Puede que parte de quienes vayan a leer este texto ya estuvieran familiarizados con la anterior obra del estadounidense Nick Drnaso, “Beverly”, una novela gráfica que nos descubría a un autor muy particular, crudo y capaz de manejar las emociones con una maestría que pocos muestran tan rotundamente. Aquel título bien podría haber sido una de esos logros casi accidentales de los que se alimenta la historia del cómic de vez en cuando, pero está claro que de casualidad tuvo bien poco. Más que nada porque “Sabrina”, el nuevo trabajo de Drnaso, no solo es una obra maestra de esas que agarran al lector con fuerza y lo sacuden sin piedad alguna, sino que alcanza metas mucho mayores que las conseguidas por su antecesora.
Es posible que, en un primer momento, haya quien dude de que “Sabrina” tenga el peso suficiente para haberse erigido en la primera y única obra gráfica nominada al Premio Man Booker de literatura, pero no hace falta más que leerla del tirón y con la concentración suficiente para entender por qué los profesionales del sector la hayan valorado en tal medida.
“Sabrina” es una obra en la que Drnaso va descubriendo sus cartas poco a poco. La historia se inicia como la desaparición de una chica –la Sabrina que le da título– para, a partir de ese momento, empezar a descubrirnos capas que van ampliando la profundidad de lo que el autor nos está contando. Por mucho que se hable de un asesinato brutal que jamás presenciaremos, que nadie espere un thriller oscuro y salvaje. Eso no es lo que Drnaso quiere explicarnos. Su foco está en otro lugar. En la locura en la que se ha convertido nuestro mundo en estos tiempos de sobredosis informativa, conspiranoia y fake news. Y no le demos más vueltas, la clava.
Para darle forma, Drnaso echa la vista a lo que le rodea y toma mucho de la realidad, incluso más de lo que pueda parecer a primera vista. Desde inspirarse en gente de carne y hueso a la que conoce para caracterizar a sus personajes, como trasladar a la viñeta situaciones casi reales que se dan en un mundo post-Trump, que ha convertido la libertad generada por las redes sociales y la sociedad hiperconectada en una basurero en el que el odio, la rabia y el desprecio rebosan sin mesura.
Como ya ocurría en “Beverly”, sus personajes se mueven con lentitud, reflexionan en soledad y guardan dentro toda su angustia. Drnaso los dibuja con su peculiar estilo. Caras en las que apenas caben expresiones, pero silencios y pausas que explican mucho más de lo que una mirada dibujada podría decirnos.
El resultado de todo ello es un cómic incómodo, una de esas obras que le deja a uno con mal cuerpo y dándole vueltas a la idea de que el hombre no ha aprendido una mierda de los errores del pasado. Y no parece que vaya a aprender demasiado ya a estas alturas.
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