Les aseguro que no es nada sencillo afinar a la hora de transmitir qué es lo que acaba enganchando tanto de la serie “Leñadoras”. Es decir, depende de las palabras utilizadas para hacerlo es posible que todo suene simple, extremadamente simple, y con ello podría dar la impresión de que le estamos restando valor al cómic, cuando la intención es precisamente la contraria. A grosso modo, todo podría resumirse en que “Leñadoras” siempre ha tenido magia, y no me refiero a esa magia que ha acabado colándose en sus historias, sino a que su aparente sencillez atrapa de forma irremediable. Podría deberse a muchos motivos, pero diría que el principal es la gran capacidad de Shannon Watters y Kat Leyh para crear personajes encantadores, simpáticos, amables, capaces de empatizar entre sí, de provocar sonrisas y risas, pero también momentos muy emotivos. Y lo mejor de todo, conseguir llegar a públicos de edades muy diversas. Además sin que la propuesta se resienta con el paso del tiempo. Es posible que “Leñadoras: Fuera bromas” –que recoge los episodios 33 a 40 de la serie– no incluya las mejores aventuras vividas por el grupo de protagonistas desde sus inicios. También es probable que el torneo de roller derby entre Yetis y Bigfoots suponga uno de los momentos más infantiles de lo que llevamos de serie, pero incluso así uno se lee página tras página con muchas ganas.
Que nadie se preocupe demasiado, porque “Leñadoras” es una carrera de fondo, una historia que nos permite ir acercándonos cada vez más a sus protagonistas, convirtiéndolas en seres entrañables a quienes queremos ver siempre saliendo bien paradas de sus interminables líos.
A eso podemos sumarle que “Leñadoras” resulta de lo más eficaz a la hora de transmitir su feminismo a base de compañerismo, amistad, abrazos, bromas, risas y lágrimas. Quizás resulte algo forzado escuchar a alguna de las chicas soltar nombres de célebres feministas a modo de exclamación, pero la verdad es que tampoco chirría demasiado en el universo creado por Watters y Leyh (autora total del no menos recomendable “Snapdragon”, recientemente publicado en nuestro país). Un universo en el que las aventuras están garantizadas, los monstruos tienen buen corazón y los géneros son fluidos de la forma más natural que podamos imaginar.
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