¿Quién dijo que fuera fácil ser joven? No lo es en la actualidad y no lo fue en la España dubitativa de los ochenta. Pero tampoco nadie nos dijo que fuera fácil madurar e ir sumando años cuando el mundo no siempre va a mejor. Eso, si quieren que les diga la verdad, es casi más duro. La presión aumenta, las ilusiones van quedando aparcadas y encarar el futuro puede convertirse más en un acto de supervivencia que en el cumplimiento de aquellos sueños que queríamos cumplir. Explicarlo es difícil, aunque haya voces privilegiadas como Jaime Martín, capaz no solamente de expresar todo ello en una historia cercana y emotiva, sino también de dibujarla con su talento habitual. Y eso es precisamente lo que consigue en “Siempre tendremos 20 años”, una más de sus imprescindibles obras y aquella en la que su propia vida más traspasa la tinta y el papel.
Junto a Martín viviremos un viaje personal, salpicado de amistad, amores, familia y una afición tan fuerte que cambió su vida hasta convertirse en profesión. Le acompañaremos desde la candidez de la infancia en la España de los setenta hasta el desencanto de la vida adulta, aunque el autor se tomará buena parte del tiempo que comparte con nosotros para reflejar los ochenta, aquellos años en los que Martín tenía esos veinte años que tanto han marcado su trayectoria.
El ganador del Premio a Autor Revelación del 8º Salón del Cómic y del Premio a la Mejor Obra del 35º por “Sangre de barrio” y por “Jamás tendré veinte años” respectivamente, es un maestro en narrar vidas cotidianas, se desenvuelvan estas en plena guerra civil, en los postreros años del franquismo, en pleno Servicio Militar Obligatorio en Marruecos, en la Rusia previa a la Revolución comunista o en una década, la de los ochenta, en la que todo estaba por descubrir.
Aunque algo hay en “Siempre tendremos 20 años” de su clásico “Sangre de barrio”, Martín no lleva las situaciones tan al extremo como allí, sobre todo porque Vicen no era Jaime, y porque el paso de los años parece haber calmado la rabia que el autor podía guardar en su interior. El Jaime Martín de “Siempre tendremos 20 años” no abandona sus referencias políticas e ideológicas, no elude tratar cuestiones relacionadas con la clase social y el entorno en el que crecemos, pero lo que en “Sangre de barrio” era crudeza y violencia, aquí es nostalgia y orgullo de las raíces.
Y lo mejor de todo es que, por el camino, Martín va describiendo cómo evolucionó nuestro país en algunos aspectos y como algunas cosas difícilmente cambiarán pasen los años que pasen. Tampoco nos olvidemos de los referentes musicales que van salpicando estas páginas y que también añaden encanto al conjunto (sobre todo si se conecta con el rock duro, claro está). Podríamos hablar también sobre el dibujo, un dibujo que se ha vuelto cada vez más identificable y de rasgos más amables, pero tan fresco y atemporal que solamente hace falta leer eso de “Extrarradio de Barcelona. 20 de noviembre de 1975” para que a uno le resulte imposible dejar “Siempre tendremos 20 años” hasta llegar a ese “Pues entonces... no dejes nunca de soñar” del tirón.
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