeón por Boba y al banjo por Irazoki, al que sus paisanos vitorearon con fervor.
Tras una breve pausa, el show continúo, con una buena dosis de distorsión guitarrera, con uno de los momentos más emotivos de la noche: “Crímenes cantados”, sobre la situación que se vive en los CIEs, a dúo com Boba. Y a continuación llegó el momento álgido de de la noche, cuando Nacho acometió la dolorosa “Morir o matar”. El tiempo ha tratado de maravilla esa joya publicada en 2008 en “El manifiesto desastre” y ha demostrado que el Nacho atormentado es insuperable.
Aún hubo tiempo para la cumbia en “Todos contra el cielo” y las guitarras en “Ser árbol” antes de la sorpresa de la noche: la presencia de Cristina Martínez (El Columpio Asesino) para interpretar junto a Nacho “La última atrocidad”, el tema al que pone voz en “Violética”. La actuación de ambos, muy teatral, tuvo un contrapunto trepidante en el crescendo musical, brutal, y en el hipnótico juego de luces.
Llegó el momento de presentar a la banda y, tras él, un tramo final trufado de algunos de los momentos más felices del cancionero del ex Manta Ray: “Cómo hacer crac” y “La gran broma final”, antes de un bis tras el que se cerró loa función con “Maldigo del cielo alto” y “El Hombre que casi conoció a Michi Panero”.
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