Una termina “No es el fin del mundo”, primera novela gráfica de Sophie Bédard editada en castellano, como quien acaba de ponerse al día con un grupo de amigas al que hacía tiempo que no veía. Pocas veces me he sentido más interesada y comprometida con las encrucijadas vitales de unos personajes que con los problemas, preocupaciones y crisis existenciales de Lucie, Jeanne y Nana. Quizás porque esas encrucijadas se parecen sospechosamente a algunas a las que casi todo el mundo tuvo que hacer frente en esa complicada y decisiva etapa de la vida que son los veintitantos.
El cómic empieza con el regreso de Nana. Tras un año sin dar señales de vida, vuelve al piso que las tres amigas compartían. Su vuelta, inesperada y tensa, pondrá a prueba las costuras de una amistad a tres bandas que, de forma inevitable, se ha transformado. Cada una, desde sus tragedias particulares y con sus diferentes caracteres, tendrán que hacer frente a esa nueva situación mientras lidian con las fatigas típicas de cualquier veinteañera, una edad que en cierto modo se siente aún como una estación de paso hacia la vida adulta.
Jefes insoportables, trabajos precarios, ex tóxicos, fiestas, borracheras… Nada nuevo bajo el sol. Nada que no hayamos visto ya. Pero la manera en que Bédard pone todo eso sobre el papel es aguda y fresca. Bajo esa apariencia de lectura facilona y divertida, la autora quebequesa desarrolla una dramedia muy resultona que, no obstante, se convierte en una profunda y lúcida reflexión acerca de la complejidad de las relaciones humanas y, en concreto, de la amistad, ofreciendo un retrato realista no solo de cómo evolucionan los vínculos humanos, sino de su intrínseca imperfección y fragilidad. Hay amistades que a veces se parecen al odio, porque las personas cambian y no son las mismas cuando vuelven a reencontrarse. Y NO PASA NADA (sobre todo cuando hay unos cimientos fuertes como los que sostienen la relación de Lucie, Jeanne y Nana).
Cada vez que el drama parece cernirse sobre las tres chicas, de pronto aparece, a modo de comic relief, un diálogo desternillante o una situación absurda, para quitarle hierro al asunto. No es el fin del mundo. Efectivamente no lo es. Y no es extraño que Bédard nos plante unas líneas de la canción “Boy Problems” de Carly Rae Japsen antes de empezar la lectura, a modo de declaración de intenciones: chicas, no malgastemos tiempo ni energía con problemas triviales de chicos, tenemos cosas más importantes y peores problemas de los que ocuparnos. Ojo, porque aquí hay que desterrar la idea de que esto es un cómic de chicas solo para chicas, aunque la sororidad sea un tema importante. Bédard es disfrutable por todos y por los cuatro costados, con sus diálogos ingeniosos y ese trazo expresivo y humorístico que recuerda en muchos momentos al también canadiense Bryan Lee O’Malley.
Hemos tenido que esperar cinco años para disfrutar en castellano de esta novela gráfica. Con su publicación, Bédard se une al elenco de jóvenes autoras quebequesas editadas en nuestro país, junto a nombres como Julie Delporte, Bach, Cathon o CAB (estas últimas publicadas también por La Cúpula). Un cómic refrescante, con espíritu de sitcom, que sienta tan bien como una birra con las amigas después del curro.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.