Surgido en la 1978 gracias a la mente de John Wagner, Ian Gibson y el dibujante español Carlos Ezquerra, “Perro de Estroncio” es un clásico de la soap opera y el western distópico. Mucho ha bebido de aquí “The Mandalorian”, por ejemplo.
Estamos ante uno de los mejores cómics de ciencia ficción y aventuras que nos ha brindado el noveno arte, el cual llevábamos décadas por poder degustar en una edición española. Después de tanta espera, todos los amantes del cómic británico facturado entre finales de los años setenta y los años ochenta están de enhorabuena. Y lo están porque esto es una bacanal de salvajadas, viajes en el tiempo, humor a mordiscos y todo lo que se le puede pedir a un cómic concebido bajo los designios de los políticamente incorrecto. Una historia en la que la raza mutante es una apestada y Johny Alpha y su inseparable Wulf son unos cazarrecompensas interestelares dentro de un contexto marcado por la Guerra Nuclear acaecida en el siglo XXII. La radiación fue la causante del surgimiento de los perros de estroncio, mutantes perseguidos y maltratados,
En base a dicho caldo de cultivo, ya pudimos disfrutar de un primer volumen de esta serie, sencillamente, memorable. No en vano, estamos ante una recopilación de la primera etapa de este personaje en la revista Starlord y su salto a la revista 2000 AD. En las mismas, Wagner se infló a sacar oro puro de unas misiones siempre marcadas por una capacidad de síntesis excepcional. A lomos de estos guiones, a los que pronto se incorporó el gran Alan Grant, Carlos Ezquerra da una lección con los lápices. Su habilidad para dar forma al universo de Johny Alpha es gloriosa, repleta de un sentido único para la estilización de las líneas en las viñetas de acción, además de su desbordante en su capacidad para dotar de idiosincrasia original a unos personajes que podrían pasar por una versión macarra de los relatos menos sesudos de Stanislaw Lem, en libros como “Ciberíada”.
Es ese punto mitológico espacial el que también suma varios puntos en la conformación de un cómic encuadrado perfectamente con sus tiempos, entre la mala uva punk del momento, la idea de un Ziggy Stardust posapocalíptico y el cuero futurista de Judas Priest. A todo esto hay que añadir los paralelismo con “Juez Dredd”, serie también creada por el propio Wagner y que años más tarde se cruzó en algún momento con ésta. En serio, ¿se puede pedir más?
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