Palomar (Nueva edición)
Comics / Beto Hernandez

Palomar (Nueva edición)

8 / 10
José Martínez Ros — 08-07-2024
Empresa — Ediciones La Cúpula
Fotografía — Archivo

En 1981, apareció el primer número de Love And Rockets. Se trataba de un cómic autoeditado que incluía historias de tres jóvenes californianos, tres hermanos de una modesta familia de origen mexicano: Jaime, Mario y Gilbert “Beto” Hernández. Todos los días se publican miles de obras, de todos los géneros imaginables, con una repercusión cercana a cero. Pero, en este caso, si la hubo, y por un motivo más que justificado: al menos dos de los hermanos Hernández estaban destinados a convertirse, gracias a su talento y constancia, en unos auténticos popes del noveno arte (el tercero, Mario, también ha permanecido vinculado al mundo del cómic, pero sobre todo en tareas de edición).

Lo curioso es que tanto Jaime como Beto han centrado sus esfuerzos en crear dos, por así llamarlos, universos propios, de una complejidad y extensión que tienen muy pocas obras narrativas de nuestro tiempo. También tienen en común que ambas están centradas en personajes femeninos fuertes. Jaime dio vida a “Hoppers 13” (más conocido como “Locas”), una historia ambienta en la ficticia ciudad de Hoppers (su versión de Oxnard, la pequeña ciudad portuaria en la que se criaron los hermanos Hérnandez), en la que nos cuenta las andanzas a lo largo de los años de dos chicas chicas chicanas, punks y salvajes, a veces amigas, a veces amantes: Honey y Maggie. Por su parte, Beto inventó “Palomar”.

¿Y qué es Palomar? Palomar es un pueblo situado en algún lugar de Latinoamérica, quizás en México, porque la frontera con Estados Unidos no parece hallarse muy lejos, pero nunca se deja muy claro. Además, uno de sus personajes se llama Tonantzin, que es un nombre náhualt, de una las culturas indígenas centroamericanas, y en las afueras de Palomar hay unas misteriosas estatuas que podrían ser precolombinas. “Palomar está muy aislado, incluso para ser un pueblo tan pequeño”, se nos dice en cierto momento. “Hay un autobús, pero sólo cuando al chofer le apetece y no finge olvidarlo”.

La “matriarca” del pueblo es, sin duda, Luba, una mujer de impactante belleza, con un carácter indómito, que ha sido madre de cuatro hijas de cuatro padres distintos. Es la dueña del cine y de la casa de baños local. Pero, en torno a ella, se mueven decenas de hombres y mujeres, ancianos, niños y adolescentes, un microcosmos lleno de pasiones, desgracias, intrigas, celos, humor y tragedia, una genuina comedia humana.

Beto Hernández ha explicado que, como en muchas grandes historias, esta nació de los recuerdos de su infancia; de los cuentos que le contaban sus familiares acerca del México rural de sus antepasados, muchos de los cuales incluían elementos sobrenaturales y largas y enredadas genealogías; y, específicamente, en el caso de Luba, de las viejas películas italianas neorrealistas de los años cincuenta, de los personajes –mujeres de estratos sociales bajos, pero dominantes y temperamentales que amaban y odiaban intensamente– a las que ponían cara y alma actrices como Sophia Loren, Gina Lollobrigida o Anna Magnani.

Las primeras historias sobre Palomar que se recogen en este tomo –y que suelen agruparse bajo el título de la más extensa de todas ellas, “Sopa de gran pena”– ya reflejan sus muchas virtudes como narrador: Beto Hernández es uno de esos autores que parecía plenamente dueño de su arte cuando mostró al público su primera página y que, en adelante, lo único que hizo fue perfeccionarse. Su trazo, en un primer vistazo, puede resultar algo tosco, pero se trata de una impresión engañosa. En realidad, es un estilo enormemente original y refinado. Beto Hernández es un maestro cuando se trata de representar el lenguaje de los cuerpos y las expresiones faciales, alguien que atrapa toda una gama de emociones en una sola viñeta. En Palomar suceden todo tipo de hechos –costumbristas, mágicos, asombrosos–y su dibujo siempre está a la altura de los retos que se propone.

A lo largo de este volumen, asistimos a bruscos flechazos, a dilatados y confusos triángulos sentimentales, a despertares al deseo y a la sexualidad, a amores tardíos y desengañados; veremos difundirse rumores y habladurías; las tribulaciones de una vendedora de babosas y la llegada de un enigmático fotógrafo estadounidense que quedará fascinado por la vida cotidiana de Palomar; y mucho más. Y, además, esto es sólo el principio.

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