Resulta un placer indescriptible darse de narices con una obra que te remueve por dentro y, sobre todo, que lo hace de forma inesperada. Y eso es precisamente lo que me ha ocurrido –una vez más– con “Un trabajo como cualquier otro”, cómic firmado por el francés Alex W. Inker en el que adapta la relativamente reciente –estamos hablando de 2016– novela de la escritora estadounidense Virginia Reeves. Mi principal interés por la obra tenía que ver con la repercusión en nuestro país vecino de la anterior novela gráfica de Inker, “Servir Le Peuple” (19), en su momento una de las ediciones destacadas del año por la crítica francesa. Pero eso era todo. Ni había leído aquel trabajo anterior, ni conocía la novela de Reeves. Pero una vez hojeadas las páginas de este “Un trabajo como cualquier otro”, había algo en ellas que me incitaba a leerlas lo antes posible. El dibujo rudo, moderno y al mismo tiempo ideal para lo que nos acabará contando, de Inker, las escenas que pasaban fugazmente ante mis ojos... Así que aquí estamos.
Cuenta Inker que, para Reeves, lo más importante de su novela era la historia de amor entre Roscoe T. Martin, el protagonista de “Un trabajo como cualquier otro” y Mary, su esposa. No lo es tanto para él, o por lo menos no del mismo modo. Es evidente que ese amor es el eje a partir del que se va desarrollando la acción, pero Inker se fija muchísimo más en las desventuras de Roscoe a lo largo de su vida, en la forma de encadenar un fracaso tras otro incluso. Estudioso de Ware y Burns, Inker parece estar más cerca de un escritor como Steinbeck que de ambos genios de la viñeta. El francés dibuja y narra una historia que se desarrolla en los años de la Gran Depresión estadounidense sin andarse con chiquitas, cargando las tintas en cada uno de los golpes que la vida le da a Roscoe. Decepción tras decepción, error tras error, su vida nunca parece tomar el mejor camino. Un accidente mortal cambia su futuro para siempre y acaba con todo lo bueno que tenía a su alrededor. Cada oportunidad que se le presenta acaba siendo una peso más que debe cargar a su espalda, y así hasta un final tan brusco y descarnado como lo ha sido su vida desde que la pobreza se cuela en su hogar. Ahí Inker se permite darle un vuelco a la historia al margen de la novela original y terminar con un nuevo accidente (¿o no lo es?) casi purificador. Habrá quien vea excesivos los castigos o las desgracias por las que pasa Roscoe, pero no me cuenten entre ellos.
“Un trabajo como cualquier otro” es un cómic dramático, con una fuerte carga social y con un dibujo que ayuda a sentir la crudeza de cada uno de los episodios vividos por los protagonistas, y que, pese a estar firmado por un autor francés, mantiene un espíritu totalmente estadounidense que, visto lo visto, se intuye más influido por las fotografías de la época y por novelas (o películas) como “Las uvas de la ira” que por la propia novela de Virginia Reeves. Un cómic dramático, decíamos, pero sobre todo un muy buen cómic.
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