“Territory” es una de las canciones más emblemáticas de la primera etapa de Sepultura, cuando Max Cavalera gritaba en registro gutural el demoledor estribillo de: “War for territory!”. Este cómic también va de guerra y de conquistar el territorio, pero el trasfondo es otro: el bullying o acoso escolar que sufrió en primera persona el guionista David Muñoz.
La traumática experiencia sirve de materia prima para construir una obra de ciencia ficción que ha requerido de siete años de arduo trabajo para ver la luz. Muñoz, responsable de películas como “El espinazo del diablo” o “No mires a los ojos”, y de cómics como “Miedo”, “15” o “Monstruo”, sitúa la historia de “Territorio” en el año 2060 en un planeta lejano habitado por unos extraterrestres parecidos a los armadillos.
Considero inapropiado revelar más detalles sobre la trama o sobre el desenlace porque es un álbum que realmente merece la pena ser descubierto sin más preámbulos, así que solo añadiré que el uso del flashback es recurrente (retrocediendo veinte años en la historia contada) y que el poco texto imprime mayor poder si cabe a las imágenes. Por su parte, el dibujante Miguel Robledo ha recurrido a unos tonos pastel que lo reducen todo a una paleta de verde/marrón/amarillo de lo más asfixiante, muy acorde con el ambiente que se pretende recrear en estas páginas publicadas por Astiberri.
Percibo aquí ecos a “Stargate”, “Blade Runner”, “La guerra de los mundos”, “Alien” y cualquier obra de ciencia ficción que trate sobre un futuro distópico con enfrentamientos bélicos entre planetas: “Chicos, tengo que daros una noticia terrible. Los armadillos han conseguido destruir los escudos de fuerza que protegían París. Han muerto tres millones de personas”. ¡Toma ya! Esto huele a venganza y también a uno de los mejores cómics del año.
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