Los sacrificadores

Era muy fan de Rick Remender cuando estaba en Marvel, incluso de su etapa crossover bastante regulinchi, como la odiada por casi todo el mundo “Axis”, donde había algunas buenas ideas. Remender fue uno de los más grandes guionistas de Marvel durante la primera década del siglo XXI donde llegó a guionizar largas etapas de “Capitán América” y “Los Vengadores”, pero solía brillar más en cómics para héroes con poca moral como el Castigador, Veneno o el grupo paramilitar de los mutantes, X-Force, donde Remender se sentía más cómodo radiografiando con mimo los problemas morales y sociales a los que se tenía que enfrentar el superhéroe o el villano. Resumiendo: Remender se sentía muy cómodo en los grises de las historias. Cuando abandonó Marvel lo seguí con ganas en su aventura en Image con diversas series de creación propia: la ciencia ficción submarina de “Low”, con Greg Tocchini, la desventura multiversal de “Ciencia oscura”, con Matteo Scalera, o la escuela de jóvenes asesinos de “Clase letal”, con Wesley Craig. Pero poco a poco las fui abandonando porque se notaba demasiado que Remender se estaba convirtiendo en el nuevo Mark Millar: crear series interminables de diversas temáticas fantásticas para vender los derechos a las nuevas plataformas de producción, cosa que consiguió con “Clase letal”, por cierto, cancelada con una única temporada. Por eso ni me acerqué a productos como “Tokyo Ghost”, “Siete para la eternidad” o “Death Or Glory”.

¿Por qué me he acercado a “Los sacrificadores”? Primero, porque el dibujante es el porteño Max Fiurama (que mi teclado de Windows siempre me cambia a “Futurama”, lo he corregido tres veces ya), quien ha dibujado algunos de los mejores títulos de la “AIDP” de Mike Mignola y cuyo estilo heroico cartoonesco me fascina. Y segundo, porque sale un palomo azul en la portada. Y seamos francos, cualquier cómic protagonizado por un palomo mola mucho más.

Al estilo de la nueva y muy recomendable serie “Kaos” de Netflix, estamos en un mundo en el que los dioses existen y exigen sacrificios por parte de sus súbditos. Todas las familias ofrecen en sacrificio a un hijo cada veintidós años para que estos sigan haciendo girar el mundo. Dioses del Sol, de la Luna, de los mares, etcétera, se juntan en una gran cena para degustar las mieles de esos sacrificios. También es la noche en la que Soluma, la hija del Sol y la Luna se enterará de la cruel realidad que hay tras su familia.

Con esta premisa, Remender está mucho más resolutivo y visual que de costumbre, atrás quedaron los largos y aburridos soliloquios que se encontraban en series como “Fear Agent” o “Ciencia oscura”, dándole a Fiurama todo el protagonismo creando un mundo fantástico increíble repleta de páginas donde apenas hay diálogos. El argentino no solo diseña un montón de dioses increíbles, sobre todo ese Sol que es puro fuego con una máscara a lo Doctor Muerte, sino que se explaya en la creación de diversas razas que conviven en este cruel mundo de sacrificios. Norma publica el primer volumen que recoge los seis primeros números de la serie que sirven como prólogo. En Estados Unidos se han publicado seis más, pero, por ahora, promete bastante.